Mucho dinero ganaba Mario Ramseier
trabajando como fisioterapeuta con famosos médicos de su país que
atendían a personas ricas.
Mas su vida —afirma— comenzó a
transformarse a partir de 1990, después de la primera visita a Cuba
como turista.
Él no conocía qué estaba
sucediendo en la mayor isla del Mar Caribe porque los medios de
difusión de Suiza y de otros países europeos adonde viajaba con
frecuencia tergiversaban la realidad.
Entonces comprobó que los cubanos
habían cambiado las estructuras políticas, económicas y sociales,
y que en ellos mismos se habían desarrollado virtudes y principios
revolucionarios, patrióticos, solidarios y antiimperialistas.
Tan gratas fueron las impresiones
recibidas, que regresó en varias ocasiones para saber más de la
sociedad que allí se construía y del hombre nuevo que forjaba en
su seno.
No podía creer —explica— que
algo tan maravilloso ocurriera, y este fue el motivo que influyó en
su determinación de renunciar al ejercicio de la medicina privada
para ser un activista del movimiento solidario suizo con Cuba.
Precisa que uno de los momentos
cruciales aconteció en 1997 cuando, viendo un canal cubano de
televisión, observó que trabajadores gastronómicos entregaban sus
propinas para la adquisición de medicamentos con destino a niños
enfermos de cáncer.
Se sintió tan conmovido que decidió
comprar juguetes para esos pacientes; pero al entrar en contacto con
ellos y sus familiares, comprendió cómo la terrible enfermedad los
afectaba psíquica y espiritualmente. A partir de entonces resolvió
contribuir a aliviar ese dolor.
El primer paso fue crear, hace ocho
años, la Asociación Suiza de Amigos de Cuba para colaborar con
instituciones hospitalarias de la rama oncológica, adquirir
medicamentos y material médico-quirúrgico, recibir donativos,
gestionar el apadrinamiento de proyectos de cooperación e
intercambio científico de entidades médicas cubanas con las de
otros países y obtener recursos financieros para la reparación de
centros especializados en terapéutica infantil.
Desde que asumió la presidencia de
esta Organización No Gubernamental, Ramseier reside más tiempo en
Cuba que en Suiza, y asegura haberse cubanizado al extremo de que no
extraña el clima frío del Viejo Continente, sino el calor
caribeño.
Su empeño no ha transitado por
camino de rosas; mas no se deja vencer por las dificultades porque
se inspira en el ejemplo del pueblo que ha resistido durante más de
cuatro décadas el bloqueo económico de Estados Unidos, el cual
obstaculiza hasta el envío de medicinas a los niños enfermos.
Por su consagrada labor, le fue
otorgada este año la Medalla de la Amistad por el Instituto Cubano
de Amistad con los Pueblos.
Él es uno de los suizos que
reiteradamente patentiza en Ginebra su condena a las maniobras de
Estados Unidos contra la Isla en la Comisión de Derechos Humanos, y
en marzo pasado estuvo allí junto a familiares de los cinco
luchadores antiterroristas cubanos prisioneros en cárceles
norteamericanas.
Otra importante labor de la
Asociación que encabeza Ramseier es promover, en coordinación con
la Sociedad Cultural José Martí, el pensamiento y la acción del
Héroe Nacional cubano.
Aunque soy suizo de nacimiento —subraya—,
mi corazón está con Cuba porque estoy convencido de que el mundo
ha comenzado a cambiar con la Revolución de ese país para
instaurar una sociedad más humana, donde el dinero no sea la divisa
principal de los hombres.