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El repugnante proyecto
contra el pueblo y la soberanía de Cuba no han logrado otra cosa
que unir más a nuestro pueblo e incrementar su espíritu de lucha
Discurso pronunciado por
el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros, en el acto por el 51 aniversario
del asalto a los cuarteles Moncada y "Carlos Manuel de
Céspedes", efectuado en la Universidad Central de Las Villas,
el 26 de julio de 2004, "Año del 45 Aniversario del Triunfo de
la Revolución"
(Versiones
Taquigráficas – Consejo de Estado)
Queridos compatriotas;
Distinguidos invitados:
En este 51 aniversario
del asalto a la fortaleza del Moncada el 26 de julio de 1953,
dedicaré mis palabras a un personaje siniestro que nos amenaza, nos
insulta y nos calumnia. No es un capricho o una opción agradable;
es una necesidad y un deber.
El día 21 de junio en
la Tribuna Antiimperialista leí la epístola número dos al
Presidente de Estados Unidos, respondiendo a un infame informe del
Departamento de Estado sobre el tráfico de seres humanos de los que
suele hacer, cual supuesto juez supremo moral del mundo, el gobierno
de ese país, en el que se acusa a Cuba de estar entre los países
que promueven el turismo sexual y la pornografía infantil.
Pasaron apenas dos
semanas y, en lugar de guardar decoroso silencio ante verdades
irrefutables contenidas en la epístola, los cables trajeron
noticias de un discurso electoral de Bush en Tampa, Florida, con
nuevas y más alevosas acusaciones e insultos, que tenían el claro
propósito de calumniar a Cuba y justificar las amenazas de
agresión y las brutales medidas que acaba de tomar contra nuestro
pueblo.
La agencia francesa de
prensa AFP comunicaba el 16 de julio desde Tampa lo siguiente:
"El presidente
George W. Bush lanzó un duro ataque contra Cuba al definirla como
‘principal destino del turismo sexual’ y afirmó que Estados
Unidos tiene el deber de liderar la lucha mundial contra el tráfico
de personas para trabajos forzados o fines sexuales."
"Cuba es uno de los
diez países citados por el Departamento de Estado en un informe
divulgado en junio, en el que se señala a los gobiernos que toleran
el tráfico humano o fallan en luchar contra este delito."
"‘El régimen de
Fidel Castro convirtió a Cuba en el principal destino del turismo
sexual’ reemplazando al sudeste de Asia como destino favorito de
los pedófilos de Estados Unidos y Canadá, afirmó Bush.
"Durante una
conferencia en Tampa, Florida, el mandatario señaló a Cuba como
uno de los peores violadores en la materia.
"‘El turismo
sexual es una fuente vital de divisas para mantener su gobierno
corrupto a flote’, acusó.
"Bush indicó que
terminar con el tráfico de seres humanos será parte esencial de su
política exterior.
"‘El tráfico de
seres humanos trae sufrimiento y vergüenza a nuestro país y
lideraremos la lucha contra ello’, prometió.
"‘Estamos en una
lucha contra el mal, los estadounidenses están agradecidos por su
dedicación y servicio’, les dijo a los presentes en la
conferencia. ‘La vida humana es un regalo de nuestro Creador y
nunca debe ser vendida.’"
Un cable de la agencia
española EFE señalaba:
"‘Tenemos un
problema a apenas 150 kilómetros de nuestras costas’, dijo Bush
en el estado de Florida."
"Citó un estudio
según el cual Cuba ‘ha reemplazado al sudeste asiático como
sitio para los viajes de pederastas y turistas que buscan sexo’.
"‘Cuando se
aflojaron las restricciones para los viajes a Cuba en los años 90,
el estudio encontró que el flujo de estadounidenses y canadienses
había contribuido a un agudo incremento de la prostitución
infantil en Cuba.’"
"‘Mi gobierno
trabaja para una solución completa de este problema: la transición
rápida y pacífica a la democracia en Cuba.’"
"‘Hemos puesto en
marcha una estrategia para acercar el día en que ningún niño o
niña cubana sea explotado para financiar una revolución fracasada
y todos los cubanos vivan en libertad.’"
"Bush dijo que ‘la
vida humana es el don de nuestro Creador y jamás debería estar a
la venta’.
"‘Se requiere una
clase especial de depravación para explotar y herir a los miembros
más vulnerables de la sociedad.’"
"‘Los traficantes
de personas roban a los niños su inocencia, los exponen a lo peor
de la vida antes de que hayan visto mucho de la vida. Los
traficantes separan a las familias, y tratan a sus víctimas como
bienes para la venta al mejor postor.’"
Para colmo de noticias
extrañas, ese mismo cable añadió frases de John Ashcroft, en el
discurso de presentación de Bush ante la Conferencia Nacional de
Instrucción sobre Tráfico Humano:
"‘En el siglo XIX
el presidente Abraham Lincoln definió una visión de libertad para
todos, y con justicia se le llama el gran emancipador.’"
"‘En el siglo XXI
tenemos un gran líder que nos ha convocado a una comprensión de la
libertad no como un regalo de Estados Unidos al mundo sino como un
don del todopoderoso a la humanidad.’"
Otro cable de la agencia
inglesa REUTERS comunicaba:
"El Presidente de
Estados Unidos acusó el viernes al Presidente cubano de haber
convertido su isla caribeña en un destino de turismo sexual y de
contribuir al problema mundial del tráfico de personas."
