¿Tosco de qué?
Lo humano, lo divino,
lo posible y lo imposible de José Luis Cortés
PEDRO DE LA HOZ
A
José Luis Cortés le conocen por el Tosco no por la música. Cuando
estudiaba en la Escuela Nacional de Arte le adjudicaron, junto al
uniforme de becario, unas botas rusas que sobrepasaban en su talla
un punto y medio la medida de su pie. De ahí vino el sobrenombre:
botas grandes, rústicas, toscas. Pero ya tenía unos labios
prodigiosos, un don para hacer cantar la flauta, una fértil
imaginación para entrecruzar las más variadas especies de la
música cubana. Y la universidad de la calle, del Condado, de los
rumberos mayores, de los sabios del tíbiri tábara, del dicharacho
y la frase chispeante. La combinación perfecta: Mozart y los
entresijos del barrio.
Ahora NG la Banda, su
banda, cumple 17 años. No es un número redondo, pero para él, y
la agencia Clave Cubana, que lo representa, es como si lo fuera.
Como si todos los días fueran números redondos, porque así es la
música que defiende. A estas alturas no se sabe a ciencia cierta si
el miércoles 6, en el Salón Rosado Benny Moré, será la gran
fiesta, con Van Van, Pachito Alonso, Paulo FG y casi todo el
catálogo de la agencia a su disposición. Ya se hará pública la
noticia. Más interesante, pienso para los lectores, es reproducir
el diálogo que sostuvo este redactor con José Luis, al margen de
fechas conmemorativas, solo con el ánimo de poner temas candentes
sobre el tapete.
¿Qué tiene y qué
le falta a NG la Banda a 17 años de su fundación?
"Todo
y nada. El mismo concepto está vigente. No son las mismas personas.
Todo es dialéctico."
¿Influyen las
circunstancias o algo más?
"Yo
quisiera tener una banda grande, como la que había antes. Pero la
gente cambia. Antes yo decía: Vamos a ensayar, a montar un tema
después de una noche de trabajo. Y no había problemas. Los
músicos se entregaban por amor a la música. Lamentablemente hoy te
preguntan: ¿Cuánto voy a ganar con eso?"
¿Cómo evalúas la
actualidad de la música cubana en la vertiente bailable?
"Seguimos
adelante. La inventiva no se acaba. La difusión es otra cosa.
Parece que el reguetón nos está ganando la pelea. Lo digo con
cierta amarga ironía, pero parece que por estos días estamos
condenados a ser un apéndice de lo peor que ha dado la música
puertorriqueña y panameña, aunque estas sean músicas muy grandes
en muchos otros aspectos."
¿No te convence el
reguetón?
"No
se trata de eso. Yo no lo niego, lo que me molesta es el reguetón
barato, fácil, sin mestizaje. La imposición sin medida. La
irresponsabilidad de los medios. Antes de que existiera la moda, yo
empecé a mezclar el reggae y el rap con nuestra música. Lo que me
parece mal es que sea al revés: que se empobrezca la música cubana
con fórmulas de ocasión."
¿Con qué factores
identificas esos retrocesos?
"Con
la manía con que se atacó a la música bailable. Anota que la
lista es larga: limitaciones de trabajo para las orquestas,
estrechez de los horarios en los centros nocturnos, caprichos de las
disqueras, prejuicios de todo tipo. ¿Te imaginas que un tema como
Mi maletín no esté firmado por ninguna disquera cubana?"
¿Y no has comentado
lo que dijo al respecto Leo Brouwer, cuando comentó que era un
paradigma de la posmodernidad en la música popular cubana
contemporánea?
"Yo
no voy a darme autobombo. Mi música está ahí, es mi carta de
presentación. Ravel, Rimski-Kórsakov, Matamoros, Lecuona, Chucho
Valdés: todo fluye, todas las buenas músicas tienen que ver
conmigo, no sé si así ocurre con los demás. Mi divisa es que
bailen y gocen conmigo. A eso nunca renunciaré. Soy un hijo de la
música de mi país, de la política cultural de la Revolución de
mi país. Allá los que no lo toman en cuenta."
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