En el Centenario de Carpentier
La flora de Alejo, según Duporté
MARTA ROJAS
Pocos
saben que Alejo Carpentier era un gran nadador, su amor por las playas
era inmenso. La mañana del Primero de Enero de 1959 lo acogía en una
de las cercanías de Caracas, cuando de pronto aquella ciudad se
convirtió en un hervidero y él la dejó para participar eufórico en
la alegría del pueblo venezolano, contagiosa y multitudinaria. Él
recordaba y Lilia, su viuda, lo evoca a cada rato, que en un auto
descapotado iba un jovencito, casi adolescente, gritando y haciendo
flamear una bandera cubana; era Felix Pita Astudillo que vivía allí
con su padre en ese entonces, y quien hasta su muerte fuera colega
nuestro en Granma. De ahí a Cuba, donde estaban la Ceiba tan
mentada por Carpentier y la flora toda que conoció desde niño en
Loma de Tierra.
En
este caso, es la flora carpenteriana la noticia que ocupa estas
páginas, por conducto del dibujante de la naturaleza y pintor Jorge
Duporté. En 1978 el guantanamero Duporté se incrustó en el estudio
pormenorizado de todas las partes de una ceiba en homenaje a Alejo, de
quien era desde mucho antes un fervoroso lector. Pero, como
naturalista y artista, siempre buscaba los vínculos de Alejo con la
flora y el mar para plasmarlo en sus dibujos: así nació la Flora
carpenteriana, como había nacido la Flora martiana y el Orquidiario
de Celia.
Ahora, en homenaje al
centenario del novelista, una de las voces universales de nuestras
letras, primer Premio Cervantes otorgado a un escritor de América
Latina y del Caribe, Jorge Duporté acaba de completar su
extraordinaria exposición sobre plantas que en la obra literaria de
Alejo cobran vida humana y no son solo paisajes y entorno.
Desde luego, está la
Ceiba de la cual dice en el tercer capítulo de La consagración de
la primavera: "... el más monumental, el más imponente de mis
árboles (en la voz de Enrique que vuelve a La Habana), la Ceiba
aislada en un espacio por ella elegido, me hablaba en un idioma
desconocido del nogal, el encino, el tilo y el abedul" (oriundo de
otras partes de la Tierra). Vuelve a la Ceiba: "...árbol parado por
derecho propio indiferente a las sequías..."
La muestra de Carpentier
habla en el trazo de Duporté desde Viaje a la semilla: "...después
de comenzar la prueba inicial que le significa alcanzar las difíciles
ramas de acceso, comenzó a ascender hacia el remate de la copa, por
un caracol de brazos cada vez más apretados y livianos, sostenes de
follajes, de la colmena verde, del suntuoso sotechado".
Lo más hermoso y complejo
de Jorge Duporté ha sido y es su constancia y el estudio profundo de
cada uno de los libros de Carpentier donde está presente la flora
cubana con vida y acción.
Por ello será un gran
suceso la exposición que se presentará en la Biblioteca Nacional de
Cuba el próximo 3 de noviembre en homenaje al centenario del
escritor, a continuación de otra de la propia Biblioteca, con
manuscritos y libros del autor.
En esta flora se hallarán
plasmados en arte, en papel y vitrales —una novedad de Duporté
serán estas últimas piezas—, las escenificaciones plásticas de
frases como: "el de más allá, solitario y monumental, en medio de
una pequeña llanura", de El arpa y la sombra; "husmeaba con
gozo la muelle fragancia de las anonas", de El siglo de las luces;
"victoriarregias abiertas sobre aguas dormidas", de El acoso. "...la
carne pomarrosa de la Guayaba", de El recurso del método. El
autor elabora por este camino veintisiete acuarelas con textos como el
de "ciertos árboles retorcidos, de lianas hundidas en el légamo,
tenían algo de naves ancladas, en tanto que otros troncos de un rojo
dorado, se alargaban en espejismos de profundidad", o "el desmedido
estiramiento de ciertas palmeras escuálidas" o "árboles que dejaban
muy abajo, como gente rastreante, a las plantas más espigadas".
Al anunciarle el conjunto
de lo que no es un proyecto, sino hecho tangible a Lilia Esteban, y
una maqueta del catálogo, en la Fundación Alejo Carpentier, ella le
aseguró a Jorge Duporté, —enclavado en Las Terrazas y parte él
mismo de ese nicho ecológico— que este sería uno de los homenajes
más delicados y profundos que se harían sobre la obra de Alejo.
Duporté, insaciable de búsqueda, se hace a sí mismo el compromiso
de sumergirse en el mar y un mundo que también registró Alejo, a
quien un día le preguntaron de dónde descendemos, en referencia a
los cubanos, y dijo naturalmente: "del mar".
|