La agencia italiana ANSA
informaba:
"‘El régimen de
La Habana está agregando más crímenes: da la bienvenida al
turismo sexual’, dijo Bush, quien incluso repitió una presunta
cita de Castro: ‘Cuba tiene las prostitutas más limpias y
educadas del mundo.’"
Cables posteriores han
dado cuenta de que la cita de una supuesta frase mía sobre este
tema, que hace el Presidente de Estados Unidos en su mencionado
discurso de Tampa para sustentar sus graves acusaciones, se basa en
un documento sobre Cuba escrito por Charles Trumbull, alumno de
Derecho de la Universidad norteamericana de Vanderbilt, quien
declaró enfáticamente que el discurso de Bush tergiversa el
verdadero significado de una frase incluida en su trabajo,
añadiendo entre otras las siguientes aclaraciones:
"La prostitución
tuvo un alza repentina en la nación caribeña posterior al derrumbe
de la Unión Soviética."
"Castro, que
declaró ilegal la prostitución al asumir el poder en 1959,
inicialmente contó con pocos recursos para combatirla. Pero
alrededor de principios de 1996 las autoridades cubanas comenzaron a
tomar medidas severas sobre la práctica."
"Aunque aún
existe, es mucho menos visible y sería inexacto decir que el
gobierno la promueve."
El lunes 19 de julio
funcionarios de la administración Bush reconocieron que no tenían
otra fuente para referirse al tema, que no fuera el trabajo del
mencionado estudiante.
A pesar de que quedaba
demostrado que el Presidente de Estados Unidos había formulado
una gravísima acusación a partir de una frase contenida en el
trabajo de un estudiante norteamericano, cuya intencionada
tergiversación fue desmentida por el propio autor, la respuesta del
vocero de la Casa Blanca, enfrentado a este desmentido, no pudo ser
más inusitada. Simplemente, según el propio cable,
"...defendió la inclusión [de la frase] argumentando que
expresaba una verdad esencial sobre Cuba", o sea, que para la
Casa Blanca "verdad esencial sobre Cuba" es cualquier cosa
que el Presidente imagine en su mente con independencia de que se
corresponda o no con la realidad.
Este es exactamente el
tipo de enfoque fundamentalista a que el presidente Bush recurre
constantemente, donde los datos, los argumentos, las verdades, los
razonamientos, las realidades sobran, y lo único determinante es la
idea que él tenga, o le convenga, sobre un tema en particular: algo
se convierte en una verdad absoluta e irrebatible simplemente cuando
el señor Bush lo imagina.
Hay muchos en el mundo
que conocen muy poco de la Revolución Cubana y pueden ser víctimas
de las mentiras y engaños que el gobierno de Estados Unidos difunde
a través de los enormes medios de divulgación de que dispone.
Pero hay también
muchos, especialmente en los países pobres, que conocen lo que es
la Revolución Cubana, el esmero con que se consagró desde el
primer instante a la educación y a la salud de los niños y de toda
la población, su espíritu de solidaridad que la ha llevado a
cooperar desinteresadamente con decenas de países del Tercer Mundo,
su apego a los más altos valores morales, sus principios éticos,
su insuperable concepto de la dignidad y el honor de su patria y de
su pueblo, por los cuales los revolucionarios cubanos han estado
siempre dispuestos a ofrendar sus vidas. Sin duda esos muchos
amigos, en cualquier rincón del mundo, se preguntarán cómo es
posible que se lancen contra Cuba tan incalificables y groseras
calumnias.
Esto me obliga a
explicar con toda seriedad y franqueza las causas que, desde mi
punto de vista, dan lugar a tales inconcebibles e irresponsables
afirmaciones por parte del Presidente de la potencia más poderosa
del planeta, quien además nos amenaza con hacer desaparecer a la
Revolución Cubana de la faz de la Tierra.
Lo haré con el máximo
de objetividad posible, sin afirmaciones arbitrarias ni
adulteraciones vergonzosas de palabras, frases y conceptos de otros,
o guiado por mezquinos sentimientos de venganza u odio personal.
Un tema ampliamente
documentado en varios libros de eminentes autores científicos y
otras personalidades norteamericanas es la adicción del actual
Presidente de Estados Unidos al alcohol durante dos décadas, entre
los 20 y los 40 años. Este punto ha sido rigurosamente abordado de
forma impresionante con criterio científico y desde el
punto de vista psiquiátrico por el doctor Justin A. Frank
en un libro ya famoso titulado Bush en el diván.
El doctor Frank comienza
aclarando que resulta valioso definir científicamente si Bush era
un alcohólico o si sigue siéndolo, expresando textualmente a
continuación:
".... la
interrogante más apremiante es si la influencia de esos años de
bebedor empedernido y su abstinencia posterior aún inciden en él y
en los que lo rodean."
Prosigue explicando, y
lo cito de forma textual:
"El alcoholismo es
una enfermedad potencialmente fatal, un mal de toda la vida que
resulta sumamente difícil de detener de forma permanente."
(p.40)
A continuación,
refiriéndose ya al Presidente de Estados Unidos en particular,
expone:
"Bush ha dicho
públicamente que dejó de consumir alcohol sin la ayuda de
Alcohólicos Anónimos (una organización dedicada al tratamiento de
adictos al consumo de alcohol), ni de ningún programa contra el uso
indebido de sustancias prohibidas, y ha afirmado que dejó el
hábito para siempre con la ayuda de instrumentos espirituales,
tales como el estudio de la Biblia y conversaciones con el
evangelista Billy Graham."
