Bretton Woods y la convertibilidad del dólar
La Conferencia de
Bretton Woods, nombre por el que pasó a ser conocida la Conferencia
Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas celebrada en Bretton
Woods (New Hampshire, Estados Unidos), tuvo lugar entre el 1ro. y el
22 de julio de 1944.
En ella participaron
representantes de 44 países, y su objetivo central fue intentar
lograr la estabilidad de las monedas y del crédito buscando
establecer un nuevo orden económico y financiero una vez que
finalizara la II Guerra Mundial.
De la conferencia
surgieron el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial
(BM) y con ellos un nuevo sistema monetario internacional cuyo
objetivo fundamental era lograr la estabilidad de los tipos de
cambio entre las distintas monedas.
Este sistema establecía
unos tipos de cambio fijos en relación con el dólar y un precio
invariable del dólar en oro, 35 dólares la onza. Los países
miembros mantenían sus reservas principalmente en forma de oro o
dólares, y tenían el derecho de vender sus dólares a la Reserva
Federal a cambio de oro al precio establecido. Con ello se imponía
al dólar como la principal moneda de reserva.
En la mencionada
reunión se presentaron dos posiciones centrales. Por un lado la
argumentada por Keynes, que proponía la creación de un banco
central mundial capaz de emitir una moneda internacional; esta idea,
respaldada por las naciones imperiales en decadencia,
particularmente por Gran Bretaña, buscaba a través del valor de
una moneda internacional, vinculada a la gama mundial de "divisas
clave", solidificar las bases para un compromiso estable entre la
nueva hegemonía de Estados Unidos y sus aliados subalternos.
Por el otro, y la
impuesta finalmente, la defendida por los Estados Unidos, conocida
como Plan White, que colocaba al dólar como la moneda mundial,
equivalente al oro, a partir de un tipo de cambio fijo oro-dólar.
Esta propuesta respondía esencialmente al enfoque imperialista
estadounidense de construir un escenario mundial que privilegiara al
dólar de manera tal que se garantizaran los flujos de capitales
externos necesarios para financiar la proyección económica,
militar y política que le asegurara a ese país la hegemonía
mundial.
Se evidencia así, que
desde un inicio la reorganización del sistema monetario
internacional se rea-lizó sobre la base del poder económico,
financiero y político de Estados Unidos. En 1945, la producción
estadounidense era la mitad de toda la producción mundial,
participaba en un 40% del comercio internacional y disponía de las
dos terceras partes del total de las reservas mundiales de oro,
mientras que sus más directos competidores, Europa occidental y
Japón, se encontraban completamente devastados por el impacto de la
guerra en su propio territorio. No fue por tanto, la superioridad
del intelecto de White lo que hizo que se eligiera su plan y no el
de Keynes, sino la hegemonía económica, militar y política de los
EE.UU.
Con ello, las
instituciones nacientes fueron forjadas como instrumentos de esa
dominación estadounidense, materializando esa hegemonía en dos
pilares fundamentales: el establecimiento del dólar como moneda
internacional y el absoluto control estadounidense del FMI y del BM.
Este sistema funcionó
sin grandes tropiezos desde 1944 hasta los años sesenta,
permitiendo una relativa expansión de la economía y el comercio
mundial.
A finales de los sesenta
estuvo sujeto a tensiones crecientes, debido principalmente a las
políticas fiscales expansivas de los Estados Unidos, motivadas en
lo fundamental por el desmesurado gasto bélico provocado por la
guerra en Viet Nam; la salida de recursos financieros debido a la
inversión de EE.UU. en el exterior y otros gastos dirigidos a
garantizar una relativa estabilidad interna, incluyendo aquellos
gastos asociados al proceso electoral de 1966. Todo ello propició
que EE.UU. tratara de resolver sus necesidades financieras
imprimiendo dinero, con lo cual el dólar dejó de estar realmente
respaldado por las reservas de oro en manos del Gobierno
estadounidense.
La recuperación
económica de Europa y su falta de confianza en la sostenibilidad de
la convertibilidad del dólar determinó que los gobiernos europeos
trataran de convertir en oro sus reservas en dólares creando una
situación insostenible para EE.UU.
Ante esta situación, el
sistema de paridades fijas entró en crisis cuando el Gobierno del
presidente Richard Nixon declaró la suspensión de la
convertibilidad del dólar en oro.
Como dato de interés a
continuación reproducimos algunos párrafos del discurso de Nixon
del 15 de agosto de 1971 en el cual anunció esta decisión:
"En
las últimas semanas, los especuladores han venido haciendo una
guerra sin cuartel contra el dólar norteamericano. La fuerza de la
moneda de una nación se basa en la fuerza de la economía de esa
nación, y la economía norteamericana es con mucho la más fuerte
del mundo. Por consiguiente he dado instrucciones al Secretario de
Hacienda para que tome las medidas necesarias con objeto de defender
al dólar de los especuladores."
"He
pedido al Secretario Connally que suspenda temporalmente la
convertibilidad del dólar en oro y otros activos de reserva,
excepto en cantidades y condiciones que se determine sean en
interés de la estabilidad monetaria y en defensa de los intereses
de los EE.UU."
"Enterremos
el espantajo de lo que se llama devaluación."
Después de algunos
intentos fallidos por restablecer la convertibilidad del dólar en
oro y en medio de la crisis petrolera de 1973, el sistema se
abandonó definitivamente. El mayor crecimiento monetario de los
Estados Unidos alimentaba la inflación interna e internacional,
haciendo que el resto de los países, fundamentalmente los europeos,
fueran cada vez más reacios a continuar importando la inflación
estadounidense a través de los tipos de cambios fijos.
Por las razones
mencionadas, es en 1973 que desaparece definitivamente el sistema de
paridades fijas de Bretton Woods, fue sustituido por un régimen de
flotación entre las principales monedas, que abrió paso a un
esquema de alta volatilidad y frecuentes desalineamientos de los
tipos de cambio de las monedas.
Este sistema de tipos de
cambio flexibles, no supuso de ninguna manera una solución a la
problemática económica y financiera mundial.
Asimismo, se potenciaron
los llamados derivados financieros como una solución para cubrir
los riesgos derivados de la volatilidad de las monedas, pero estos
han constituido una de las más devastadoras fuentes de
inestabilidad para el escenario económico financiero internacional.
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