Fiesta por África
Okantomí o el corazón
afrocubano
ANTONIO PANEQUE
BRIZUELA
Okantomí, voz de origen
yoruba, se emplea dentro del sincretismo afrocubano y, recta o
figuradamente, podría designar, entre otras cosas, un estado de
ánimo existencial, definitorio dentro del intercambio de fluidos
entre ambas regiones, pero mucho más a partir de códigos
artísticos. Okantomí significa "con todo mi corazón" y su
presencia, asumiendo distintas figuras, pudo describir muy bien
durante estos últimos días el decursar de la Fiesta por África,
evento anual que no escatima reencuentros.
Así, Okantomí fue
también aquí el grupo que, con ese nombre, fabricó un folclor de
herencia, raigal y profundo en la recreación rítmica y danzaria,
durante el fin de semana último, mientras en el mismo espacio de
EXPOCUBA el concierto de Síntesis fue también okantomí respecto a
la técnica, dominio artístico y otros modos de actuar con arreglo al
corazón.
La orquesta Aragón
reeditó las canciones que le han asegurado en África un público
amantísimo que —al decir de sus músicos— emula con el cubano,
antecedida por los bailes orientales de las adolescentes de la Unión
Árabe de Cuba, plenas de místico y añejo romanticismo, las
exhibiciones de modas con sus trajes típicos contemporáneos, la
recitación de poemas de nostalgia subsahariana y otras ofertas de
jóvenes africanos que estudian en universidades cubanas.
Se nota todavía que a
esta Fiesta se pueden incorporar más bailadores y sus organizadores —instituciones
culturales cubanas y embajadas de esa región que ahora las apoyan—
no desfallecen en sus intentos por hacer más genuina la ceremonia
artística con la presencia de agrupaciones africanas autóctonas,
pero, mientras tanto, ahí están para suplir el déficit esos grupos
y otros como la Compañía Teatro de la Danza del Caribe, dirigida por
el maestro Eduardo Rivero.
No es coincidencia que una
de las obras representadas por esa agrupación en este encuentro
cubano-africano se llame también Okantomí. Montada desde
1970, esta pieza es invalorable en el catálogo de esta compañía
santiaguera y, en general, dentro de la cultura afrocubana.
Artísticamente integrada
por los solos de una muchacha (la realeza africana) y un muchacho (los
bronces de Benin; Ifé, la capital sagrada de los yorubas), de fuertes
rasgos negroides, quienes, cuando se unen en la danza, expresan una
unidad de pueblos, esta obra simboliza la propia unidad africana ante
la esclavitud y el saqueo.
Mediante una suerte de
lenguaje artístico en soporte afrocubano, es esta danza algo así
como un rito guerrero de enfrentamiento ante la gran deuda de los
ricos con África, esclava histórica de vigente despertar.
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