El libro en la página
40 cuenta que, según el ex escritor de discursos David Frum,
al llegar a la Oficina Oval Bush convocó a un grupo de líderes
religiosos, les pidió sus oraciones y les dijo:
"Solo hay una
razón por la que estoy en la Oficina Oval y no en un bar."
"Encontré la fe, encontré a Dios. Estoy aquí por el poder de
la oración."
Al respecto el Dr. Frank
analiza que esta aseveración puede ser verdad, y apunta con sus
propias palabras lo siguiente:
"Seguramente todos
los estadounidenses quisieran creer que el Presidente ya no bebe,
aun cuando no tengamos la forma de saber si es cierto. De ser así,
se ajusta al perfil del antiguo bebedor cuyo alcoholismo ha sido
detenido pero no tratado."
Y añade:
"Los antiguos
bebedores que se abstienen sin el beneficio del programa de
Alcohólicos Anónimos son conocidos como ‘borrachos secos’,
etiqueta esta que ha circulado por Internet y por otras partes
refiriéndose a Bush. ‘Borracho seco’ no es un término médico,
y no es un término que yo utilice en un medio clínico. Pero aun
sin catalogar a Bush como tal, resulta difícil pasar por alto los
muchos elementos problemáticos de su carácter entre los rasgos que
la literatura sobre recuperación asocia con el alcoholismo,
incluidos la grandiosidad, la naturaleza sentenciosa, la
intolerancia, el desapego, la negación de la responsabilidad, una
tendencia a reaccionar excesivamente y una aversión por la
introspección." (p.41)
El Dr. Frank insiste en
que él personalmente ha atendido a alcohólicos que detuvieron su
adicción sin el tratamiento adecuado, quienes por lo general tienen
muy poco éxito en aprender a controlar la ansiedad que una vez
trataron de suprimir con el consumo de alcohol, y explica que:
"Sus rígidos
esfuerzos para controlar la ansiedad dificultan cualquier análisis
psicológico. Incluso algunos ni siquiera pueden enfrentar la
ansiedad de tener que admitir su alcoholismo."
Continúa el Dr. Frank:
"He observado que,
sin esta admisión, incluso, los antiguos bebedores no pueden
cambiar realmente ni aprender de su propia experiencia."
Y ya refiriéndose
concretamente a Bush, hace el siguiente razonamiento:
"El patrón de
culpa y negación, que tan arduamente intentan romper los
alcohólicos en recuperación, parece estar arraigado en la
personalidad alcohólica; raramente se limita a su alcoholismo. El
hábito de culpar a otros y negar la responsabilidad es tan
dominante en la historia personal de George W. Bush, que
evidentemente se dispara ante la más ligera amenaza.
"La rigidez en la
conducta de Bush es quizás más evidente en su bien documentada
confianza en sus rutinas diarias ―las reuniones famosamente
breves, el programa sacrosanto de ejercicios, las lecturas diarias
de la Biblia y las limitadas horas de oficina. Una persona saludable
es capaz de alterar su rutina; una persona rígida no puede
hacerlo." (p.43)
"Por supuesto"
―continúa afirmando
textualmente el eminente especialista norteamericano―,
“todos necesitamos descanso y relajación, tiempo para
reagruparnos, pero al parecer Bush lo necesita más que la mayoría.
Y esto no constituye una sorpresa, entre otras razones, porque
la ansiedad de ser Presidente pudiera representar un riesgo real de
retornar a la bebida". (p.43)
"Conjuntamente con
las rutinas rígidas vienen los procesos de pensamiento rígido
―otra característica de la presidencia de Bush", sigue
afirmando, con precisión casi matemática, el Dr. Frank:
"Lo apreciamos en la forma testaruda, casi obsesiva, en que se
aferra a las ideas y los planes después que han sido
desacreditados, desde su imagen propia como persona que ‘unifica,
no divide’, hasta su convicción de que Iraq tenía armas de
destrucción masiva (o, en ausencia de dichas armas, que de alguna
manera ‘los Estados Unidos hicieron lo que era correcto en Iraq’
de todas formas). Tal rigidez de pensamiento no está motivada por
una simple testarudez; el alcohólico sin tratamiento, consumido por
la tarea de tener que controlar las ansiedades que pudieran llevarlo
a buscar la bebida, simplemente no puede tolerar ninguna amenaza
contra su statu quo."
Y agrega el Dr. Frank
que tal intolerancia generalmente trae como consecuencia respuestas
desproporcionadas en relación con la magnitud de la amenaza real
que percibe.
"Esto pudiera
ayudar a explicar el dramático contraste entre la respuesta de
George W. a Saddam Hussein y la de su padre, quien cuidadosamente
creó una coalición, tomó medidas solo después que Kuwait había
sido invadida y, después, procedió con prudencia y cautela cuando
se estaba desarrollando la lucha –la conducta de un líder
experimentado que sabía que era responsable de un sinnúmero de
vidas, no un alcohólico acostumbrado a tomar medidas dramáticas
para autoprotegerse."
