Tributo al arte naif cubano

De lo maravilloso a lo mágico

SONIA SÁNCHEZ

No dejan la huella de nuestros antepasados de las cavernas, pero son primitivos en su propia esencia. Hombres y mujeres que por el sendero de lo maravilloso transitan hacia donde la magia tiene su espacio vital.

Uno de los "ojos" de Jay Matamoros.

Y este es, precisamente, el credo inspirador de un sugerente compendio: Arte mágico en Cuba, del norafricano residente en la isla San Martin, Gérald Mouial (1942).

Editado en estrecha comunión entre la española Escandón Impresores y Arte Cubano, del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, reúne una representación de la obra de 51 pintores naives de todo el país —no todos los existentes por abarcador que resulte el volumen— resumida en cinco o seis reproducciones por autor y expuesta en cuatro páginas dedicadas a cada uno, en las cuales se insertan también, a manera de texto, sus propios monólogos, un ramillete de anécdotas personales.

Expresión artística históricamente observada por encima del hombro por sectores sociales admiradores del exclusivo arte académico, hoy tiene en Cuba un justo lugar —y este libro, el primero de su tipo publicado en la Isla contribuye a realzarlo— de la mano de creadores populares que, por serlo, provocan circunstancias que "debieran obligarnos a respetar aún más sus méritos artísticos, ya que son producto de un esfuerzo adicional, fruto genuino de la tenacidad, del coraje, del optimismo y prueba irrefutable de su real vocación expresiva y comunicativa", a juicio del crítico e historiador de arte, Orlando Hernández.

Arte mágico en Cuba, presentado en la galería Diago, del Centro Histórico de la Ciudad, resulta un enfrentamiento a la imaginería de esos pintores espontáneos emergida de temas cotidianos como son sus vidas, el campo, la ciudad, el hogar o sus experiencias dentro de la Revolución, y el fruto de poco más de un año de investigación del coleccionista de arte Mouial, quien asegura estar convencido que este arte en Cuba forma parte de una cultura profunda, exenta del mercantilismo, "del souvenir de aeropuerto", que lo identifica en otras latitudes.

En esta explosión de colorido característica de la pintura naif aparecen una pléyade entre la que muchos tienen un trabajo consagrado y algunos muestras personales —el caso de Ruperto Jay Matamoros (Santiago de Cuba, 1912), de quien en 1987 se expuso La vida en el paisaje, y es Premio Nacional de Artes Plásticas—; publicaciones en reconocidas revistas, entre ellas La Breche, de André Breton, para la cual tributó sus ilustraciones Alberto Anido (Villa Clara, 1938); o, simplemente, alguien que lleva su arte a la calle en claro gesto comunitario, el santiaguero radicado en la capital, Manuel Semanat (1957), aquel que en una cuadra de la calle Tulipán, en Nuevo Vedado, dejó plasmado un gran mural que trasunta su divisa: "mi inspiración viene del sincretismo y de los sueños..."

 

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