El amargo buche de Boucher

Nada es tan común dentro del Gobierno en Washington como la falta de escrúpulos, la ignorancia y los charlatanes. Lo más probable es que desconozcan aquello que dijo el célebre escritor George Bernard Shaw: "el odio es la venganza de un cobarde intimidado".

Esa frase del Premio Nobel de Literatura le encaja muy bien a la conducta del señor Richard Boucher, vocero del Departamento de Estado, quien aseguró ante la prensa, en la mañana del jueves, que Estados Unidos no desea una rápida recuperación del compañero Fidel, tras el accidente sufrido en la noche del miércoles donde se fracturó la rodilla de la pierna izquierda y sufrió una fisura en la parte superior del húmero del brazo derecho.

Ante el requerimiento informativo de los periodistas sobre la salud del Comandante, el señor Boucher no solo dijo aquello, sino que comentó que el problema de Estados Unidos es lo concerniente a los cambios en Cuba, aclarándoles a los periodistas que "tendrán que averiguar con los cubanos qué es lo que se ha roto el señor Castro" y agregar "nosotros, obviamente, hemos expresado nuestro punto de vista acerca de lo que está roto en Cuba" "pensamos que ese tipo de Gobierno que Cuba tiene debe llegar a su fin".

El vocero Boucher siempre tiene muchas ocurrencias, pero la más significativa es no saber mucho de los acontecimientos. La lectura del librito de instrucciones que siempre lleva consigo a las conferencias de prensa, lo delata y lo traiciona. Es obvio que le resulta amargo el buche de reconocer que, tras sufrir un contratiempo tan agudo, esa persona que tanto odian no se desmoronó, sino que contuvo el intenso dolor para explicarles a los jóvenes instructores de arte, a la población villaclareña presente y a la opinión pública, lo acontecido y su propio diagnóstico físico, e inmediatamente subrayar esa frase que define su tenacidad: "Estoy entero".

Pero lo de Boucher no fue algo aislado. Es proverbial que en el Departamento de Estado yanki los necios se conjuran para la perfidia y para hacer el ridículo.

Las agencias cablegráficas también están dando cuenta sobre la manera gozosa con que funcionarios del Departamento de Estado han recibido la noticia del accidente y la mezquindad de sus irónicos comentarios, que han matizado las transmisiones de las cadenas televisivas estadounidenses al difundir con profusión las imágenes del percance.

Según un despacho de la agencia Europa Press, lo sucedido al mandatario cubano Fidel Castro es objeto de bromas en los pasillos del Departamento de Estado estadounidense, ya que un simple tropiezo ha evocado el sueño de Washington desde hace más de 40 años: el derrocamiento del "líder máximo".

La propia agencia añade: "Hace años que esperamos la caída de Castro, pero no pensamos que iba a ser de esta manera", ironizó un oficial del Departamento dirigido por Colin Powell. "Esta es una señal de que el régimen se cae", bromeó otro responsable norteamericano bajo anonimato, intentando ver un presagio en el accidente del líder cubano.

¿Qué otra cosa se podía esperar de esas simientes de odio que albergan los representantes de esta administración y esa derecha neoconservadora que aúlla con solo oír mencionar la palabra Fidel?

El respeto al adversario, evidentemente, no tiene asidero en actitudes tan bárbaras como las que practican los voceros y los funcionarios anónimos del Departamento de Estado.

Esa actitud es parte de la "doctrina" que quieren imponerle al mundo, donde lo político nada tiene que ver con la moral. Anticipar el deseo o propiciar la muerte misma de quienes obstaculizan sus intereses es una "visión doctrinal" al margen de las obligaciones éticas.

Todo lo contrario a lo que ha distinguido siempre a la Dirección de la Revolución cubana, la cual jamás ha coexistido con ninguna manifestación que pretenda burlarse del daño ajeno, ni aun cuando lo sufra el peor adversario.

Ahí quedarán para la historia las posiciones de principio que ha asumido, como cuando se tuvo información en La Habana de que se preparaba otro atentado al entonces presidente Ronald Reagan, quien fue uno de los peores enemigos de la nación cubana, y la orientación del propio compañero Fidel fue de que se advirtiera a las autoridades norteamericanas sobre esos hechos, o la reacción inmediata de condenar no solo el monstruoso crimen, sino también ofrecer humilde ayuda al pueblo norteamericano, ante los conmovedores acontecimientos del 11 de septiembre.

El desgraciado accidente del compañero Fidel podrá concitar la destructiva emoción del odio de los funcionarios del Departamento de Estado y de algún que otro roñoso u otra roñosa, pero ha desatado una intensa muestra de amor y cariño entrañable de muchísimos amigos de buena parte del mundo.

Nadie que lo conozca pone en duda que, mientras le es indiferente y risible la necedad de ese odio visceral, la avalancha de reconfortante manifestación de cariño está ayudando con creces al compañero Fidel a restablecerse.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Deportes | Cultura |
| Cartas | Comentarios | Ciencia y Tecnología | Lapizcopio| Especiales |

SubirSubir