En uno de los pontificados más largos en la historia de la
Iglesia Católica, el Papa Juan Pablo II inició lo que solía llamar
su misión espiritual con un viaje impostergable a Latinoamérica,
tras apenas tres meses de su coronación en 1978.
Y es que el "Continente de la Esperanza", como él mismo denominó
a esa región, tenía que ser destino obligado para quien incursionó
en la difícil labor de unir a la comunidad católica mundial y
fortalecer sus instituciones en una época signada por las constantes
crisis.
Casi la mitad de los mil 71 millones de católicos del planeta
viven en América Latina y el Caribe.
Así, Karol Wojtyla, investido como Sumo Pontífice el 22 de
octubre de 1978, realizó su primer peregrinaje latinoamericano el 25
de enero del año siguiente por Santo Domingo (República Dominicana),
Puebla (México) y Bahamas.
Pero puede decirse que su contacto diplomático inicial allende el
Atlántico ocurrió cuando Juan Pablo II aceptó mediar en el conflicto
limítrofe entre Argentina y Chile.
El más carismático de los jerarcas católicos llegó a Puebla para
inaugurar la III Conferencia General del episcopado latinoamericano
bajo un escenario social convulsionado por desigualdades de todo
tipo, espeluznante pobreza y una masa de desposeídos, excluidos por
las políticas neoliberales en boga en la región.
Ante este panorama, la Iglesia tuvo que enfrentarse a una huída
casi masiva de adeptos que perdieron la fe, a la vista de un mundo
terrenal cada vez menos favorable para los sectores más
desprotegidos por los gobiernos.
El Papa admitió durante la homilía del 28 de enero de 1979 que la
esperanza estaba a punto de desvanecerse por los "índices
verdaderamente deprimentes de insalubridad, pobreza, miseria,
ignorancia, analfabetismo, condiciones inhumanas de vivienda y
tantas otras realidades no menos tristes".
Tras un breve lapso, decidió cruzar de nuevo el Océano Atlántico
el 30 de junio de 1980, esta vez, con destino a Río de Janeiro,
Brasil, país que alberga la mayor población de católicos del
planeta.
La "ciudad maravillosa" recibió al representante del Vaticano en
pleno apogeo por los 25 años de la fundación del Consejo Episcopal
Latinoamericano (CELAM), institución que con el tiempo pasó a
desempeñar posiciones pastorales en defensa de los más pobres.
Desde Río, en un discurso a los obispos de América Latina, el
sucesor de Pío XII condenó las guerras y la carrera armamentista,
sobre todo en el sentido de provocar muertes y como causante del
creciente subdesarrollo.
En junio de 1982 efectuó su décima tercera salida de Italia con
rumbo a Buenos Aires, en momentos en que Argentina enfrentaba el
desigual conflicto bélico con Gran Bretaña por la reivindicación de
las Islas Malvinas, aún con la dictadura militar.
Un lustro después retornó a la capital argentina para la
celebración de la II Jornada Mundial de la Juventud católica,
durante una gira por el Cono Sur latinoamericano, que incluyó
también a Uruguay y Chile, bajo el régimen de Augusto Pinochet,
donde pidió respeto a la vida y dignidad humana.
Entre 1983 y 1987, Juan Pablo II, con su aval de "Papa viajero",
realizó una amplia gira que abarcó Centroamérica, el Caribe y
Sudamérica.
Los países visitados fueron Costa Rica, Nicaragua, Panamá, El
Salvador, Guatemala, Honduras, Belice y Haití. (1983)
Por segunda vez el avión del Vaticano lo condujo también a la
República Dominicana y posteriormente a una breve escala en San
Juan, Puerto Rico (1984).
Venezuela, Ecuador, Perú y Trinidad-Tobago, en 1985, y Colombia y
Santa Lucía, en 1986, recibieron asimismo la visita de su Santidad,
con lo que completaría su visión del denominado continente de la
esperanza, una de las regiones más desiguales del mundo.
Juan Pablo II cerró su primera década de pontificado (1988) tras
visitar Uruguay, Bolivia, Paraguay y Perú, la cuna de la Teología de
la Liberación, cuya doctrina al servicio de los pobres fue un claro
mensaje para que la Iglesia se acercara a quienes cada día tienen
menos para comer y alimentar a sus familias.
El siguiente decenio fue tan pródigo en visitas como el anterior,
marcado por su reiterada presencia en varios países (México, Brasil,
Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Venezuela) o su primer encuentro
con los cristianos cubanos, en La Habana el 21 de enero de 1998.
De paso hacia la ciudad veracruzana de Mérida, visitó asimismo a
Jamaica, en 1993.
"El hombre que habla desde el altar", al decir de Rafael Navarro
Valls, uno de sus biógrafos, hizo su último viaje a Latinoamérica en
julio de 2002, cuando canonizó en Guatemala al beato Pedro Betancurt
y, en México, a Juan Diego, el primer santo indígena.
Tomado de
Prensa Latina