Continuando con su
análisis, el doctor Frank puntualiza:
"Hay dos preguntas
que, al parecer, la prensa está decidida especialmente a pasar por
alto, y que penden silenciosamente en el aire desde antes que Bush
asumiera la Presidencia: ¿Está aún consumiendo alcohol? Y de no
ser así, ¿está incapacitado por todos esos años que pasó
consumiendo alcohol? Ambas interrogantes tienen que ser abordadas en
cualquier evaluación seria de su estado psicológico." (p.48)
En cuanto a la primera
pregunta, señala la posibilidad de que Bush esté calmando su
ansiedad con medicamentos para mantenerse alejado del alcohol, y se
refiere en particular a su extraño comportamiento en las
conferencias de prensa. Al respecto expone:
"Al escribir sobre
la apariencia vacilante de Bush en una conferencia de prensa
ofrecida precisamente antes de comenzar la guerra contra Iraq, el
crítico del Washington Post,
Tom Shales, especuló que ‘probablemente el Presidente haya estado
ligeramente medicado’."
"Sin embargo, más
preocupantes son las comparecencias que motivan sospechas no por la
forma en que habla sino por lo que dice. En repetidas ocasiones se
ha enfrascado en una confabulación, llenando los vacíos en su
memoria con lo que él cree son hechos ―el más significativo
fue el 14 de julio de 2003 cuando se paró al lado de Kofi Annan e
inventó la idea de que los Estados Unidos le habían dado a Saddam
‘una oportunidad para permitir la entrada de los inspectores y él
no los dejó entrar’. (Como observara el Washington Post, ‘Hussein,
realmente, había admitido a los inspectores y Bush se había
opuesto a prorrogar su trabajo porque no creía que fueran eficaces’.
La confabulación es un fenómeno común entre los consumidores de
alcohol, como lo es la perseverancia, que se evidencia en la
tendencia de Bush a repetir palabras y frases clave, como si la
repetición lo ayudara a permanecer calmado y mantener la
atención." (p.49)
Y concluye el doctor
Frank su análisis sobre estas dos preguntas con las siguientes
palabras:
"Incluso si,
además, asumimos que los días de alcoholismo de George W. Bush
quedaron atrás, aún queda la interrogante del daño permanente que
pudo haber causado antes de que dejara de consumirlo ―más
allá del considerable impacto en su personalidad que podemos
rastrear hasta su abstinencia sin tratamiento. Todo estudio
psicológico o psicoanalítico integral del presidente Bush tendrá
que explorar cuánto ha cambiado el cerebro y sus funciones en más
de veinte años de alcoholismo. En un estudio reciente realizado por
el Centro Médico de la Universidad de California/San Francisco, los
investigadores comprobaron que los bebedores empedernidos que no se
consideran a sí mismos como alcohólicos revelan que ‘su nivel de
consumo de alcohol constituye un problema que necesita tratamiento’.
El estudio observó que los bebedores empedernidos de su muestra
estaban ‘significativamente incapacitados en las mediciones de
memoria de trabajo, velocidad de procesamiento, atención, función
ejecutiva y equilibrio’. Aún está en curso una seria
investigación sobre la recuperación a largo plazo del consumo
indebido de alcohol. La ciencia ha establecido que el alcohol mismo
es tóxico para el cerebro, tanto para su anatomía (ya que el
cerebro se reduce y se amplían las fisuras entre los hemisferios y
alrededor de estos) como para su neurofisiología. Pero la
recuperación se produce con la sobriedad continuada, durante un
período mayor de cinco años para muchos alcohólicos. Bush afirma
que ha permanecido sobrio durante más de quince años y muy bien
pudiera haber mejorado hasta los niveles anteriores al consumo de
alcohol. Sin embargo, incluso los alcohólicos crónicos que
recuperan sus funciones mentales comprometidas generalmente sufren
de un daño persistente en su capacidad para procesar la nueva
información. Importantes funciones neuropsicológicas se afectan:
La nueva información esencialmente se coloca en un fichero que se
pierde en el cerebro."
"Los ex bebedores
empedernidos generalmente tienen problemas para diferenciar entre la
información importante y la intrascendente. También pudieran
perder parte de su capacidad para mantener la concentración. Todo
lo que tenemos que hacer para observar la falta de atención de Bush
es mirarlo cuando escucha un discurso pronunciado por otra persona,
observar su comportamiento en ocasiones en plena campaña electoral
o considerar el esfuerzo evidentemente desesperado que hace para
mantener la concentración en todos los discursos que
pronuncia." (p.50)
Por último el doctor
Frank señala que Bush aliviaría el temor de muchos estadounidenses
sometiéndose a pruebas psicológicas que pudieran medir
científicamente los efectos de su adicción al alcohol en el
funcionamiento de su cerebro, y advierte:
"De lo contrario,
no podemos más que sospechar ―con razón― que nuestro
Presidente pudiera estar incapacitado en su habilidad para
comprender las ideas e informaciones complejas.” (p.51)
Y termina sentenciando:
"Probablemente
todos nosotros estaríamos un tanto temerosos de averiguarlo;
después de todo, ya ha permanecido en la presidencia durante tres
años y ha conducido a nuestra nación a la guerra. Pero si no lo
hacemos, las consecuencias podrían condenarnos a todos y cada uno
de nosotros". (p.51)
Otro aspecto tratado
con profundidad y detalles en el mencionado libro Bush en el
diván, del doctor Justin A. Frank, es el referido al
fundamentalismo religioso del presidente Bush.
El doctor Frank explica
cómo tratando de encontrar alivio al caos interior que la bebida en
algunos momentos calmó pero en última instancia intensificó, Bush
debe haber encontrado en la religión una fuente de calma no
totalmente diferente que el alcohol, y un grupo de reglas que lo
ayudan a manejar ambos, el mundo externo y su mundo espiritual
interno.
