Memorias de un patrimonio

Orfilio Peláez

En sus casi 485 años de fundada, La Habana ha sido testigo de notables sucesos científicos que la sitúan, sin duda, entre las urbes de América Latina con más larga tradición en el campo del saber humano.

Una rápida consulta a varios trabajos escritos por investigadores del Museo Nacional de Historia de las Ciencias Carlos J. Finlay, corrobora la afirmación.

Quizás sea oportuno referirnos en primer lugar al desarrollo alcanzado en materia de construcción naval por el astillero de La Habana durante los siglos XVII y XVIII , algo poco conocido por los actuales capitalinos.

Presionada por el asedio de corsarios y piratas, la corona española convirtió esa instalación en la más importante de su tipo en el Nuevo Mundo, con el objetivo de crear en la región del Caribe una poderosa flota capaz de rechazar tales ataques.

De allí salió en 1769 el famoso buque de guerra Santísima Trinidad, una maquinaria de fuego dotada con 140 cañones y 2 163 toneladas de desplazamiento, verdadera joya de la ingeniería naval de entonces.

También se construyeron los navíos San Hipólito (1786 ) y Real San Carlos (1787), ambos de 114 cañones y participantes en cruentas batallas contra los ingleses.

Los barcos hechos en La Habana solían durar el triple de tiempo que los propios construídos en la metrópoli, debido a la excelente calidad de la madera empleada en su fabricación, compuesta principalmente por cedro, ocuje y guacayán. Existen indicios de que los más avezados expertos en ingeniería naval de España tuvieron en el astillero habanero su principal fuente de conocimientos.

Revelaciones de una cronología

Una larga lista de acontecimientos ocurridos en la ciudad durante el siglo XVIII marcaron pautas en el progreso de la actividad científica en la Mayor de las Antillas.

Figuran entre ellos la introducción de la imprenta en 1723, la aparición en 1787 del primer libro científico escrito y publicado en Cuba, y la fundación de la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana en 1728, del Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio (1773 ), y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (1793 ).

El fin de esa centuria alcanza un momento especial en 1797, cuando los habaneros asisten a una verdadera explosión de impresos de corte científico sobre variados temas.

Baste mencionar los textos Disertación sobre algunas plantas cubanas, de Baltazar Boldo; Oración inaugural en elogio de la cirugía, de Francisco Javier Córdova; Disertación sobre la fiebre maligna llamada vulgarmente vómito negro, de Tomás Romay; y Memorias sobre el mejor modo de fabricar azúcar, de J.F. Martínez de Campos.

A lo anterior se une en ese propio año la circulación del manuscrito La Filosofía electiva, de José Agustín Caballero, y la primera defensa pública de las ideas de Copérnico, hecha el 8 de julio por Manuel Calvez y González, discípulo del Convento de San Agustín, en opción al título de Bachiller en Artes, que confería la Universidad de La Habana.

Un siglo para recordar

Para los estudiosos del tema, lo ocurrido en el siglo XIX adquiere especial relevancia entre quienes gustan de hurgar en el pasado de nuestra célebre capital.

En 1804 el médico Tomás Romay inicia, en la ciudad y de forma masiva, la vacunación contra la viruela, meses antes de la llegada de una expedición española que se proponía difundir ese procedimiento en todas las colonias de la metrópoli.

Apenas pocos años después, Félix Varela publica el primer texto para la enseñanza de la Física moderna en Cuba y revoluciona la docencia al introducir métodos nuevos basados en la experimentación.

Pese a la indiferencia o actitud hostil con la cual las autoridades españolas recibían aquellos primeros esfuerzos por impulsar el progreso científico de la Isla, entre 1820 y 1881, La Habana fue escenario de verdaderos hitos en esa dirección.

Con la terminación en 1837 del primer tramo de la línea ferroviaria La Habana- Bejucal, Cuba se convierte en el primer país iberoamericano en contar con ese medio de transporte, incluída la propia España.

Momentos cruciales son también la creación en 1848 del Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana (uno de los primeros del mundo ), el alumbrado por gas de una calle en el centro de la capital; el primer experimento sobre la trasmisión de la voz humana por vía eléctrica, realizado en 1849 en el teatro Tacón por el italiano Antonio Meucci, reconocido hoy como el inventor del teléfono; y la primera línea de telégrafo entre La Habana y Bejucal en 1853, instalada con cinco años de antelación a la de la metrópoli.

La medicina no permaneció ajena a la introducción de los avances científicos y en 1847 el doctor Vicente Antonio de Castro y Bermúdez, realiza en el entonces hospital de San Juan de Dios la primera operación hecha en Cuba bajo anestesia (éter sulfúrico ), a solo cinco meses de la primera practicada en el mundo. Al año siguiente, el doctor Nicolás José Gutiérrez utiliza el cloroformo como anestésico, a tres meses de haberse aplicado en Escocia.

En 1887 se funda el Laboratorio Histobacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica de La Habana, donde por primera vez en América logró obtenerse el suero antirrábico y el suero antidiftérico.

Tampoco escapan a los hechos relevantes acontecidos en la ciudad la fundación en 1861 de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, dos años antes que la famosa Academia Nacional de Ciencia de los Estados Unidos, y la presentación en esa institución cubana del sabio cubano Carlos J. Finlay el 14 de agosto de 1881, para exponer la teoría de la existencia de un vector biológico (el mosquito Aedes aegypti ) como agente trasmisor de la fiebre amarilla.

En los últimos cien años, La Habana enriqueció aún más su cronología de hechos relevantes en esta esfera. Sería imperdonable no mencionar la visita de Albert Einstein en diciembre de 1930, y la cantidad de centros científicos de primer nivel creados por la Revolución después de 1959, en especial los del Polo Científico del Oeste, que han convertido al país en una verdadera potencia mundial en especialidades como la biotecnología, la ingeniería genética y las neurociencias.

Entonces, más allá de las tradicionales tres vueltas a la ceiba en el Templete y otros festejos, en materia de ciencia y tecnología la capital tiene un legado histórico digno de homenajear en su cumpleaños 485.

 

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