Miami-Caracas
La expansión de la onda terrorista
FÉLIX LÓPEZ
CARACAS.— A su llegada a Madrid,
todavía sin quitarse el polvo del camino, el presidente Hugo
Chávez fue a rendir tributo a las víctimas del atentado terrorista
del 11 de marzo en la estación de Atocha. Viajaba desde una
Venezuela conmocionada y de luto, por el reciente asesinato del
joven y valiente fiscal Danilo Anderson, cuya vida fue segada por
defender la verdad y no claudicar ante quienes estaban acostumbrados
a violar (con impunidad) el orden constitucional del país.
Rodolfo Frómeta, autodenominado comandante de los Comandos F-4, uno de los organizadores del terrorismo contra Venezuela.
Los más calificados investigadores
realizan sus pesquisas, y comienzan a pisar, como advirtió ayer el
diario Últimas Noticias, las huellas de los asesinos. Pero el
pueblo, y no pocos medios de prensa de Venezuela y el mundo, no han
dudado en señalar la posible conexión entre los autores materiales
del atentado y la oposición golpista asentada en Miami. No se puede
olvidar que en aquella ciudad de la Florida, santuario de la
tristemente célebre mafia-terrorista cubano-americana, se juntaron
militares de Altamira, artífices del paro petrolero, oligarcas
rabiosos y opositores que han dado la orden, en vivo y en directo
por el Canal 23 de Miami, de asesinar a Chávez con un fusil de mira
telescópica.
No es secreto que la Florida, junto a
Costa Rica, República Dominicana y Colombia, son los cuatro puntos
elegidos por la oposición venezolana, para conspirar contra el
proceso bolivariano. Pero en Miami están las bases principales para
el entrenamiento militar y terrorista. Allí están anclados, con el
consentimiento del Gobierno de Estados Unidos, los Comandos F-4, que
entrenan a militares golpistas venezolanos. Las fotos de uno de
ellos, el capitán (r) Luis García, aparecen publicadas por la
página digital de una organización contrarrevolucionaria mientras
realizaba jornadas de preparación en un polígono de Homeastead.
Este fin de semana, en un artículo
publicado en el diario El Mundo, el ministro de Comunicación e
Información venezolano, Andrés Izarra, denunció y documentó el
entrenamiento de paramilitares en Miami, sin que ningún funcionario
del país "líder en la lucha antiterrorista" saliera a desmentirlo.
Pero es que las pruebas son demasiado contundentes: solo entre el
2002 y marzo del 2004, según las estadísticas de
www.venezuelanalysis.com los "escuálidos" mayameros (émulos de los
gusanos cubanos) hicieron 27 llamados al derrocamiento y asesinato
de Chávez, a través de los medios de TV y radio locales.
Entre quienes han levantado su voz
por el asesinato político de Anderson, está el colega Luis Bilbao,
con un llamado al mundo a tomar nota de lo que él considera un dato
incontrastante: "Quienes conducen al sector golpista de la
oposición de Venezuela, desde el Departamento de Estado, con base
operativa en Langley y Miami, han iniciado ya su plan de operaciones".
Esta acusación directa no es
antojadiza. Por ahí están periódicos recientes, recogiendo las
sutiles palabras de George W. Bush el pasado 2 de noviembre, una vez
conocidos los resultados de las elecciones estadounidenses: "Hemos
acumulado capital político durante la campaña; ahora lo gastaremos".
Unas pocas horas después, su agente Otto Reich declaró a la prensa
que "no querría estar en los zapatos de Chávez".
Esas declaraciones, sin duda, han
envalentonado a los sectores más extremistas de la
contrarrevolución venezolana. En la medida en que avanzan las
investigaciones del caso Anderson, emerge con más claridad que el
modus operandi del asesinato tiene todas las características de los
métodos de la guerra secreta, diseñados y monitoreados
directamente por la CIA: los autores seleccionaron deliberadamente a
la víctima; la siguieron pacientemente para identificar sus
hábitos, escogieron el arma del crimen y se cercioraron de que
ocurriría con la mayor exactitud...
Ya se conoce, según declaraciones a
los medios de comunicación del ministro de Interior y Justicia,
Jesse Chacón, que en el asesinato de Anderson, los terroristas
utilizaron 250 gramos del material explosivo C-4, detonado por un
mecanismo inalámbrico. "Pareciera, dijo Jesse, que la bomba fue
colocada poco antes de que él saliera de clases, y fue fijada con
un imán. Ahora se estudian todos los cruces de llamadas en la celda
telefónica que atiende el sector de Los Chaguaramos, donde ocurrió
el atentado, y se analiza el mensaje que recibieron diversos
personeros gubernamentales, similar al recibido en el celular del
fiscal Anderson".
Sin duda, se trata de una historia y
un modo de operar muy conocidos.
Pero si lo analizamos desde el punto
de vista contextual, el asesinato de Anderson no ocurre por
casualidad en víspera de la Cumbre Iberoamericana, o de la
anunciada gira de Chávez a España, Irán y Rusia. Tampoco es
fortuito que el atentado ocurra poco después de la Cumbre de
Ministros de Defensa de las Américas, en Quito, donde el general
Jorge Luis García Carneiro, ministro de Defensa, expuso la nueva
doctrina de defensa soberana de Venezuela, mientras que Donald
Rumsfeld, su homólogo estadounidense, regresaba a casa sin éxito
en el plan de intervenir, bajo el pretexto de "guerra al terrorismo"
en las Fuerzas Armadas nacionales de la región.
Según la filosofía terrorista de la
oposición, a no dudar, era el momento de dar un zarpazo al proceso
revolucionario bolivariano, para que su líder, el presidente
Chávez, no saliera victorioso a recorrer el mundo, luego de sus dos
grandes victorias populares en el pasado referendo revocatorio y las
recientes elecciones regionales. De paso, ponían freno a la
valentía de un Fiscal que ya era temido por la oligarquía, porque
no era corrupto, no tenía miedo y había acorralado a todos los
bandidos y matones formados en los años libertinos de la IV
República.
Tiene razón el politólogo y
periodista Heinz Dieterich cuando escribe que "asesinar a Danilo
fue, desde el punto de vista de la subversión, una operación de
alto rendimiento propagandístico y de guerra psicológica, con un
riesgo mínimo". Pero es necesario añadir que el pueblo venezolano,
y sus líderes, han atisbado en este hecho el inicio de una nueva
etapa, de un nuevo modo de enfrentarse a los golpistas.... Y lo han
hecho, asombrosamente, con serenidad, con una profunda tristeza,
pero con la seguridad de que no será con sabotajes, asesinatos y
actos terroristas que le arrebatarán sus victorias y le matarán
sus sueños.
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