Expone que un análisis
del papel del fundamentalismo en la vida de Bush mostrará que la
sustitución de sustancias prohibidas es solo una de las varias
formas en que Bush depende de la religión como mecanismo de
defensa, y afirma que Bush utiliza la religión para simplificar e
incluso sustituir el pensamiento, de modo tal que, en cierta forma,
no tenga siquiera que pensar. Agrega que Bush, al colocarse del lado
del bien ―al lado de Dios― se coloca por encima de la
discusión y del debate mundano. La religión le sirve de escudo
para protegerlo de los desafíos, incluidos aquellos que de otra
forma él mismo se crearía.
Se pregunta cómo Bush
llegó a este punto, y a continuación expone que la tradición de
la familia Bush ha descansado por muchos años en la fe, en la
creencia de un dios estrechamente vinculado con la rectitud moral,
pero hace la siguiente distinción:
"Sin embargo, la
orientación religiosa del presidente Bush representa un cambio
significativo respecto de la tradición familiar. Aun cuando ciertos
aspectos de la tradición familiar se han mantenido, particularmente
la formalidad de la participación religiosa, su conversión en la
madurez hacia un enfoque más fundamentalista contrasta
dramáticamente con la vida espiritual de su padre."
"Un análisis de
los acontecimientos que llevaron a Bush a abrazar de forma
consciente el fundamentalismo demuestra que efectivamente ocurrió
en un momento en que buscaba soluciones desesperadamente, en un
momento de imperiosa necesidad."
Continúa el doctor
Frank exponiendo que las religiones fundamentalistas estrechan el
universo de posibilidades y dividen el mundo entre buenos y malos,
en términos absolutos que no dejan espacio para cuestionamientos, y
al respecto explica:
"Igualmente se
simplifica el concepto del yo. De la misma forma que las enseñanzas
fundamentalistas de la creación niegan la historia, la noción
fundamentalista de la conversión o del renacimiento estimula al
creyente a verse a sí mismo desligado de la historia. La defensa
evasiva e interesada que Bush hace de su vida antes de su
renacimiento muestra precisamente esta tendencia. ‘No es bueno
hacer un inventario de los errores que cometí cuando era joven’,
insiste Bush. ‘Creo que la forma… de contestar las preguntas
sobre comportamientos específicos es recordándole a la gente que,
cuando yo era joven e irresponsable, era joven e irresponsable.
Cambié…’ Para el creyente, el poder de la absolución
espiritual no solo borra los pecados del pasado, sino que establece
un divorcio entre el yo actual y el pecador original."
El doctor Frank aclara
que no hay nada inherentemente sobrenatural en el hecho de que Bush
busque la protección en su fe y que, aun cuando ésta lo hace más
fuerte, la rigidez de sus patrones de pensamiento y discurso, y de
su agenda, señalan hacia una fragilidad considerable. Explica que
los temores de Bush a todo ―desde la desavenencia hasta los
ataques terroristas― a veces resultan dolorosamente evidentes,
incluso (o especialmente) en sus abstinencias, y que es un hombre
que busca desesperadamente la protección. Y se pregunta:
"¿Pero contra qué busca George W. Bush protegerse tan
desesperadamente?", dando respuesta a esta pregunta con el
siguiente análisis:
"El sistema de
creencias que tan firmemente sostiene, lo protege contra los
desafíos a sus ideas, de los que lo critican, de sus oponentes
y, más importante aún, de sí mismo. Al profundizar en
el tema, resulta difícil no creer que sufra del miedo innato a
desmoronarse, un miedo demasiado aterrador para que lo pueda
enfrentar."
"Para una persona
que trata desesperadamente de no perder el camino, aferrarse a una
fe (o incluso a unas pocas frases claves), y ceñirse a ellas, es
otra forma de protegerse para no desmoronarse. Las conferencias
de prensa del presidente Bush dan muestras alarmantes de esta
continua ansiedad –una evidencia tan inequívoca que para nada
sorprende que la Casa Blanca dude tanto en programarlas. Tras una
particularmente desastrosa conferencia de prensa ofrecida en julio
de 2003, el columnista político del Slate,
Timothy Noah, observó que ‘Bush parecía discordante’. En un
crítico editorial publicado al día siguiente, el New York
Times señalaba que las
respuestas del Presidente eran ‘vagas y algunas veces casi
incoherentes’, sugiriendo perspicazmente que Bush estaba ‘deslumbrado
con el mito inventado por su propio gobierno’."
Pone algunos ejemplos de
frases repetitivas de Bush durante esa conferencia de prensa:
"Y por tanto, estamos
progresando. Es lento, pero de seguro estamos progresando
en hacer que ―aquellos que aterrorizan a sus compatriotas
paguen, y estamos progresando en convencer al pueblo iraquí
de que la libertad es real. Y mientras más se convenzan de que la
libertad es real, asumirán las responsabilidades que una sociedad
libre exige…"
"Y la amenaza
es una amenaza real. Y es una amenaza sobre la que
evidentemente no tenemos datos específicos, no sabemos cuándo,
dónde, qué. Pero sí sabemos un par de cosas… evidentemente
estamos hablando con gobiernos extranjeros y con aerolíneas
extranjeras para indicarles cuán real es la amenaza…"
"No sé cuán cercanos
estamos de capturar a Saddam Hussein. Como saben, estamos
más cerca de capturarlo que ayer. Supongo. Solo sé
que estamos a la caza. Es como si ustedes me hubiesen
preguntado, antes de haber capturado a sus hijos, cuán cercanos
estábamos de capturar a sus hijos. Yo diría, no sé, pero
estamos a la caza."
