Desde Venezuela

Las lecciones amargas de Carlitos Rodríguez

Ventura de Jesús y JorgeL. Baños (foto), enviados especiales

Carlitos Rodríguez sigue ufanándose de su nombre. Se siente orgulloso, aunque después de retirado haya tropezado en la vida con una trama tan dura como el más peliagudo de sus contrarios encima del ring.

Fue uno de los más sobresalientes boxeadores venezolanos de todos los tiempos. Mimado del público, ocupó titulares de la prensa por espacio de varios años. El fuerte pegador minimosca inspiró un sinnúmero de elogios a lo largo de su carrera.

Carlitos "Pupilo" le llamaban y todavía le dicen cariñosamente. Llegó a ser campeón nacional de boxeo profesional y uno de los mejores ranqueados a nivel mundial del peso mínimo (105 libras). Por aquella época daba casi por seguro que sería millonario.

Pero una vez que fue perdiendo aptitudes como atleta, la fama de Carlitos se acabó como una vela, con un breve chisporroteo. Desde entonces se le vio arrojado en un rincón del Parque de Los Caobos, en una céntrica zona de la ciudad de Caracas.

Allí, en la extensión de un gimnasio "hecho con las uñas", se acurruca con su esposa y dos pequeñas hijas. Temprano en la mañana se le ve recogiendo la hojarasca que yace en el cuadrilátero donde entrena a varias decenas de muchachos.

A sus pupilos les recuerda sus días de notoriedad y especialmente los ingratos momentos como atleta rentado. Echa mano de todo su repertorio de desdicha para que los discípulos no crean que el profesionalismo es la salvación de sus vidas.

En su historial boxístico amateur acumula 70 victorias y solo 16 derrotas. En el ámbito profesional se agenció 22 triunfos y cayó en seis oportunidades.

¿Qué te dejó el boxeo profesional?

"Muy poca cosa, o nada. Lo peor era el trato de los manager y de los medios de comunicación. Te utilizan como una cuerda que estiran y aflojan a su antojo. Los haces ricos y cuando ya estás acabado te echan a un lado sin el menor reparo.

"Los acaudalados y políticos solo te quieren para tomarse fotos. Con lo que me gané boxeando no pude hacerme ni de un ranchito. Mis más duros rivales eran los propios apoderados. Nunca cumplían con lo establecido en el contrato. En el boxeo profesional vida y muerte valen lo mismo."

A los 44 años de edad aún conserva su diminuta figura y la estampa de cuando estaba en activo. Además de su responsabilidad como preparador, Carlitos Rodríguez labora actualmente en un proyecto con colaboradores deportivos cubanos en la enseñanza de las artes marciales. Es algo que lo alienta sobremanera en los últimos tiempos.

Todavía guarda en su memoria sus combates ante los cubanos Hipólito Ramos, Omar Santiesteban y Gumersindo. Cuando habla de los antillanos se nota como una nostalgia agazapada. Admite que la escuela cubana de boxeo "es una maravilla, no tiene comparación en el mundo".

¿Cómo te fue en tus compromisos frente a los cubanos?

"Bueno, le gané a Gumersindo, pero Hipólito me dio `una pela'. Era escurridizo como una anguila. Nunca lo pude encontrar encima del cuadrilátero. Y Santiesteban me propinó todos los `coñazos' que quiso. Me pegó hasta en el pasaporte."

 

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