Humberto

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

El talento Y el entusiasmo, sostenidos al paso de los años como el vibrar de una cuerda infatigable, han hecho de Humberto Solás un imprescindible en la historia del cine cubano y latinoamericano, de ahí el merecido Premio Nacional de Cine que ahora recibe.

Antes de los filmes de ficción, estuvieron sus primeros documentales en blanco y negro, exponentes de las inquietudes estéticas de un muchachito de veinte años que simplemente buscaba ser diferente. Pero no sería errado hablar de una generación de espectadores que en el ya lejano 1968 comprendía, entre la emoción y el desconcierto, que algo transformador sucedía en la pantalla.

Aquel corto de ficción de 41 minutos y título con nombre de mujer, Manuela, creó una expectativa acerca de lo que estaba por venir que duraría dos años. Un primer largometraje que treinta y cinco años después de su estreno en una feliz noche de 1970, todavía se reverencia y aplaude. Dígase Lucía y venga a la cabeza el término antológico y una lista de premios y reconocimientos internacionales que a duras penas cabrían en esta página.

Otros largometrajes y premios llegarían (Un día de noviembre, Cecilia, Amada, Un hombre de éxito, El siglo de las luces...) y también documentales de depurada factura (Simparelé, Wifredo Lam, Obatalá...), obras todas en las que junto a la plasmación de una identidad nacional no exenta de lidias, late —al compás de esa virtud de Humberto de emocionar sin manipulaciones— el espíritu múltiple de un creador en constante lucha con los retos del arte.

Y ya se sabe que de tales retos se puede salir (y ni los más grandes entre los grandes en la historia del cine escapan de ello) lo mismo con coronas de laureles que con desgarraduras en los costados.

Sin dejar de ser sencillamente el emblemático Humberto, el director que un día se declarara deudor del opulento Luchino Visconti, y por ende, amante de un cine con recursos, da un giro a sus convicciones estéticas y, a tono con las exigencias de los nuevos tiempos, proclama que el cine digital es la vía para no vivir solo de recuerdos y continuar en el ruedo. Un camino que asume por primera vez con su emotiva Miel para Ochún y que pletórico de euforia lo convierte en el fundador y presidente del Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara, mientras se espera —ya por salir— su Gente de pueblo, segundo empeño en estos menesteres.

Hoy, los amantes del cine y de la cultura en general, que es decir nuestra vida toda, deben estar de plácemes con el premio Nacional de Cine que se le concede a Humberto. Un reconocimiento no a un hombre en retirada, ni que ha visto pasar sus mejores tiempos, sino a alguien que con aquella misma vitalidad del muchachito de veinte sería todavía capaz de rebasar —con lo mucho que le falta por hacer y atesora en la cabeza— la trascendencia de este mismísimo premio.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Deportes | Cultura |
| Cartas | Comentarios | Ciencia y Tecnología | Lapizcopio| Especiales |

SubirSubir