"Bueno, ante todo,
la guerra contra el terrorismo continúa, como yo le recuerdo a la
gente constantemente… La amenaza sobre la que preguntas,
Steve, nos recuerda que necesitamos estar a la caza, porque
la guerra contra el terrorismo continúa…"
"Les acabo de decir
que existe una amenaza a los Estados Unidos…"
"No tengo duda
alguna, Campbell, de que Saddam Hussein representaba una amenaza
a la seguridad de los Estados Unidos y una amenaza a la paz
en la región…"
"Saddam Hussein era
una amenaza. Las Naciones Unidas lo consideraban una amenaza.
Esa es la razón por la que aprobaron 12 resoluciones. Mis
predecesores lo consideraban una amenaza. Hemos recopilado
mucha información. Esa información era buena, una información
sólida en base a la cual tomé una decisión…"
Y continúa el doctor
Frank:
"Sus temores son
tan poderosos que ni siquiera los puede enfrentar. Su tristemente
célebre consejo a los estadounidenses, a menos de dos semanas
después de los sucesos del 11 de septiembre –cuando aconsejó a
los norteamericanos que continuaran saliendo de compras y viajando
como antes, en evidente contradicción con las medidas radicales que
estaba tomando como respuesta a la recién descubierta
vulnerabilidad de la nación— son prueba de la forma simplista con
que analiza la situación, dando la espalda a la ansiedad y la
preocupación. Compárese su reacción a la del alcalde de Nueva
York, Rudolph Giuliani, que enfrentó sus temores, se subió las
mangas y se puso a trabajar, haciendo que la gente se sintiese mucho
más segura que con el forzado distanciamiento de Bush."
"Desde que asumiera
la Presidencia, Bush ha continuado citando las instrucciones divinas
para justificar sus acciones. Como apareciera en el Haaretz
News, de Israel, Bush dijo: ‘Dios me dijo que atacara a Al
Qaeda y la ataqué, y luego me instruyó atacar a Saddam, lo cual
hice.’"
Finalmente el doctor
Frank hace la siguiente reflexión:
"La batalla
bíblica entre el bien y el mal ha resonado en todos sus discursos
desde el 11 de septiembre, desde su repetido uso del término ‘Cruzada’,
su caracterización de los terroristas como ‘malhechores’, hasta
el agrupar a Iraq, Irán y Corea del Norte en el ‘Eje del Mal’.
Al mismo tiempo, presenta a los Estados Unidos como una nación de
víctimas totalmente inocentes.
"Al exteriorizar el
mal de esta forma, al tiempo que absuelve a Estados Unidos de
responsabilidad alguna, Bush ha transformado su visión desintegrada
e infantil del mundo en una política exterior absolutamente
combativa (y primitiva)."
"La retórica de
Bush" ―concluye
el doctor Frank― “pone
de relieve cómo identifica los conceptos de él como Presidente con
Dios y los Estados Unidos. Para él, estos tres conceptos parecen
haberse vuelto intercambiables. Incapaz de llorar los muertos del 11
de septiembre lo suficiente como para permitir una investigación
exhaustiva de cómo sucedieron los hechos ―y qué
responsabilidad pudimos haber tenido nosotros—, ataca ciegamente
al ‘enemigo’ que ve en todas partes, como si de repente hubiese
un terrorista debajo de cada piedra."
En su libro Blancos
estúpidos Michael Moore señala que Bush tiene claros síntomas
de incapacidad para leer al nivel de un adulto, y expone lo
siguiente como parte de una carta abierta a Bush:
"1. George ¿puedes
leer y escribir al nivel de un adulto?
"A mí y a muchos
otros nos parece que, lamentablemente, pudieras ser un analfabeto
funcional. No es algo para avergonzarse. Millones de norteamericanos
no pueden leer por encima del nivel de cuarto grado."
"Pero, permíteme
preguntar lo siguiente: si tienes problemas para comprender los
documentos acerca de la compleja situación que te son entregados
como Líder del Mundo casi Libre, ¿cómo podemos confiarte algo
como nuestros secretos nucleares?"
"Todos los signos
de este analfabetismo están ahí —y aparentemente nadie te ha
desafiado sobre ellos. La primera pista fue el que nombraste como tu
libro favorito de la infancia, ‘The Very Hungry Caterpillar’ (La
Oruga muy Hambrienta)."
"Lamentablemente,
ese libro no fue publicado hasta un año después que te graduaste
en la universidad."
"Una cosa está
clara para todos —no puedes hablar el idioma inglés en oraciones
que podamos comprender.
"Si vas a ser
Comandante en Jefe, tienes que ser capaz de comunicar tus órdenes.
¿Qué sucederá si estas pequeñas equivocaciones continúan
sucediendo? ¿Sabes cuán fácil sería convertir un pequeño paso
en falso en una pesadilla de seguridad nacional?"
"Tus asistentes han
dicho que tú no lees los documentos de instrucciones que ellos te
dan, y que tú les pides que se los lean por ti o te los lean a ti.
"Por favor, no
tomes nada de esto como algo personal. Quizás sea una incapacidad
de aprendizaje. Cerca de sesenta millones de norteamericanos tienen
incapacidad para aprender."
En el libro Contra
todos los enemigos, Richard Clarke relata que cuando Bush llegó
a la Casa Blanca "muy tempranamente fuimos advertidos que el
Presidente no era un gran lector".
