Desde Venezuela

La nítida expresión de tu pupila

Texto y foto: Pastor Batista Valdés
Enviado especial

VENEZUELA.— Al mirarlo, cualquiera pensaría que detrás de esos espejuelos oscuros todo es tinieblas y que lo "verdaderamente" claro está delante, en derredor, más acá de sus párpados.

Y no es, ni remotamente, así. Detrás de esos lentes que lleva Miguel Ángel Rivera, se abre nítida y cristalina la misma realidad que muchas personas no alcanzan a distinguir, aun teniendo graduación de 20 con 20 en la pupila.

De ello me percaté cuando, antes de iniciarse un importante acto en el Teatro Teresa Carreño, Miguel Ángel me habló del inmenso alcance de las misiones y programas sociales que lleva adelante el Gobierno bolivariano, encabezado por Hugo Chávez.

"¿Cuándo un invidente pudo alfabetizarse, estudiar, ir a la Universidad? —se preguntó en tono reflexivo— ¡Jamás! Siempre fuimos excluidos, abandonados, olvidados.

"Por eso, cuando supe que también para nosotros había posibilidades de estudiar en la Misión Robinson, me incorporé, allá en Maturín. El aula me quedaba un poco lejos y a los dos meses tuve que dejar de asistir, pero ya me están haciendo las coordinaciones para proseguir en el estado de Miranda. No quiero detenerme.

"Aquí hay otras personas con problemas en la visión y estudian. Ya hasta podemos hacerlo mediante el sistema Braille. Yo mismo tengo un hermano, quien tampoco ve, y sin embargo es facilitador en la Misión Robinson.

"Por eso los venezolanos tenemos que estarles tan agradecidos a nuestro Presidente, al Comandante Fidel y a su pueblo que me acogió como a un hijo..."

¿Tuviste la oportunidad de estar en Cuba?

"Claro que sí, allá fui atendido hace dos años. Estuve un mes y medio. Fui por problemas de Retinosis Pigmentaria. Recibí electroestímulos, ozonoterapia, me pusieron tratamiento y me atendieron con el mismo cariño que se le da a un familiar muy querido.

"Y así mismo son los médicos cubanos que tenemos aquí, en toda Venezuela; trabajan con el corazón todos los días, a cualquier hora.

"Vinieron a darnos salud, a entregarnos su vida; a veces usted puede verlos hasta pegando bloques y construyendo un ambulatorio para beneficio de nosotros... lo menos que podemos hacer, entonces, es ayudarlos.

"Por eso me molesta tanto que todavía algunas personas no cooperen con ellos. A mí no me importa mi problema de la vista: así, me he ido a pegar bloques también junto con ellos."

Miguel Ángel no sabe, o no repara en que lo estoy mirando. Su mano izquierda, apoyada sobre una colección de la Biblioteca Familiar, y esa sonrisa, enteramente suya y libre, me estremecen.

Es la misma que se le ve a ras de labios cuando lo elogian por haber cumplido bien alguna tarea encomendada en los Círculos Bolivarianos, o cuando queda satisfecho con determinado análisis hecho en esa organización a la que afirma pertenecer con mucho orgullo: el Partido Comunista de Venezuela.

El acto está comenzando —le digo.

"Lo sé —me responde al oído— pero quiero decirte dos cosas más."

Muy bien...

"Primero, que cuando escribas esto le llegue un abrazo a Fidel de parte mía y de todos los invidentes venezolanos."

¿Y?

"Que ustedes los cubanos sigan siendo siempre así, que continúen ayudando a otros pueblos necesitados y que nunca se dejen aplastar... Si yo no viviera en Venezuela me gustaría vivir en Cuba. Y no cambiaría a ese país por ningún otro del mundo."

 

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