El nieto del mambí

Manuel Medina (Singida) tiene muchos recuerdos de cuando el Che (Tatu) era su jefe en el Congo

José Antonio Fulgueiras

"Tú llevas la libertad en la sangre", le dijo Tatu, su jefe allá en la jungla congoleña, cuando se enteró que él era nieto de un capitán mambí que escoltó a Antonio Maceo por toda la invasión de Oriente a Occidente.

Manuel Medina realizó un peregrinar por varios países de Europa hasta llegar al Congo a finales del mes de abril de 1965.

"Como yo iba al frente del grupo, el jefe me mandó a llamar y me preguntó: ¿Vos sabés quién soy? De momento no lo conocí, pero enseguida me di cuenta quien era, aunque le mantuve que no lo conocía como discreción militar. Él se percató y me dijo: `En Cuba soy el Che, pero aquí debes llamarme por Tatu.'

"Conocía la vida y milagro de todo mi grupo. Inesperadamente me preguntó: Ven acá, si tú tienes a tu mujer con una hija pequeña y para colmo ahora está de nuevo embarazada, ¿cómo vas a venir para acá exponiéndote a que te maten para luego dejar a esos niños tan chiquitos huérfanos? ¡Usted está loco! ¿Qué has venido a hacer aquí?

"Que yo sepa, usted tiene tres o cuatro hijos en Cuba y ¿entonces qué vino a hacer aquí? ¿Vino a que lo maten y dejar a esos muchachos huérfanos y a su mujer viuda? Entonces me tiró el brazo por encima y me dijo: `Fidel dice que son 5 años, pero vamos a estar 20 ó 30 en esta zona.' Bueno ya estoy aquí y no me importan los años que vamos estar siempre que sea bueno para la Revolución y la libertad. Y creo que eso me valió para que me cogiera la confianza que siempre me tuvo. Cada vez que había una exploración o algo peligroso, me nombraba al frente de un grupo para que trajera toda la información."

Adoptó el nombre de Singida y fue uno de los hombres de entera confianza de Tatu para cualquier misión, eso se palpa en su diario en el Congo cuando escribe:

Antes de partir Tom, se efectuó una reunión de partido donde volvimos a analizar todos los problemas existentes y se resolvió elegir a algunos de los miembros para que ayudaran al "político" en sus tareas. La elección recayó por unanimidad en Ishirini y Singida, para el grupo que seguirá con nosotros...

Disciplinado y cumplidor, mas no pudo escapar a un señalamiento crítico del Che, el cual se lee, precisamente, a punto seguido del elogioso párrafo anterior: En la reunión hicimos una crítica, sin embargo, al compañero Singida, por verter algunas expresiones violentas para con los congoleses y, en una de Estado Mayor, hice yo la crítica de Azi y Azima, por la forma incorrecta de tratar a los ruandeses.

"Fue una acción que él me ordenó. Al chocar con los guardias nos fajamos a los tiros y cuando miré para atrás nada más que tenía a los 4 cubanos que habían ido conmigo, pues los congoleses salieron huyendo tan pronto sonó el primer disparo. Cuando llegué al campamento se lo comenté a Chivás (Ishirini) que era como un hijo para mí. ¡Qué falta me hacías allí!, le dije encabronado. Y agregué todos los improperios que me vinieron a la boca.

"Y cuando miro para atrás tenía a Tatu a mi espalda quien lo había oído todo. `Singida, no hables así, no te das cuenta del analfabetismo y la ignorancia a que han sometido a toda esta gente.'No me lo dijo de manera brusca ni ofensiva, pero estaba visiblemente molesto por mi forma de hablar. Después me hizo el señalamiento en la reunión del Partido y yo me autocritiqué delante de los demás militantes. `Lo importante es que lo reconozcas', me dijo y luego agregó: `Aquí hay que ser tan político como combatiente.'"

Manuel Medina tiene muchos recuerdos de su jefe guerrillero en los meses inolvidables que lucharon juntos por el bien de la humanidad allá en los parajes congoleños. "Lo que más me caló del Che fue su humanismo, sensibilidad, sinceridad y su fidelidad a la Revolución cubana y a Fidel", me dice mientras vuelve a echar hacia arriba sus cejas pobladas.

"Él nos enseñó a hablar claro, a no ser comentaristas y decir las cosas por derecho, gústele a quien le guste. Como era un hombre de luz larga nos inculcó fidelidad sin límite a la Patria. Siempre nos repetía que Fidel era el hombre del siglo y que había que cuidarlo y ayudarlo. Nos enseñó a nadar con la verdad. No toleraba la mentira. Por eso siempre he dicho que aunque he estudiado algo, la universidad más grande que pasé fue el tiempo que estuve a su lado."