El libro Bush en
guerra, de Bob Woodward, relata que en una reunión del Consejo
Nacional de Seguridad durante la guerra de Afganistán, Bush
expresó lo siguiente: "Yo
no leo las páginas editoriales. Yo no lo hago. La hiperventilación
que tiende a crearse alrededor de esos cables, cada experto y cada
ex coronel y todo eso, es justamente ruido de fondo."
Hasta aquí una
brevísima síntesis de lo expuesto sobre algunos temas por
importantes personalidades norteamericanas, que ayudan a explicar la
extraña conducta y belicosidad del Presidente de Estados Unidos.
No quiero extenderme por
ahora en asuntos más delicados todavía, como aquellos cuya
divulgación costaron la vida a J. H. Hatfield, autor
del libro Hijo Afortunado, o sobre otros temas de gran
interés abordados por eminentes autores realmente brillantes y
valientes.
Las calumnias y mentiras
del señor Bush y sus asesores más cercanos fueron elaboradas
precipitadamente para justificar las atroces medidas tomadas contra
ciudadanos de origen cubano residentes en Estados Unidos que poseen
vínculos con familiares allegados en Cuba.
Tal ultraje, como ya
advertimos el pasado 21 de junio, tendría consecuencias políticas
adversas en el estado de la Florida, que puede ser decisivo en la
actual contienda electoral. La idea de un voto de castigo cobra
fuerzas entre miles de cubano-americanos, muchos de los cuales
normalmente habrían votado por Bush.
El odio y la ceguera
condujeron a la administración a una acción inmoral y estúpida,
presionada por la mafia terrorista que le dio a Bush la victoria
fraudulenta con un millón de votos menos que su rival en toda la
nación y una mísera ventaja de 537 votos en la Florida donde,
además de que muchos muertos "ejercieron" el derecho al
sufragio, miles de ciudadanos negros fueron impedidos por la fuerza
de ejercerlo. Quince o veinte mil electores podrían hundir sus
aspiraciones de reelección. A nivel de todo el país las brutales
medidas han sido también criticadas.
En su inmensa mayoría
esa mafia terrorista, que decidió nada menos que la elección de un
presidente de Estados Unidos, está integrada o dirigida por
antiguos batistianos y sus descendientes; por grupos que
participaron durante décadas en las acciones terroristas, ataques
piratas, planes de asesinato contra líderes revolucionarios cubanos
y todo tipo de agresiones armadas contra nuestra patria; por grandes
terratenientes y familiares de la alta burguesía afectada por las
leyes revolucionarias, que junto a los anteriores recibieron
privilegios de todo tipo, y muchos reunieron grandes fortunas y
adquirieron influencia en importantes sectores de poder dentro de
los gobiernos de Estados Unidos.
Más del 90% de los que
emigraron de Cuba desde el triunfo de la Revolución lo hicieron por
canales normales y motivados por razones económicas, sus salidas
fueron autorizadas por la Revolución sin obstáculo alguno. Pero
los cubanos emigrantes estaban obligados a pasar bajo las horcas
caudinas de aquella mafia poderosa, de cuya influencia no podían
fácilmente prescindir.
A diferencia de los
muchos millones de latinoamericanos, incluidos haitianos y
caribeños, que legal o ilegalmente emigraron a Estados Unidos y son
calificados como emigrantes, a los cubanos sin excepción alguna se
los califica como exiliados.
Por otro lado, la
absurda Ley de Ajuste ha costado incontables pérdidas de vidas
cubanas, al premiar y estimular las salidas ilegales otorgando
privilegios excepcionales que no se conceden a los ciudadanos de
cualquier otro país del mundo.
Sin embargo, Cuba desde
hace años, aun antes del derrumbe de la Unión Soviética y el
período especial, a pesar de los riesgos de espionaje y planes
terroristas procedentes de Estados Unidos, les fue concediendo
a los emigrados permisos para visitar a sus familiares y su país de
origen, mientras la administración Bush les cierra abruptamente las
puertas, en su fanática obsesión de hacer rendir a Cuba por la
vía de asfixiarla económicamente.
Con el mismo objetivo de
privar al país de ingreso alguno, califica la industria turística
en Cuba de turismo sexual, y a las personas procedentes de Estados
Unidos que visitan nuestro país, como "pedófilos" y
"buscadores de placer".
El señor Bush no vacila
tampoco en endilgar el mismo calificativo a los turistas
canadienses, cuando todo el mundo conoce que en su inmensa mayoría
se trata de jubilados y personas de la tercera edad, que
acompañados de sus familiares buscan y disfrutan la tranquilidad y
seguridad excepcional, la educación, cultura y hospitalidad que
encuentran en nuestro país.
¿Cómo calificaría el
señor Bush a las decenas de millones de turistas que visitan cada
año Estados Unidos, donde abundan los casinos, las casas de
juego, los centros de prostitución masculina y femenina y otras
muchas formas de actividades relacionadas con la pornografía y el
sexo, ninguna de las cuales existen en Cuba y son ajenas a la
cultura revolucionaria de nuestro pueblo?
¿Cómo calificaría a
las decenas de millones de europeos que visitan España cada año,
donde numerosas páginas de prensa se dedican a publicitar los
nombres, las direcciones, las características físicas, culturales
e intelectuales, las especialidades y dones individuales para todos
los gustos de las personas que practican el antiguo oficio de la
prostitución? ¿Calificaría las industrias turísticas
norteamericana y española de turismo sexual?
