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Un niño libre convoca a otra lucha
ANETT RÍOS JÁUREGUI
Un
niño de 11 años, vestido de pionero, se paró este viernes por primera vez
ante más de
5 000 personas en la Tribuna Antimperialista José
Martí. Pequeñito, junto a los micrófonos, comenzó a leer con
firmeza un discurso para Cuba y, en verdad, para el mundo entero.
Hace poco más de cinco
años, la suerte de Elián González se convirtió en una conmoción
internacional. La intensa saga de su llegada y posterior secuestro
en Miami, la lucha del pueblo de la Isla por su devolución, el
esperado rescate (un día como ayer, llevado a cabo por Fuerzas
Especiales del Servicio de Inmigración y Naturalización de los
Estados Unidos), la reunificación con su padre en ese país, y el
definitivo regreso a Cuba, componen, quizás, uno de nuestros
pasajes contemporáneos más estremecedores; para la opinión
pública exterior, igualmente, una historia trascendente y
aleccionadora.
La batalla por ver a
Elián en Cuba fue una lucha política por la justicia y la
libertad, al mismo tiempo que una gran batalla sentimental de los
cubanos. Cuando ayer apareció sobre el escenario de la Tribuna,
solo hubo un contundente silencio. Y una vez más, mucha, mucha
gente estremecida.
El encuentro en la
capital cubana para celebrar el quinto aniversario del rescate de
Elián de manos de la mafia de Miami, fue una extraña fiesta entre
pasado y futuro. Los pioneros oradores y artistas, las canciones,
las poesías y el fervor que caracterizaron los esfuerzos por el
regreso del niño y el inicio de una nueva etapa en el país, son un
recuerdo entrañable para una generación de cubanos. Sin embargo,
el viernes lo supimos, representan también una inspiración, un aliento
sin tiempo.
Elián agradeció
públicamente a los que hicieron realidad su sueño de ser un niño
libre. Su papá, Juan Miguel González, según confesó minutos
después, había vuelto a llorar de emoción y felicidad con las
imágenes que inauguraron la velada: secuencias de un niño feliz,
tomadas y divulgadas tras el arribo a Cuba, el 28 de junio del 2000.
Las maravillosas
revelaciones del tiempo y de la historia: fue Elián quien
habló al mundo, elocuentemente, para describir su suerte de
estudiante, sus alegrías familiares y para pedir justicia por otros
niños y para los Cinco Héroes prisioneros del imperio, para que
Ivette puede disfrutar del cariño de su padre. Es muy posible que
recordemos esta jornada por mucho tiempo. Recordaremos el valor de
Elián —quién lo duda, el niño eterno de Cuba— y el
significado de sus frases. Recordaremos este otro inicio (más bien
lógica continuación) de la lucha nacional para que el mundo
escuche, y para que esa digna palabra: "Justicia", recobre su mejor
herencia. |