José Luis Cuevas en La Habana
Un artista desafiante
Andrés
D. Abreu
Un
jovencito de pequeña estatura se acercó a Diego Rivera, cuando ya
este era un gigante de la pintura mexicana, para confesarle que
quería ser grande como él. Diego, regalándole un lápiz que sacó
de su bolsa, le respondió: "Esto es para que lo uses cuando sepas
dibujar". Así cuenta José Luis Cuevas que ocurrió su primer
encuentro con Rivera, y lo que nunca imaginó el muralista fue que
entregaba uno de sus lápices a alguien que le continuaría dentro de
lo mejor del arte mexicano, aunque, desde una postura estética muy
diferente.
Eusebio Leal presentó la exposición
y Roberto Fernández Retamar fue depositario de la carpeta. Ambos acompañaron al maestro Cuevas.
Fue ese el mismo Cuevas
que, mientras crecía como artista en los años cincuenta, desde su
manifiesto La cortina de nopal, se atrevió a desafiar a su
ídolo y al muralismo, propiciando con su actitud, junto a otros de su
generación, cambios importantes dentro de la plástica de su país.
Desafío que ayer, mientras inauguraba su exposición en La Habana y
luego de transcurridos muchos años, aún le sorprende.
Pero así a menudo se
suceden los maestros y esa resuelta rebeldía e irreverencia llevó a
Cuevas a una peculiar figuración de lo deforme que lo ha distinguido
entre los respetables del vanguardismo, fundamentalmente desde sus
valiosos dibujos y grabados. Un artista al que Alejo Carpentier
dedicó crónicas en su exclusiva columna caraqueña, y que en 1956
expuso en nuestro Museo de Bellas Artes adonde impresionado por su
restauración ha prometido volver próximamente.
Su actual visita a Cuba y
la inauguración en el Palacio de Lombillo (Plaza de la Catedral) de
una exposición con la carpeta de xilografías que donó a Casa de las
Américas, es hoy todo un acontecimiento. Las cinco piezas Los
fantasmas del Centro Histórico son las primeras realizadas por el
artista sobre madera y su confección ocurrió en La Siempre Habana,
taller que dirige el cubano Luis Miguel Valdés en Ciudad de México y
que constituye un punto de confluencias de muchos artistas cubanos y
mexicanos.
Sobre esta singular serie
que saluda los esfuerzos de las capitales de Cuba y México por
restaurar su patrimonio arquitectónico, ha escrito Germaine Gómez
Haro: "La gubia de José Luis Cuevas ha fijado sus sentires en cada
surco de la superficie de teca. Los fantasmas del Centro Histórico
palpitan en sus xilografías, caminan en sus noches y hablan en sus
venas".
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