Metamorfosis en La Corea

Si un barrio apuesta por su superación, ni los conflictos materiales ahogan las esperanzas

MARÍA JULIA MAYORAL
Fotos: JORGE LUIS GONZÁLEZ

La Habana está por cumplir 485 años. Como veterana y cosmopolita urbe, resulta un impresionante calidoscopio del patrimonio edificado en Cuba y del complejo entramado de las relaciones humanas de sus habitantes; pero más allá de las diferencias, hay esperanzas y valores comunes hasta en sus asentamientos crecidos sin orden ni legalidad.

No es solo la capital guardiana de valiosas y restauradas obras arquitectónicas, cuya preservación, sin marginar o desterrar a la comunidad, impresiona a visitantes del mundo entero; ni únicamente la "casa" de modernas instalaciones hoteleras y complejos científicos que se van convirtiendo en esenciales pilares de la salud del pueblo y de los ingresos económicos de la nación; ni el "laboratorio" de novedosos programas sociales extendidos a todo el país, como expresión de la capacidad renovadora y el humanismo del socialismo en la Isla.

La Habana es también madre de localidades humildes y periféricas, pero jamás destinadas a la perenne exclusión como en otros sitios del mundo. La Corea, un barrio pobre de San Miguel del Padrón, resulta testimonio notorio. Lo que allí ocurre invita a elogiar a la ciudad que este 16 de noviembre celebrará casi cinco siglos de su asentamiento definitivo.

NO BASTABA CAMBIAR LA IMAGEN FÍSICA

Hace aproximadamente 10 años el gobierno en San Miguel del Padrón encargó a técnicos del territorio el proyecto necesario para transformar la precaria situación de las viviendas en La Corea; mas arquitectos e ingenieros, luego de recorrer la demarcación y conversar con su gente, regresaron a la dirección de la Asamblea Municipal del Poder Popular con un alerta: Eso no basta.

El proyecto comunitario está asociado al trabajo cultural de
 las escuelas (el grupo en la foto pertenece a un plantel de la educación especial).

A finales de 1996 por acuerdo del Consejo de la Administración en la localidad, nació el taller de transformación del asentamiento, con un equipo multidisciplinario de profesionales coordinado en estos momentos por la unidad municipal inversionista de la Vivienda. Su actual jefa, la arquitecta Renee Oliver Gerardo, recuerda que fueron las familias las que aportaron los juicios para confeccionar el diagnóstico y precisar prioridades.

Se apreciaron con más claridad las interrelaciones entre estado técnico y legalidad de las viviendas, iluminación pública, higiene ambiental, deserción escolar y ausencias a clases de los muchachos, desocupación laboral, delito, normas de convivencia social, ausencia de opciones recreativas, problemas en las redes de acueducto y alcantarillado e insuficiencias en los servicios de Salud, explica Renee.

La cantidad de inmuebles construidos o restaurados en La Corea no trasciende por su alcance si se tienen en cuenta el deterioro y las necesidades sin resolver; sin embargo, el camino escogido para hacer las transformaciones posee valor indiscutible, pues la mayoría de los trabajos los realizan los propios pobladores con la ayuda de familiares y amigos.

Nuestro equipo, señala Renee, hace los cálculos de materiales, elabora y entrega gratuitamente los proyectos a las personas, asesora técnicamente a los necesitados y trata de controlar el buen uso de los recursos. Recientemente, ilustra, tuvimos que sacar del programa a tres beneficiados porque se les estaban dando los recursos y no los empleaban para arreglar sus casas. Esa no es una decisión unipersonal, aclara, quienes no mantienen una actitud adecuada son llamados a contar por el Grupo de Prevención y Atención Social, encabezado por Violeta (la delegada de la circunscripción), pues la idea es que el barrio se una y trabaje para resolver los problemas.

No solo los grupos musicales muestran el quehacer del Centro Juvenil, las paredes del inmueble también exhiben las obras de los pobladores.

Cuando les llega la oportunidad, entre los más esmerados por levantar sus casas nuevas con paredes de bloques y techos de tejas en sustitución de la madera desvencijada, están no pocas personas mayores de edad y madres solteras, quienes encuentran ayuda solidaria, pues demuestran la voluntad de participar ellas mismas en la solución de sus necesidades.

La calle Santa Bárbara con sus casas terminadas y en ejecución, el inicio de algo más de un centenar de inmuebles (aunque sin avanzar con celeridad por escasez de materiales), el gimnasio por concluir, y sobre todo el Centro Juvenil, dan cuenta de cómo los habitantes empiezan a cambiar conductas para hacer más llevadera la vida.

No han faltado en estos años los trabajos voluntarios para limpiar las zanjas a donde van a parar las aguas sucias de los hogares, ni la siembra de plantas en los sitios que temporalmente liberan de la no extinguida costumbre de botar la basura en solares yermos y otros espacios públicos.

A las movilizaciones por la higiene les llaman ECOBARRIO. Escolares como Katia López y Sissy Díaz, participantes en esas jornadas, señalan su importancia, aunque muchas veces las posturas no sobreviven por largo tiempo.

UN ESPACIO QUERIDO

El Centro Juvenil parece ser el fruto más logrado del proyecto comunitario. Con sistemática y elevada concurrencia, allí dan "riendas sueltas" al talento y a las vocaciones artísticas de los pobladores: una instructora de la Casa de la Cultura del municipio imparte clases de danza, se proyectan videos, tienen lugar varias peñas dedicadas a la música cubana, al esparcimiento de las personas de la tercera edad, el disfrute de niños y adolescentes. También han impartido clases de Inglés y dentro de poco piensan iniciar los debates literarios.

Resulta pequeño el local para el número de interesados, por eso el Taller tiene entre sus planes rescatar un anfiteatro modesto que años atrás construyó la barriada con la guía de Eulalio Montero, entonces delegado de circunscripción.

El Centro es dirigido por jóvenes de La Corea. Moisés Robaina funge como coordinador del grupo, en el que se hallan cuatro maestros, tres de ellos graduados en los cursos emergentes. Por Moisés sabemos que el recinto no precisa de serenos, aunque cuenta con televisor, reproductora de video, juegos de mesas, cámara de video..., pues los propios vecinos cuidan el lugar. "Eso es lo bonito del sentimiento de pertenencia", comenta el educador.

Danisleidys Arduí, una de las menores de la localidad, distingue al Centro Juvenil por la Fiesta de los Luceritos con payasos, magos, desfiles de modas y la actuación de niños que cantan, bailan y declaman. A Dianelys Alfonso le gusta asistir a las peñas en compañía de su mamá, Mercedes Orozco prefiere los días de Música Joven, reservados para los adolescentes. Cada cual en La Corea tiene argumentos para evaluar el proyecto emprendido hace una década, con sus éxitos y sinsabores, pero con el orgullo de que les pertenece.

 

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