Raúl Valdés Vivó

Que pongan mi nombre y esta palabra: militante

ANETT RÍOS JÁUREGUI

Foto: ALDO MEDEROSYa es sabido, hay que vivir cada minuto como si fuera el último y a la vez el primero, no pensar que el tiempo está pasando, y menos que está pasando uno, respondió Raúl Valdés Vivó. Hablábamos sobre el tiempo. La lucidez de Valdés Vivó para abarcarlo en todos sus giros y posibilidades es abrumadora. Su vida ha sido larga. Acaba de cumplir 75 años, y 60 de militancia comunista. Una conversación sin atropellos sobre su biografía podría durar varios días.

Brevemente habría que definirlo como académico, escritor, periodista, activista político, diplomático. Miembro del Comité Central del Partido, y rector de la Escuela Superior del Partido Ñico López actualmente, Valdés Vivó fue representante del Buró Político para Indochina durante la guerra contra los Estados Unidos; primer embajador de Cuba en la selva vietnamita ("aquella selva infinita donde yo era una hoja de un árbol que se llama Cuba, de una rama que se llama Fidel"). Pero él ha encontrado su mejor definición de sí mismo: "Si hay que hacerlo con una palabra, que pongan mi nombre y esta palabra: militante".

"Aparentemente no es una palabra muy poética, pero lo resume todo. Soy militante de la Revolución, y ser militante es sentirse dentro, la Revolución empieza y termina en uno. El persa Omar Khayyam, para mí el poeta más grande, tiene un verso supremo: `el cielo y el infierno están dentro de ti'. El infierno son las pasiones y, el vicio más terrible, el egoísmo. Entonces ser militante es tomar conciencia de que el combate contra el infierno comienza con uno mismo."

Valdés Vivó puede sentarse a escribir sus memorias en cualquier momento sin temor a aburrir. Puede narrar su beligerancia política durante la República, su labor en la Juventud Socialista, su vida en la clandestinidad, su estancia en Angola y Etiopía; puede narrar cómo ayudó a Santiago Álvarez en la filmación de su conocido documental Hanoi martes 13 y cómo se hizo amigo del General Giap, uno de los primeros en revisar su libro El gran secreto cubano en el camino a Ho Chi Minh.

Estas memorias quizás no las redacte nunca porque desde hace años escribe novelas, obras de teatro, poemas, ensayos, periodismo, y en todas esas páginas ha dejado parte de sus vivencias. Ahora mismo, acaba de terminar una nueva novela, sobre China. Su oficina en la Rectoría de la Escuela Superior del Partido tiene una mesa tapizada con libros de ese país. "Me los envían y lamento no haber estudiado chino para poderlos leer". En cambio estudió inglés, francés, vietnamita, ruso, checoslovaco y puede entender otras lenguas eslavas.

Desde 1986 es Rector de la Ñico López, responsabilidad que asumió justo cuando comenzaba el llamado Periodo de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas. "La enseñanza había dado resultados positivos en general, pero era muy dogmática, copiaba a los soviéticos y nos apartaba de las ideas que dio Fidel cuando fundó la escuela. La verdad no está en los libros, la verdad está en la vida, y los libros ayudan a descubrirla o la dificultan, incluso los libros de marxismo. La rectificación, que es la causa más profunda de nuestra resistencia después que desaparece la Unión Soviética, significó regresar al impulso original de la Revolución, a su espíritu de creación. La Escuela, entonces, recogió este espíritu".

Profesor titular de la Ñico López, la primera clase que impartió Valdés Vivó en su vida fue en 1952, en una escuela del Partido en la clandestinidad. "Los estudiantes estaban sentados en el suelo, sin hacer ruidos —recuerda—, y me invitaron para que hablara sobre la Unión Soviética y China, pues en 1951 había visitado esos países al frente de la delegación de jóvenes latinoamericanos que viajó al Festival de Berlín. Regresé a impartir otros temas cuando la lucha contra Batista, pero también orientaba varios círculos de estudio, en uno de los cuales estaban Raúl Castro y Pedro Miret".

Entusiasmado por el proyecto de la Plaza del Guerrillero Heroico en la Ñico López ("será una obra monumental con un Che diferente, lírico, romántico, sin gorra, que sonríe..."), afirma que si el Partido no es un fin en sí mismo, la Escuela tampoco lo es. La institución, de gran significado político para el sistema, sigue el marxismo-leninismo, el ideario de Martí, el pensamiento de Fidel y el espíritu resumido en la afirmación "Sí se puede", de Raúl. "Y nos preparamos para las transformaciones que están ocurriendo. Yo tengo la seguridad de que voy a ver el proceso de emancipación de la América Latina y el fin del imperialismo norteamericano. Siempre he pensado que la revolución mundial, bajo nombres muy diferentes, es inevitable".

Cuando era subdirector del periódico Hoy, Valdés Vivó escribió cientos de editoriales, "incluso el de la Crisis de Octubre", precisa. Revisaba los trabajos de personalidades como Nicolás Guillén, Mirta Aguirre, Honorio Muñoz ("el mejor periodista que ha habido en Cuba, en mi opinión"); fundó la primera columna crítica después del triunfo de la Revolución, llamada Con cien ojos; dirigió el noticiero radial Venceremos; fue cronista, articulista, corresponsal de guerra. Esta última fue la labor periodística que más lo impactó. "Siendo corresponsal es cuando más he sufrido y más orgulloso me he sentido del ser humano. Como corresponsal experimentas el dolor y el orgullo de ser participante".

Estudioso de la Historia y la Filosofía, disciplinas sin las que no se puede entender nada, según declara, lo que más le apasiona es conocer a la gente. "El conocimiento fundamental tiene que ser el de la vida y el de los que te rodean, porque esto ayuda a lo más difícil, que es conocerse a uno mismo. En definitiva, lo que más se logra conocer es una gota del vasto océano, pero lo que importa es la pasión por alcanzar esa gotica.

"Lamento haber olvidado mis estudios de Matemática, esa abstracción, pura poesía; lamento no saber árabe, ni alemán; no poder distinguir las distintas especies de árboles de un vistazo, como logra mi esposa; lamento no haber estudiado Astronomía. Así que si tuviera que confesar alguna insatisfacción sería justamente mi ignorancia".

 

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