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El regreso de Michael Moore
ROLANDO PÉREZ
BETANCOURT
La
industria farmacéutica norteamericana vive momentos de desasosiego,
no solo por los recientes escándalos relacionados con algunos
productos de uso cotidiano que han resultado un arma de doble filo en
sus efectos secundarios, sino también porque un molesto fantasma la
viene rondando.
—¡Manténganse
vigilantes! —ha sido el grito de guerra lanzado por importantes
empresas productoras de medicamentos—, el hombre acecha y puede
aparecerse lo mismo con su gorra de pelotero que disfrazado de
cualquier cosa.
El hombre es Michael Moore
y en caso de que se deje ver, la orden de los ejecutivos
farmacéuticos es tajante: Nadie debe abrir la boca, nadie debe
responder nada, porque se trata de una encerrona.
El pánico aquí descrito
no tiene nada de ficción y lo corrobora un boletín interno de la
empresa Pfizer Global Research, en el que se alerta a sus empleados
acerca de las tácticas de enmascaramiento que puede utilizar el
cineasta, empeñado, tras el éxito de Fahrenheit 9/11, en
enfilar sus cámaras hacia el sistema de salud pública de los Estados
Unidos, del cual Moore ha dicho: "No entiendo cómo podemos ser uno de
los países más ricos del mundo y permitimos que 44 millones de
nuestros ciudadanos no puedan conseguir ayuda cuando enferman".
El nuevo documental de
noventa minutos de duración engloba en un mismo objetivo crítico a
hospitales, agencias de seguros y a la poderosa industria de
medicamentos. Y por supuesto, a una política gubernamental que ampara
lo que Moore califica como una de las grandes injusticias de su país.
Dentro de este acápite, una pincelada: los políticos que envueltos
en sus millonarias campañas electorales aceptan el dinero de los
laboratorios y después, en pago por el apoyo, aceitan la
aprobación de los medicamentos para el consumo.
Aunque Michael Moore no ha
querido revelar cuál será su estilo de ataque —ya que será
difícil que lo dejen llegar hasta su objetivo cámara en mano, como
lo hizo en Bolos en Columbine y Fahrenheit 9/11— ha
adelantado que el documental, titulado provisionalmente Sicko,
se centrará en lo dramático de la historia de diez personas
condenadas a morir por culpa de la ineficacia de la salud pública de
su país.
El hecho de que la
presencia de Moore sea esperada a diario por los aterrados "objetivos"
de su película, y de que hasta el momento no se haya dejado ver, ha
alimentado cien y una conjeturas acerca de lo que se trae entre manos.
Se habla entonces lo mismo de que para evitar ser identificado se ha
sometido a un plan de adelgazamiento, lo que lo convertirá en una
sílfide con bigote y pelo rubio, hasta que utiliza actores para
hacerse pasar por vendedores de medicamentos, e incluso, soborna
médicos dispuestos a introducir cámaras ocultas en sus despachos.
Que pudiera reaparecer
convertido en Hombre Araña nadie lo ha señalado, pero tomando en
cuenta el pánico existente, no sería extraño.
Riéndose, Michael Moore
lo niega todo e insiste que al igual que sucedió con Fahrenheit
9/11, sobran voluntarios listos a ofrecer información y a
cooperar; "todo gratis —ha recalcado— con tal de poner en
evidencia al sistema".
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