Hasta siempre, doctora

ORFILIO PELÁEZ

Cuba despidió este sábado en el Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en la Necrópolis de Colón, a la doctora Rosa Elena Simeón Negrín, ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, paradigma de investigadora, médica y revolucionaria.

Solo una fuerza de voluntad extraordinaria le permitió en los últimos años luchar contra una grave dolencia que apenas le dio un solo instante de tregua, y sobreponerse a intervenciones quirúrgicas y frecuentes ingresos, para mantenerse al tanto del quehacer del CITMA, e incluso, asistir a importantes eventos , aun cuando ello suponía un mayor desgaste de sus quebrantadas energías.

Casi de manera simultánea a mis inicios en el periodismo científico conocí a Rosa Elena Simeón, al poco tiempo de ser designada, en 1985, presidenta de la Academia de Ciencias de Cuba.

Como ocurrió con otros colegas del sector, establecimos una cordial relación de trabajo. Por referencias de terceras personas supe de sus cualidades de brillante investigadora y del papel protagónico desempeñado por ella en 1971, cuando dirigió el equipo de especialistas que realizó el diagnóstico del brote de fiebre porcina africana, enfermedad introducida en el país por manos al servicio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en un verdadero acto de bioterrorismo.

La entrevisté varias veces, pero jamás logré sacarle una sola palabra de ese episodio, y siempre que lo intenté, se las arregló para desviar la conversación hacia temas generales de la ciencia.

En una de esas ocasiones le pregunté cual había sido el resultado más importante de su carrera profesional. La respuesta fue inmediata: "Yo soy un fruto de la Revolución y mi mejor aporte no lo he dado todavía, pues aún se lo debo al puebloª.

De acendrada modestia, la doctora Rosa Elena, como cariñosamente le llamaban, debe haber sentido rubor cuando en el discurso de clausura del III Congreso de la FMC en marzo de 1980, el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó: "Creo que ustedes eligieron para el Comité Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas a una compañera muy destacada que dirige un centro de investigaciones, que precisamente dirigió en el pasado y dirige ahora los trabajos en la lucha contra la fiebre porcina africana".

Su capacidad de levantarse ante cada golpe del destino se puso de manifiesto más de una vez, en particular ante la pérdida prematura de su esposo, víctima también de una penosa enfermedad.

Rosa Elena Simeón se entregó en cuerpo y alma al trabajo en el CITMA, cuya dirección asumió en 1994 al crearse ese organismo.

Fue una abanderada de la introducción y generalización de los resultados de la ciencia en la práctica cotidiana, y de la urgencia de transformar esta actividad en una verdadera fuerza productiva mediante el incremento de sus impactos en la economía, la sociedad y el medio ambiente.

Graduada de Doctora en Medicina en la Universidad de La Habana en 1966, y especializada después en Virología, no dudó en abrazar la Veterinaria, motivada por los reclamos del país de contar con profesionales altamente calificados para impulsar el desarrollo de la ganadería.

Antes de ser ministra y presidenta de la Academia de Ciencias, trabajó en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas. Allí encabezó el Departamento de Virología y la División de Microbiología. Luego pasó a dirigir el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA).

Supo cumplir con celo sus responsabilidades científicas, administrativas y políticas. Fue miembro del Comité Central del Partido y suplente del Buró Político, integrante del Consejo de Estado y diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular desde 1986. En el año 2000 resultó seleccionada Cuadro Destacado del Estado Cubano.

Nos vimos por última vez en el mes de junio, cuando al Ministro de las FAR se le entregó el Premio Nacional de Medio Ambiente en el Memorial José Martí. Su semblante avisaba del agravamiento de la enfermedad. Apenas podía ponerse de pie sin la ayuda de otra persona y la voz era casi un susurro, pero estaba allí.

Fui a saludarla y me apretó las manos. A un halago de su parte le dije: Mi familia y yo le estaremos eternamente agradecidos por haber compartido con nosotros las horas de dolor cuando falleció mi padre.

La solidaridad de Rosa Elena, Heroína Nacional del Trabajo de la República de Cuba llegó también a madres del sector científico con hijos discapacitados, pero prefiero no mencionar ejemplos por respeto a su modestia. La muerte nos priva de la presencia física de la Doctora, pero su obra perdurará para siempre.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Deportes | Cultura |
| Cartas | Comentarios | Ciencia y Tecnología | Lapizcopio| Especiales |

SubirSubir