Los rayos me persiguen

Un rayo puede generar una temperatura de 28 000 grados Celsius, tres veces la del Sol. Un tunero ha soportado cinco sobre su cuerpo

GERARDO GONZÁLEZ QUESADA

Foto: LEONARDO MASTRAPALAS TUNAS.— La tarde del 5 de junio de 1982 marcó para Jorge Márquez, el inicio de una persecución en la que él ha sido siempre la infortunada víctima.

A este buen hombre, natural de la comunidad de San Manuel, en el municipio de Puerto Padre, le ha tocado vivir la amarga experiencia de soportar en su anatomía la furia ciega de cinco rayos.

"Parecía que la lluvia llegaba. Era cerca de las 2:15 p.m. y me dirigía, en mi tractor, hacia Santa Bárbara, a unos 3 kilómetros de San Manuel y conmigo iban dos muchachos. De pronto, siento aquello que entra por el escape del tractor. Yo solo vi un hilo rojo del grueso de un cable de corriente y una sensación de algo muy frío que penetró en mi cuerpo, parecida a la frialdad de un cuarto con aire acondicionado.

"Perdí el conocimiento y lo recuperé en el hospital. Los muchachos me contaron que al caer al suelo me sacaron la lengua rápidamente, pues según ellos me estaba poniendo bastante morado. El rayo me quemó el pelo y la espalda, tuve perforaciones en los tímpanos, me arrancó los empastes de las muelas y me hizo otros daños, pero de poca consideración. Ahora, el motor del tractor no sirvió para más nada."

Cinco años después, el 2 de junio de 1987, también en Santa Bárbara, Jorge recibió la segunda descarga. "Estaba en la casa de unas amistades, me asomé a la puerta y ahí mismo vino la luz y de nuevo me tiró. A diferencia del primero, experimenté una sensación distinta. Como enfriar un hierro caliente en agua. Nuevamente perdí el conocimiento y lo recuperé en el hospital de Puerto Padre, y otra vez tuvieron que llevarme la lengua a su lugar."

El tercer rayo le cayó a Jorge en San Manuel, en junio de 1988. No llovía aún y, de pronto, el estallido sordo. Quemó hasta un transformador y él fue a dar al suelo, pero en esta ocasión mantuvo el conocimiento. Tuvo dolor en las articulaciones y malestar en las vías respiratorias, pero con el tercero no llegó la vencida.

El cuarto y el quinto lo impactaron sin muchas consecuencias, en los primeros años de la década de los años 90, en la cercanía de su hogar. Jorge Márquez, residente en La Julia, a un kilómetro de San Manuel, padre de tres hijos, pequeño agricultor y Vanguardia Nacional en el 2002 por su trabajo en la ANAP, confiesa que ha llegado a pensar que los rayos lo persiguen, pues ha contado 15 descargas eléctricas en menos de dos años en las inmediaciones de su casa.

"Lo cierto es que cuando empieza a tronar yo busco algo para protegerme, ya sea goma u otro aislante. Es un proceso malo recibir en el cuerpo una descarga eléctrica de esa magnitud, no me agrada ni recordarlo. Ahora me he fijado que el pelo y las uñas me crecen muy rápidamente, tal vez sean secuelas de los rayos que he tenido que soportar en estos años.

"Te aseguro que yo trato por todos los medios de evitarlos. No salgo de la casa o del lugar donde esté cuando truena bastante, pues temo mucho que un día cualquiera no pueda aguantar el sexto."

 

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