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La escritora argentina Stella Calloni afirmó hoy que mientras anden
libres por el mundo terroristas de la talla de Luis Posada Carriles,
Latinoamérica no podrá cerrar ninguna de sus páginas de lucha
contra la impunidad.
Autora del libro Los años del lobo: Operación
Cóndor (1999), Calloni opinó en entrevista con Prensa Latina que
los atentados realizados por Posada y otros asesinos de origen
cubano, en su mayoría radicados en Estados Unidos, no sólo atañen
a Cuba.
Precisamente, la periodista recurrió a su propia
obra para desentrañar el prontuario criminal de este y otros
personajes como Orlando Bosch, Guillermo e Ignacio Novo y Virgilio
Paz, piezas claves del terrorismo de Estado aplicado en la región.
La Operación Cóndor fue el nombre con el que se
sindicó a un plan de inteligencia y coordinación entre los
servicios de seguridad de las dictaduras del Cono Sur —Argentina,
Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia–, en la década de
1970.
Si queremos eliminar las atrocidades cometidas en
esa época tenemos que comenzar por el punto de partida: Estados
Unidos, de donde se ordenó armar ese operativo siniestro al ex
dictador chileno, Augusto Pinochet, sostuvo.
Todos estos individuos, formados como especialistas
para matar en las escuelas de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA) en los años 60, ayudaron, además, a los regímenes militares
en Centroamérica, denunció.
Era mucho más fácil contratar a esos equipos
afuera para que no se filtraran los nombres de los asesinos,
subrayó Calloni, quien recordó, entre muchos, los homicidios
dentro de Cóndor de chilenos y de cubanos en México (como el
asistente del cónsul en Mérida).
Todos estos grupos mafiosos asentados en la Florida,
en su mayoría pertenecientes a la Fundación Nacional Cubano
Americana del extinto Jorge Mas Canosa, actuaron en Guatemala,
Nicaragua, El Salvador y Honduras, recordó la entrevistada.
A su juicio, no fue casual que en 1976, con apenas
un mes de diferencia, se registraran la voladura en pleno vuelo de
un avión civil cubano, con saldo de 73 muertos, y el asesinato del
ex canciller chileno Orlando Letelier en Washington.
Cada vez que a accedíamos a documentos en algún
lugar saltaban estos personajes, relató la Premio Latinoamericano
de Periodismo José Martí 1987, en alusión al descubrimiento en
1992 de los archivos de la dictadura de Alfredo Stroessner, en
Paraguay.
Fue en esas investigaciones sobre la internacional
del terror, como también se le llamó a Cóndor, donde pudimos
constatar la participación de Posada, Bosch, Paz y otros
extremistas de Miami en ese plan contrainsurgente ejercido por las
dictaduras, dijo Calloni.
Por eso, subrayó, sustentamos que las acciones
terroristas de estos genocidas y de las agrupaciones de la
ultraderecha que los apoyan, no sólo conciernen a Cuba, porque se
extendieron por todo el continente.
Aparecieron, además, citados en periódicos
españoles cuando asesinaron al monseñor Oscar Arnulfo Romero en El
Salvador, donde Posada tenía estrechos lazos con los escuadrones de
la muerte de ese país, rememoró.
¿Cuál sería el nivel de ilegalidad, que en 2000
intentaron llevar a cabo un nuevo atentado en Panamá los mismos
viejos terroristas que habían sido contratados para ir a matar a
otros lugares del mundo como parte del operativo Cóndor?, se
preguntó.
Calloni se refirió al entonces frustrado plan para
asesinar al presidente cubano, Fidel Castro, durante su
participación en una Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de
Gobierno.
De haberse concretado el hecho hubiese sido un
magnicidio, ya que no sólo se acabaría con la vida del líder
revolucionario sino también con la de miles de panameños que
asistirían al Paraninfo universitario a escucharlo, aclaró.
La también corresponsal del periódico La Jornada
en Sudamérica fue incluso más lejos en sus acusaciones, al colocar
a Posada y sus cómplices detrás del golpe de Estado en Venezuela
contra el presidente Hugo Chávez, en 2002.
No dudo que fueran de los grupos que actuaron en los
balcones de Caracas, desde los cuales dispararon contra las
manifestaciones de una y otra especie para armar el caos, deslizó.
Cóndor —insistió— no fue una creación de
Pinochet, sino de Estados Unidos, y el dictador en ese momento
representaba lo más disciplinado para el proyecto que ellos tenían
conjuntamente con Stroessner en Paraguay.
Mientras no llevemos a los estrados a esos
responsables de delitos de lesa humanidad y a quienes los
protegieron y financiaron, no podremos cerrar ningunas de las
historias contra la impunidad en América Latina, concluyó la
escritora argentina.