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El oficio de criar cerdos
RONAL SUÁREZ
PINAR DEL RÍO.—
Lidiar con puercos jíbaros, ariscos y hasta agresivos, no es
fácil; menos aún si el terreno resulta adverso, como ocurre en la
península de Guanahacabibes. No son pocos los dedicados a ese
oficio que han quedado marcados por el colmillo de un verraco
celoso; peor suerte corren sus perros, expuestos constantemente a
una respuesta inamistosa.
Reinaldo Montero, experimentado
criador de cerdos.
Pero nada de eso amilana
a quienes han escogido esa tarea en las 14 fincas silvícolas
porcinas diseminadas por el extremo occidental. Casas temporales
situadas en lugares inhóspitos albergan a los finqueros, siempre en
número de tres o cuatro para que puedan auxiliarse, dado el
aislamiento en que viven.
Ellos cuidan del bosque,
reciben sementales para mejorar la cría y otros recursos; dos veces
al año entregan a la Empresa Forestal Guanahacabibes los animales
que hayan alcanzado talla comercial y reciben el 50% de las
utilidades. También producen carbón, que se les paga a buen
precio.
Uno de esos hombres es
Reinaldo Montero, quien desde hace 13 años se instaló en la finca
Los Flacos. Aunque oriundo de la península, había estado alejado
de ella, pues al pasar el Servicio Militar se capacitó como patrón
de barco y ejerció esa profesión durante un tiempo.
Después trabajó en el
restaurante cabaret Rumayor y en el hotel Pinar del Río, pero
volvió a Guanahacabibes en cuanto se le dio la oportunidad, pues
como él dice: el venado siempre tira al monte.
"Empecé
con cuatro lechonatas jíbaras que fui amansando con el tiempo. Dos
estaban preñadas y me dieron las primeras crías. Hoy tengo 200
animales. Cuando pasó el huracán Iván pensé que había perdido a
una buena parte, pero fueron apareciendo."
Cada día Reinaldo y su
hijo Bladislay, acompañados por cuatro perros amaestrados, recorren
el criadero principal y los tres comederos diseminados por el
bosque. Los granos de maíz y la miel de purga que colocan en esos
lugares, atraen a los cerdos.
A las puercas gestadas
les dan atención; una vez paridas las localizan entre la
vegetación y el "diente de perro" y les hacen las curas
correspondientes, pues por lo general tanto las madres como sus
crías son atacadas por el gusano.
Su alimento son
semillas, palmiche, insectos y cangrejos; por lo general resultan de
lento desarrollo, y una puerca no logra más de cuatro o cinco
lechoncitos, dice Reinaldo.
De una de esas andanzas,
Bladislay tiene un recuerdo imborrable: "Tenía 12 años de edad y
estaba echándoles comida a una puerca y su cría, cuando se acercó
un verraco. Le di con un palo para mantenerlo a distancia. Se
alejó, pero al darle la espalda vino y de un colmillazo me abrió
la pierna".
"Lo
saqué hasta la carretera y un jeep que iba hacia La Bajada, al ver
como sangraba, viró y nos llevó hasta Manuel Lazo. Lo remitieron
para el hospital Abel Santamaría y a las 10 de la noche ya estaba
operado. Tuvieron que reconstruirle los tejidos y darle 24 puntos
interiores e igual número por fuera", agrega el padre.
Pero el incidente no
amilanó a los Montero. No en balde son de los criadores que más
cerdos entregan cada año. Otra vez, antes de irme, pregunté a
Reinaldo cómo después de trabajar en el acogedor hotel pinareño
había vuelto a la "selva" de Guanahacabibes. Porque el venado
siempre tira al monte, contestó. |