Colaboración médica cubana

Desafío a la muerte

ALEXIS ROJAS AGUILERA

HOLGUÍN.— Esta es una historia casi increíble, pero dolorosamente real. Ocurrió en una apartada zona fronteriza de Nigeria con Níger, uno de los países más pobres del mundo.

ASÍ, CON LA FECHA CLAVADA EN SU PEQUEÑA ANATOMÍA, LLEGÓ EL PEQUEÑO OUSMANE A LAS MANOS DEL DOCTOR ALFREDO VIDAL FERNÁNDEZ.

9 de septiembre de 2004, Son las 2 de la madrugada, en el Hospital Nacional de Zinder, la segunda ciudad en importancia de Níger.

El médico cubano Alfredo Vidal Fernández, especialista en Ortopedia y Traumatología, recibió la solicitud de valorar a un paciente que acababa de llegar desde la región de Diffá con una herida penetrante en el tórax.

RADIOGRAFÍA DEL PEQUEÑO DONDE SE PUEDE APRECIAR EL PELIGRO QUE REPRESENTABA EL AFILADO DARDO PARA LA VIDA DE OUSMANE.

Se trataba de un niño de apenas 10 años de edad con una rústica flecha clavada desde tres días antes.

El galeno apreció las circunstancias: tenía casi 72 horas de evolución sin repercusión hemodinámica ni respiratoria, y decide intervenir quirúrgicamente en las cercanías del corazón. De inmediato el niño Ousmane Mahamadou fue sometido a exámenes radiológicos y otros complementarios.

Con la salida del Sol y acompañado por un equipo especializado inician la riesgosa operación de incierto pronóstico y con insuficiente instrumental. Corren las horas y finalmente un trío de abnegados médicos cubanos, se miran y sonríen, cuando la punta pétrea del dardo es extraída de la cara posterior de la aorta ascendente. La primera batalla por salvar la vida del niño estaba ganada.

EL DOCTOR ALFREDO VIDAL FERNÁNDEZ CONVERSA CON OUSMANE DESPUÉS DE HABERLE OPERADO.

Su estado era grave, pero mediante el tratamiento con antibióticos de amplio espectro en el organismo del niño —nunca antes tratado con el medicamento—, logra una recuperación de asombro. Solo unos días después mostraba un estado físico satisfactorio y deambulaba por el hospital.

OUSMANE

El pequeño Ousmane Mahamadou, séptimo en la lista de los 10 hijos de Mamane Mahamadou y Maou, residentes en Kukawa, Nigeria, a 40 kilómetros de la frontera con Níger, es un niño que trabaja muy duro.

Como todos los días, pues apenas conoce de juegos y mucho menos de escuela, se encontraba montado a caballo pastoreando el rebaño de vacas de su padre.

Para protegerse de los comunes ataques de bandidos y ladrones, portaba su arco y varias flechas acomodados en el rústico carjac que siempre le cuelga del cuello y descansa sobre la espalda. Son las armas que usa su tribu en pleno siglo XXI, las mismas de hace siglos.

De pronto, el caballo se espanta, quizás advirtió la presencia de una peligrosa serpiente, y con un movimiento brusco proyectó a su pequeño jinete contra la tierra. El depósito de los dardos delante; el cuerpecito detrás. Una de las flechas quedó apuntando al cielo y sobre ella se precipitó Ousmane.

Fue asistido rudimentariamente por los familiares que compartían el cuidado del rebaño. Lo llevaron al Hospital Regional de Diffá, donde lo atendió un cirujano nigerino, quien lo trasladó a Zinder, pues no contaba con los medios necesarios para intervenirlo y sabe que la flecha se encontraba muy próxima al corazón del pequeño.

Con el dardo como un letal amuleto prendido a su carne, Ousmane recorrió 450 kilómetros de distancia, por una carretera con más de la mitad del trayecto en pésimas condiciones, y cerca de 60 kilómetros cubiertos por la arena del desierto.

Asombrosamente el niño arribó al Hospital Nacional de Zinder con sus parámetros vitales dentro de límites normales.

COMPLICACIÓN

Al intentar extraer el dardo, por el orificio de entrada comienza un sangramiento intenso. Después de realizar delicadas maniobras logran suturar el orificio y controlan la hemorragia.

El sudor abundante y frío perla la frente de los galenos. Al fin extraen la fatídica punta. Entonces se permitieron sonreír. Setenta y dos horas más tarde el niño comenzó a alimentarse por si solo y a caminar. Ousmane fue salvado.

 

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