La venta de Dorian
Gray
ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
Diversas páginas culturales del
mundo han publicado en estos días un titular no exento de
sensacionalismo: "Venden el retrato de Dorian Gray".
Se cumplen 150 años del nacimiento de
Oscar Wilde. La caricatura, de 1895, fue
realizada por otro grande, Toulose-Lautrec.
La noticia se asocia al aniversario
150 del nacimiento del irlandés Oscar Wilde (1854-1900), quien
saltara de la fama a la cárcel debido a un proceso judicial
relacionado con sus preferencias sexuales. Un juicio en el que tanto
la madre del escritor, como algunos estudiosos, señalaron que por
encima de las implicaciones morales prevalecientes en la época
victoriana, lo determinante sería la connotación de enfrentamiento
entre Inglaterra e Irlanda (con la primera llevando las riendas de
la maniobra) que se le impregnaría al asunto.
Varias fueron las reliquias que
surgidas de la mano de Wilde fueron a parar a la tarima subastadora
de la casa Sotheby's, en Londres: Libros, cartas, manuscritos, fotos
y otros objetos alcanzaron una suma total de 1,2 millones de euros
(1,5 millones de dólares). Todo provenía de una colección privada
y lo más significativo resultó ser un manuscrito original y
revisado del capítulo dieciséis de la famosa novela El retrato
de Dorian Gray, que se adjudicó por 102 000 euros (129 600
dólares).
Cuando la novela se publicó por
capítulos, en el año 1891, ocasionó un revuelo. Aquella historia
acerca de un hombre que acepta vender su alma a cambio de juventud y
belleza imperecederas llenaba de sobresaltos a una sociedad
encorsetada, que sin embargo no se resistió a convertirla en un
triunfo. De ahí que la casa editorial Ward, Lock & Co. le
pidiera a Oscar Wilde agrandar la trama de manera de publicarla en
un libro. Uno de los seis capítulos agregados es el que acaba de
venderse en Sotheby's.
Meses después de salir de la cárcel
(mayo de 1897) e irse a vivir a Francia con el nombre de Sébastien
Melmoth, bajo un frío intenso que transcurre a orillas del mar,
Oscar Wilde le escribe una carta a su amigo André Gide en la que le
dice: "... estoy muy triste... no he recibido nada de mi editor de
Londres, que me debe dinero, y estoy en la miseria absoluta (...) Ya
ve usted cómo la tragedia de mi vida se ha vuelto innoble, el
sufrimiento es posible, es, quizá, necesario; pero la pobreza, la
miseria... eso es terrible. Eso ensucia el alma del hombre".
Dos años más tarde, en diciembre de
1900, fallece en un hotel parisino, pobre y lleno de deudas.
El rumor, alimentado por enemigos,
hace creer durante muchos años que la causa de la muerte había
sido la sífilis, uno de los muchos males que el escritor había
sugerido para el licencioso cuadro de su Dorian Gray. Estudios
recientes realizados por médicos sudafricanos ratificaron una
verdad que los médicos que estuvieron junto a Oscar Wilde conocían
perfectamente: una otitis mal atendida había derivado en una
mortífera meningitis cerebral.
Tenía solo 46 años pero estaba lo
suficientemente acabado para comprender que nunca sería un Dorian
Gray, ese personaje suyo que a cambio del alma cosecharía belleza,
juventud y —un siglo y cuatro años más tarde, para beneplácito
de negociantes y coleccionistas privados— fortuna, mucha fortuna.
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