No hay casualidad
Un caso en el que la medicina le dice no a la muerte y en el más modesto hogar sigue habiendo sonrisas
PASTOR BATISTA
VALDÉS
LAS TUNAS.—Tal vez en
este mismo instante, en el humilde hogar de Yorkis Valdés y su
esposo, allá en Las Delicias, municipio de Amancio, falte el fluido
eléctrico, el agua o no haya detergenteÁpero todo ello es
superfluo ante el alivio que le proporciona a la joven madre saber
que bajo su techo palpita lo más preciado para una verdadera
familia en cualquier rincón del planeta: la vida de su pequeña
hija, de apenas dos meses de edad, a quien la muerte no pudo
desprender de su tibio regazo gracias a la medicina cubana.
El programa materno infantil continúa consolidándose en esta provincia.
Casos como el de la
bebita Adriana Paneque Valdés con frecuencia estremecen a una
población que se sabe atendida por este sistema de salud, no
perfecto, pero sí profundamente humano y con especialistas capaces
de sufrir junto al paciente, suplir con pasión lo material que
pueda faltar y lograr resultados nada milagrosos ni casuales, a la
manera del 3,8 de tasa de mortalidad infantil registrado por esta
provincia (la más baja de su historia), en el año que acaba de
concluir.
Para Yorkis debe haber
sido terrible aquel momento, en noviembre, cuando tras el parto, a
la niña le detectaron una nefropatía hipóxica o insuficiencia
renal aguda, muy peligrosa para su vida, además de una afección en
la piel, ante la cual tampoco permanecieron impasibles los
especialistas.
En un caso así, el
tiempo resultaba determinante. Había que aplicar un procedimiento
dialítico (diálisis peritonial). Una alternativa era el traslado
hacia la lejana provincia de Santiago de Cuba. La otra, proceder
aquí mismo. El joven doctor Juan Rafael Pino de los Reyes, pediatra
y especialista en Nefrología, no sintió el más leve temor o
inseguridad.
No faltaría el
asesoramiento previo con la experimentada doctora y profesora
santiaguera Miriam Torres, ni tampoco el oportuno contacto
telefónico con el doctor Florín, especialista del Pediátrico de
Centro Habana.
Días después, la
propia Miriam (quien fue traída hasta Las Tunas) elogiaría
orgullosa el rigor y la seguridad con que el doctor Pino y su equipo
multidisciplinario situaron aquel catéter flexible en el diminuto
abdomen de la parvulita, sin afectarle ninguna arteria u órgano,
para de esa manera pasarle la solución que permitió depurar con
éxito las sustancias tóxicas nocivas para su organismo.
La pequeña Adriana
estuvo en diálisis 17 días; los mismos en que el joven médico
casi no se apartaba de su lado y las enfermeras del hospital se
convirtieron —como tantas veces, cada día— en madres.
¿POR QUÉ?
Cualquier referencia al
tema materno infantil se torna prácticamente poesía en voz de la
también joven doctora Midelmys Peña Prieto, jefa de ese programa
en la provincia.
Para ella —como para
todos los que hicieron posible que hoy Adriana lacte tranquilamente,
respire, duerma y metabolice— lo más importante no era asegurar
ese indicador numérico (3,8) con el cual Las Tunas mantuvo la
tendencia invariable al descenso entre los infantes que perecen
antes del primer año de vida.
No: ninguna cifra en
sí, ninguna meta, remontan el valor de la sonrisa de un niño, o el
dolor de una familia cuando se apaga esa sonrisa.
Por eso —explica
Midelmys— detrás del alumbramiento de esa niña y de los 6 290
bebitos que nacieron el pasado año aquí estaba el minucioso
seguimiento previo, por parte de muchos trabajadores de la Salud,
armónicamente integrados en las redes primaria y secundaria de
atención, para prever, reducir y eliminar todo lo que pudiera poner
en peligro la vida del bebé o de la mamá.
"Hemos
trabajado para estratificar los riesgos hasta el Consejo Popular —añade
la doctora— como parte de un esfuerzo general que nos posibilita
hablar hoy de realidades como disponer de un hogar para embarazadas
en cada área de salud, o de una mayor intersectorialidad a favor de
la vida, por parte de organizaciones, instituciones y organismos de
la sociedad."
Esas razones, y la
óptima redistribución y empleo de los recursos humanos, explican
por qué una provincia pequeña y con escasos recursos como esta,
puede lograr no solo ese alentador 3,8 de mortalidad infantil, sino
también cero muerte materna, descenso otra vez en el índice de
bajo peso al nacer, disminución de la tasa de mortalidad
perinatal...
¿Y YO, QUÉ?
No basta, sin embargo,
con que el Estado cubano, el Ministerio de Salud Pública, todos sus
trabajadores y recursos estén las 24 horas de cada día en función
de salvar vidas.
La realidad demuestra
que el saldo pudiera ser superior aun si en el seno de cada hogar,
de cada familia y de cada vecindario hubiera una mayor comprensión
y cooperación. Porque todavía hay futuras mamás que durante el
embarazo descuidan su alimentación, reservan erróneamente el mejor
plato para el esposo, hay que "gardearlas" para que concurran a la
consulta, se hincan de rodillas ante un cigarrillo, o no extreman
los cuidados hacia su pequeño bebé una vez que este ha venido al
mundo...
Por suerte, esos casos
siguen la misma tendencia de la mortalidad infantil: al descenso.
Pero, ¿acaso es tan difícil llevarlos a mínima expresión o a
cero, con el concurso de la madre y del padre, de los abuelos y
demás familiares o de esos buenos vecinos que siempre tenemos
cerca? |