Secuestro de amor

Texto y foto: PASTOR BATISTA VALDÉS

LAS TUNAS.— Tal vez la escena hubiera generado cierta duda y hasta alarma en cualquier otro país. Nada semejaba más a un secuestro que aquella operación, mediante la cual tres chicos "raptaban" a un niño físicamente discapacitado, para llevárselo, en "fuga", quién sabe a dónde.

La discapacidad física de Rafa
 no le impide acceder al
 conocimiento, en su propio hogar.

Pero la ciudad no es otra que Las Tunas, el país se llama Cuba y el ambiente, insuperablemente sano y apacible.

Quizás por ello, desde el fondo del cochecito donde viaja, impulsado por la emoción de Riqui, Aniel y Leonard, el pequeño Rafael Riquenes Carralero (Rafa) despide un suspiro de placer. Nada le importa ahora esa osteogénesis imperfecta que a los 9 años de edad lo mantiene reducido a unas 16 libras de peso, y alrededor de 72 centímetros de estatura con una permanente fragilidad ósea. En realidad, esta nueva aventurilla lo hace sentir, otra vez, tan capaz, libre, feliz y dichoso como cualquiera de las restantes personas que habitan el país.

Sin embargo, Rafa no es privilegiado solo porque puede irse al estadio de béisbol, pedirle a Joan Carlos Pedroso que le firme una pelota, sentir que remonta la altura de aquel jonrón o gritarle a un jugador: "Dale chico, cambia ese guante que es una coladeraaaa". Tampoco lo es únicamente porque puede estar horas sobre una balsa en la playa, o porque sus compañeritos se disputen el derecho a jugar bolas con él, a empinar el papalote o a poner en sus manos la pelota que lanzará tan lejos cuanto pueda.

Fue privilegiado siempre: lactando del seno de Milettys, su mamá; recibiendo esa atención médica tan rigurosa en ciencia como sensible en humanismo, accediendo al conocimiento en las vías no formales de educación (para niños de cero a 5 años que no asisten al círculo infantil), así como en aquella aula de preescolar, hasta donde sus padres lo llevaban al amanecer.

"Recuerdo que cada vez se nos hacía más difícil —explica la mamá— porque mi esposo tenía que estar temprano en el combinado lácteo y yo en la clínica estomatológica Héroes de Bolivia. Por suerte, el Estado nos da cada día más oportunidades a todos y me acogí a la resolución aprobada para los discapacitados. Ahora me pagan mi salario completo para que me dedique única y exclusivamente al cuidado de mi hijo... por el resto de la vida."

DOS MUJERES PARA MÍ SOLITO

Con la picardía royéndole los ojillos, Rafa me mira y se encoge de hombros. No está acomodado en las piernas de Milettys, sino en el regazo de María del Carmen Rodríguez: su "otra mamá", la mujer que desde hace cuatro cursos escolares viene hasta la casa donde él vive, o se lo lleva hasta el hogar de ella, para enseñarle Lengua Española, El mundo en que vivimos o Matemática, asignatura esta última preferida por el pequeño.

"Hace 12 años que trabajo así, como maestra ambulante —comenta María del Carmen— y cada día me gusta más, porque es una labor muy tierna y sensible, como resultado de la cual se llega a adorar a estos niños, sin sobreprotegerlos."

Además de Rafa, también les imparte clases, en sus respectivos hogares, a Yoandro Verdecia y a una niña llamada Driannis Rodríguez, de 9 y 11 años, respectivamente.

Como ellos, y por razones de enfermedad, más de una decena de niños tienen ese derecho (dicha) en esta ciudad. Pero ninguna familia queda exenta de tal posibilidad en toda la nación.

Acerca de eso no dicen ni una palabra quienes atacan a Cuba o disparan contra la esperanza en otras partes del mundo. Quizás en el fondo de ese silencio subyazca el mismo pavor de siempre ante la dimensión de nuestra verdad... una verdad tan noble como la silueta de un niño discapacitado escuchando a su maestra, o una cándida sonrisa remontando las estrellas, desde la diminuta estatura de quien a los 9 años de edad mide y pesa menos que un fusil.

 

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