Fe de vida: imagen y
palabras
Con la intensidad de
María Zambrano
SONIA SÁNCHEZ
Otra
iluminación en la vida cultural habanera se está gestando con fuerza
y vitalidad mediante las nuevas tertulias del recién inaugurado
Centro Cultural Dulce María Loynaz, de 19 y E en el Vedado.
María Zambrano.
Ahora nos llega Fe de
vida: imagen y palabras, un espacio que tendrá como
característica fundamental centrarse en la relación entre la imagen
y la palabra a partir de la vida y la obra de grandes figuras
literarias, como explicara en su apertura Edel Morales, director de la
institución. El último martes de cada mes, a las 4:00 p.m.,
conducido por la poeta y promotora cultural Aitana Alberti, abre sus
puertas y en su primer momento llegó con la evocación de una poeta y
filósofa esencial en las letras españolas: María Zambrano Vélez
(Málaga, 22 de abril de 1904-Madrid, 1991).
Sobre esta relevante
personalidad fue presentado a propósito de la remembranza, el
documental de las españolas Irene del Pozo y Marta Saleta, Una
muchacha llamada María.
Fina García Marruz y
Cintio Vitier, dos glorias de la literatura de nuestro país —protagonistas
del cuadernillo Diálogo (breve) de la intensidad, nacido de
una entrevista de la periodista Rosa Míriam Elizalde, presentado en
la ocasión—, que estuvieron cerca de ella durante su estancia en
Cuba y compartieron el pensamiento, anhelos, esperanzas de la
andaluza, brindaron emotivos recuerdos de la mujer que, junto al
quehacer creador, llevó consigo el amor por la República española,
pasión que irremediablemente la condujo en una época de su vida a
vivir alejada de su tierra.
Rememoraron la vocación
de libertad de la autora de Antípodas y la huella dejada en la
intelectualidad cubana —en especial el grupo Orígenes al que estuvo
estrechamente vinculada y del que fue destacada colaboradora—
durante los años que tuvo a Cuba como su "Patria prenatal", según
ella misma dijera.
De manera especial, Fina
aludió a la primera y breve visita de María Zambrano a La Habana, en
1936, y su estancia posterior en la Isla, cuando recibió decisivas
influencias del pensamiento filosófico de la malagueña al escuchar
sus clases en la Universidad.
"María
Zambrano tuvo una participación profunda en la configuración
espiritual, en el sentido y hasta en lo que pudiéramos llamar el
sabor específico de Orígenes", aseguró Cintio ante numerosos
intelectuales presentes.
"Así
como Juan Ramón Jiménez significó para Fina García Marruz y para
mí, la revelación de la poesía, María Zambrano fue para nosotros
la revelación de la filosofía y ambos no solo por la letra, sino
también venturosamente por la presencia y la figura", añadió y
abundó que en su filosofía tienden a confluir, "quizás a
transustanciarse la razón, la poesía, la mística".
Se ha dicho que los
presupuestos del pensamiento filosófico de María Zambrano brotan del
impulso de armonizar metafísica y mística a fin de proponer la
razón poética como solución a la crisis existencial de la década
del cuarenta en España, cuando se frustraba la República, razón por
la cual se ve obligada a marchar al exilio del que expresó: "Ha sido
como mi patria, o como una dimensión de una patria desconocida, pero
que una vez que se conoce, es irrenunciable". París, México, Cuba,
Roma, La Pièce y Ginebra son escenarios geográficos en los que dejó
su legado filosófico, el de una mujer valiente, que se atrevió a
romper convencionalismos.
Exiliada concibió y
publicó sus más descollantes obras: La confesión como género
literario (1943), El pensamiento vivo de Séneca (1944), Delirio
y destino (1952), El hombre y lo divino (1955), El
sueño creador (1965) y Claros del bosque (1975).
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