Bolton, un embajador a la medida

Por HUGO RIUS

NACIONES UNIDAS, 23 de abril (PL). — La nominación de John Bolton como embajador de Estados Unidos en la ONU escandaliza, pero no sorprende.

Es de lo más congruente con los vientos que soplan en la cúpula de poder de la superpotencia y su agresiva agenda hacia el resto del mundo.

Tampoco debería causar asombro si el mes próximo el subcomité congresional estadounidense al fin lo aprueba para desempeñarse en el cargo, a pesar de las graves recriminaciones que recibió el nominado.

A decenas de miles de kilómetros, desde la otra cara del planeta, la secretaria de Estado, Condolezza Rice, hizo un alto para defender a Bolton como el representante correcto en la ONU, el mismo a quien no quiso de acompañante como adjunto, tan pronto se convirtió en titular.

Y por si fuera insuficiente, el propio presidente estadounidense, George W. Bush, calificó a Bolton de "el hombre correcto en el momento correcto" para la vapuleada ONU.

Por muy sólidas y contundentes que hayan sido las reservas expresadas en el Capitolio, para impugnar el nombramiento, será imposible pasar por alto el estilo fascistoide con el que impone su voluntad el ala reaccionaria dominante en el Partido Republicano.

El vicepresidente Dick Cheney, y verdadero jefe de la "cosa nostra", de la que depende Bolton, recurrió al chantaje con aquello de que conoce de cerca a los legisladores de sus filas que dudan ante el candidato, en buen mensaje mafioso.

Tal como van las cosas, Estados Unidos se dispone hasta a romper un tradicional entendimiento bipartidista, que data desde la misma fundación de la ONU, de designar como representantes a figuras con algún prestigio político o exitoso crédito diplomático.

Por los foros de la Organización pasaron un ex candidato presidencial, Adlay Stevenson, un ex secretario de Estado, Edward Stettinius, una futura secretaria, Madeleine Albright y un futuro presidente, George Bush padre.

También ex senadores, un ex magistrado de la Corte Suprema y personalidades como los demócratas Andrew Young, quien sería alcalde de Atlanta, y Bill Richard, actual gobernador de Nuevo México.

Aunque todos ellos fueron portavoces en la ONU de la política imperial en cada tiempo, que se sepa ninguno recibió la encomienda de destruir la institución fundada en 1945, por demás imposible en un escenario bipolar.

Destruir parece ser ahora la misión de Bolton, cuya sola propuesta para el cargo refleja con harta transparencia los designios de la actual política exterior de la Casa Blanca.

Sus antecedentes lo retratan como el tipo ideal para el trabajo sucio que hace falta para acabar con el multilateralismo y lo que queda de democrático en las Naciones Unidas, después de la unilateral guerra de ocupación en Iraq.

Por lo menos, se reportan 10 historias de ataques de Bolton a la ONU, que empiezan por haber afirmado que Estados Unidos, el mayor deudor, no tiene ninguna obligación de pagar sus compromisos a la Organización.

Entre sus furibundas expresiones se le atribuye la de que el Consejo de Seguridad debería ser reducido a un solo miembro, Estados Unidos, y que "no existe esa cosa que se llama ONU".

En otro momento dijo que si el edificio de la ONU pierde 10 de sus 38 pisos no habría la más mínima diferencia.

Durante su previa actuación, como subsecretario a cargo del control del desarme, se empeñó en distorsionar informes de inteligencia para levantar una falsa acusación contra Cuba por presunto potencial militar biológico.

Lo mismo hizo para fabricar el expediente de armas de destrucción en masa en Iraq, que nunca aparecieron, y más tarde para hostigar a Irán.

Conspiró, además, para impedir la reelección del director general del organismo de la ONU que prohíbe las armas químicas, e intentó sin resultado un tercer mandato de Moihamed ElBaradei al frente de la Agencia de Energía Atómica.

Todo porque no se plegaron a las consignas de Washington.

El caso de Cuba caso salió a relucir en el escrutinio congresional, con señalamientos de falta de ética, arbitrariedades, abusos, acosos y amedrentamientos a subordinados, en un típico comportamiento de hampón.

Este es el embajador que probablemente enviará Estados Unidos a la ONU, en el momento en que se debate cómo rediseñarla, y bajo la amenaza de que derive en una corporación al servicio de la superpotencia.

Así las cosas, Bolton sería el representante permanente a la justa medida del emperador W. Bush y su delirante sueño de tener el mundo en sus manos.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Deportes | Cultura |
| Cartas | Comentarios | Ciencia y Tecnología | Lapizcopio| Especiales |

SubirSubir