Ninguna de las
actividades mencionadas tiene lugar en Cuba. Sin embargo, en la
mente calenturienta y fundamentalista del todopoderoso señor de la
Casa Blanca y sus más íntimos asesores, ahora hay que
"salvar" a Cuba no solo de la "tiranía", hay
que "salvar a los niños cubanos de la explotación sexual y
del tráfico de personas", "hay que librar al mundo de
este atroz problema que tiene lugar a 150 kilómetros de Estados
Unidos".
¿Nadie le ha dicho que
en Cuba, antes del triunfo revolucionario de 1959, alrededor de
100 000 mujeres por pobreza, discriminación y falta de empleo,
ejercían de forma directa o indirecta la prostitución, a las que
la Revolución educó y buscó empleo, quedando prohibidas desde
entonces las llamadas "zonas de tolerancia" que existían
en la república mediatizada y la neocolonia impuestas por Estados
Unidos?
¿Nadie le ha dicho que
los niños cubanos, cuya salud física, mental y moral constituye el
objetivo más priorizado de la Revolución, son protegidos por leyes
de mucho mayor severidad que las de Estados Unidos, y están
todos escolarizados, incluidos más de 50 000 que por padecer
determinadas formas de discapacidad requieren y reciben, sin
excepción alguna, esmerada atención en centros de educación
especial?
¿Nadie le ha dicho que
la mortalidad infantil es menor en Cuba que en Estados Unidos y
continúa descendiendo?
¿Nadie se atrevió a
susurrarle que Cuba ocupa en la educación un lugar destacado e
internacionalmente reconocido; que todos los servicios de educación
y salud son gratuitos y abarcan a la totalidad de la población; que
en la educación, la salud y la cultura se desarrollan hoy programas
que la situarán muy por encima de todos los países del mundo?
La histórica sesión de
la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba celebrada el 1º y 2
de julio desenmascaró y puso en ridículo el grotesco informe de
más de 400 páginas en el que se habla amplia y detalladamente de
los programas neocoloniales y anexionistas que propone aplicar el
grupo fascista que engendró tan repugnante proyecto contra el
pueblo y la soberanía de Cuba. No han logrado con ello otra cosa
que unir más a nuestro pueblo e incrementar su espíritu de lucha.
Hay que estar
rematadamente locos para hablar nada menos que de aplicar programas
de alfabetización y vacunación en Cuba, donde hace rato el
analfabetismo fue erradicado, la escolaridad mínima alcanza nueve
grados y los niños están vacunados contra 13 enfermedades. En todo
caso, programas de ese tipo debieran aplicarse a decenas de millones
de norteamericanos excluidos, que no disfrutan del beneficio del
seguro médico, o no han ido a la escuela, o son analfabetos totales
o funcionales.
Ni siquiera la
administración de Estados Unidos se ha atrevido a decir una sola
palabra sobre la oferta generosa que hizo nuestro país de salvar,
en el breve período de cinco años, una vida por cada una de las
personas que murieron en las Torres Gemelas, atendiendo
gratuitamente a 3 000 ciudadanos norteamericanos que no reciben
servicios de salud imprescindibles para preservar la vida. Tampoco
se ha respondido a la pregunta de si serían castigados o no los que
decidieran viajar a Cuba y acogerse a esa oportunidad.
Es realmente revelador
el hecho de que el mismo día que tan infames calumnias y amenazas
fuesen proferidas por el señor Bush, una prestigiosa institución
científica norteamericana de California suscribiera con el Centro
de Inmunología Molecular de Cuba un acuerdo de transferencia de
tecnología desarrollada en nuestro país para las pruebas clínicas
y ulterior producción de tres vacunas prometedoras en la lucha
contra el cáncer, enfermedad que, como se conoce, mata a más de
medio millón de ciudadanos norteamericanos cada año.
Justo es reconocer que
en ese caso no hubo obstrucción por parte de las autoridades
norteamericanas.
El hecho demuestra cómo
los frutos de cuanto he dicho antes empiezan a brotar en nuestro
país por todas partes, a pesar de 45 años de cruel bloqueo y
agresiones por parte de los gobiernos de Estados Unidos.
Y no se trata de armas
biológicas, armas químicas ni armas nucleares; se trata de avances
científicos que pueden ayudar a toda la humanidad.
¡Ojalá que, en el caso
de Cuba, Dios no quiera "dar instrucciones" al señor Bush
de atacar a nuestro país, y lo induzca más bien a evitar ese
colosal error! El debería cerciorarse de la autenticidad de
cualquier mandato bélico divino, consultándolo con el Papa y otros
prestigiosos dignatarios y teólogos de las iglesias cristianas,
preguntándoles qué opinan.
Excúseme, señor
Presidente de Estados Unidos, que en esta ocasión no le escriba una
tercera epístola. Habría sido difícil analizar este tema por esa
vía. Podría parecer un insulto personal. De todas formas, me
adhiero a las normas de la cortesía.
Salve, César, pero esta
vez añado: ¡los que estamos dispuestos a morir no tememos a tu
enorme poder, tu ira irrefrenable ni tus peligrosas y cobardes
amenazas contra Cuba! (Aplausos.)
¡Viva la verdad!
(Exclamaciones de: "¡Viva!")
¡Viva la dignidad
humana! (Exclamaciones de: "¡Viva!")
Julio 26 del 2004
(Ovación). Versión
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