Repite que lo aprendido junto al Che le ha servido para toda la vida y los recuerdos sobre su humanismo no los ha borrado de su mente. "Cuando estuve enfermo de malaria él se levantaba a las dos de la mañana y me suministraba las pastillas. Me hablaba y me daba aliento. Hay veces que cura más una conversación que un medicamento. Ese apoyo de una gente sentada a tu lado en una hora tranquila de la noche, recordándote los tuyos y dándote ánimo de que te vas a poner bien, eso vale mucho. Siempre tenía una palabra de aliento para cualquier compañero, y cuando menos lo esperaba se aparecía con la mochila a darte las medicinas. Esos son gestos que no se olvidan por muchos años que te pasen por la memoria."

Evoca la tarde azarosa en que Tatu recibió la noticia de que su mamá había muerto. "Todos los que estábamos en el campamento fuimos a darle el pésame. Es muy duro perder la madre de uno y mucho más cuando estás distante de su lado, sin poderla despedir con tu mirada. Tatu puso un rostro de tristeza, que nunca ni después le vi. Luego él se separó de nosotros y se puso a mirar hacia la distancia a un punto que sabíamos que no era otro que la Argentina".

El Che lo expresa así en su diario:

Con Osmani (Cienfuegos) llegaban 17 del grupo de 34 hombres que habían arribado a Kigoma, y en general las noticias que traían eran muy buenas. Personalmente, sin embargo, trajo para mí la noticia más triste de la guerra: en conversaciones telefónicas desde Buenos Aires informaban que mi madre estaba muy enferma, con un tono que hacía presumir que ese era simplemente un anuncio preparatorio. Osmani no había podido recabar ninguna otra. Tuve que pasar un mes en la incertidumbre, esperando resultados de algo que adivinaba pero con la esperanza de que hubiera un error en la noticia, hasta que llegó la información del deceso de mi madre.

Había querido verme poco tiempo antes de mi partida, presumiblemente sintiéndose enferma, pero ya no había sido posible, pues los preparativos de mi viaje estaban muy adelantados. No llegó a conocer una carta de despedida para ella y mi padre dejada en la Habana; solo la entregarían en octubre, cuando se hiciera pública mi partida.

Y estando también en la selva le llegó otro mensaje doloroso. Su tía Beatriz, su paño de lágrima de niño y adolescente, también había fallecido.

"Esta noticia le caló tan hondo como la pérdida de su madre. Ese día fue más comunicativo con nosotros se sentó a nuestro lado y nos comenzó a contar todas las malacrianzas que su tía le soportaba, y nos la catalogó como su confesora. Nos dijo que era la mujer más noble y honesta del mundo y que le guardaba sus secretos hasta la tumba. Lo sacaba de cualquier problema familiar o de otra índole con gran facilidad, amor y destreza. Aquel día lo vi muy triste también, y no era para menos, pues a juzgar por sus palabras, era una de las personas que más lo había querido."

Manuel Medina quiso dejar para último uno de los trances más atormentados de su vida. La mañana de octubre de 1997 en que luego del mayor sentimiento emotivo de su existencia entró en una penumbra que solo un hombre como él pudo soportar.

"Fue en la ceremonia en que se depositaron en el memorial los restos del Che y los del primer grupo de refuerzo. Desde el complejo monumentario observé el desfile de la revista militar. En el bloque de internacionalistas venía mi hijo y cuando lo vi una cortina roja se apoderó de mis pupilas y me quedé en tinieblas. No le dije nada a nadie, pero al culminar el acto, Humberto Rodríguez, el presidente del Poder Popular, se percató que yo no me ponía de pie y cuando me fue a ayudar a levantar le repetí: ¡Estoy ciego, estoy ciego!

"De ahí me llevaron al hospital provincial de Santa Clara y el médico Enriquito tan pronto me examinó, dictaminó: Tiene una hemorragia en los dos ojos. Hay que operarlo y tiene que ser en La Habana.

"El doctor Vidal, un eminente especialista, me aseguró que él me iba a devolver la visibilidad por lo menos del ojo derecho. Estuve tres años ingresado en el hospital Naval.

"Me sometieron a múltiples operaciones, hasta que una mañana el doctor Vidal me dijo que me iba a quitar la venda, pero no me podía emocionar. `Vas a verlo todo como un negativo de fotografía' me alertó y así mismo fue. La primera que vi fue a mi hija quien me dio la mano y me llevó hasta el balcón que da para La Habana del Este. Fue un instante indescriptible. El médico me volvió a asegurar que iba a ver de los dos ojos, pero mejoraría la visión paulatinamente; y así mismo fue.

"A los pocos días en un pasillo me encontré con un afiche donde aparecía el Che con su mirada perdida en la distancia. Me le cuadré delante y lo saludé con toda la emoción contenida. Y no era para menos; hacía tres años que no lo veía."

Santa Clara, julio del 2002

Tomado del libro Cerca del Che, Editora Política.

 

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