Abusos de soldados británicos contra iraquíes

SEVERIN CARRELL

LONDRES, 22 de mayo.— A los trabajadores iraquíes de un hotel les propusieron una alternativa muy simple: o revelaban el paradero de un supuesto insurgente iraquí, les dijo el oficial británico, o se les sometería a mayores maltratos violentos. Como ninguno de los seis sabía dónde estaba el sospechoso, les volvieron a poner las capuchas y los llevaron a rastras para otra ronda de golpes propinados por miembros del Regimiento Lancashire de la Reina (QLR, por sus siglas en inglés).

Los gráficos relatos —hechos en detalladas declaraciones entregadas a The Independent on Sunday— contienen acusaciones de puñetazos, patadas, estrangulaciones, zambullidas en agua helada y golpes con barras de hierro durante tres días.

Los cinco se encontraban entre los hombres arrestados durante un notorio allanamiento realizado en septiembre por el QLR en el hotel Ibn Haytham, de Basora, después de que hubo versiones de que esa instalación era una base de insurgentes iraquíes.

Hasta seis soldados del QLR pueden ser sometidos a proceso por causar la muerte por tortura al recepcionista del hotel, Baha Mousa, hijo de un coronel iraquí, después del allanamiento.

Las nuevas declaraciones de testigos, que serán sometidas a la Suprema Corte como parte de la demanda del abogado de derechos humanos Phil Shiner, dan seguimiento a las acusaciones de otro detenido en el hotel Kifah Taha, de que las golpizas eran sistemáticas.

Su testimonio sugiere que el allanamiento del QLR al hotel degeneró en un caos. Uno de los principales sospechosos para los militares, el copropietario del hotel, Haitham Vaha, escapó por una puerta lateral.

Mientras los soldados cateaban el edificio, el personal del hotel vio que varios militares robaban 4,5 millones de dinares de la caja de seguridad. Uno de los testigos, Radif Tahir Muslim, trabajador de intendencia, relató que un oficial les dio puñetazos y los obligó a entregar el dinero.

Hasta ahora se pensaba que los soldados participantes en el allanamiento habían maltratado a los prisioneros en venganza porque los pillaron robando o en represalia porque los insurgentes mataron semanas antes a un capitán del QLR, Dai Jones, con una bomba sembrada al lado del camino.

Sin embargo, los nuevos testigos ligan los maltratos con los intentos del QLR de encontrar a Haitham. En los cinco casos, el primer día de golpizas culminó con el interrogatorio llevado a cabo por un oficial, quien les preguntó por el paradero de Haitham.

Muslim narró haber llevado a los soldados a la casa de Haitham, cercana al hotel, para encontrarlo. Aun así lo regresaron encapuchado al cuartel del ejército en Hakimia, lo golpearon con una barra de hierro, lo insultaron y pellizcaron "muy duro".

Según varios de los testigos, sus interrogatorios estuvieron acompañados por un peculiar ritual de los británicos. A medida que metían y sacaban de la celda a cada uno, los soldados hacían un saludo marcial al oficial que realizaba los interrogatorios.

Uno de los hombres detenidos y torturados, Ahmad Taha Mousa Mutairi, era hermano de Kifah Taha, hospitalizado por insuficiencia renal y copropietario del hotel.

El día del hecho lo llamaron al establecimiento para que entregara las llaves de la caja de seguridad, y al llegar lo detuvieron. Después de un día de golpes y patadas, lo llevaron ante un oficial, quien le prometió soltarlo de inmediato si revelaba el paradero de Haitham. Mutairi no lo sabía.

Como fue incapaz de colaborar, "me pusieron de nuevo la capucha y me torturaron durante tres días, sin comer ni dormir. Me golpearon en los genitales, lo cual me provocó una hernia que aún padezco. También tengo costillas rotas y contusiones (sic) en el pecho, las piernas y en todo el cuerpo".

Bahaa Hashim Mohammed, trabajador de limpieza, aseguró que "los soldados se turnaban para golpearnos sin parar con manos y botas, así como con una barra de hierro". Cuando caía exhausto al suelo, lo "ahorcaban con las manos".

Como fue incapaz de revelar nada respecto del paradero de Haitham, lo encapucharon y lo agredieron. "Siguieron torturándome hasta que me desmayé. Cuando desperté, encontré una botella con un poco de agua, que bebí, y luego oriné en ella. Vino un soldado y me la vació en la boca".

Otro trabajador del hotel, Jawad Kadhim Chamil, de 45 años, dijo que el abuso empeoró después que un oficial lo interrogó: "Un soldado me dio un puñetazo en el ojo, que me afectó la vista. Me hacían que me sentara con las piernas cruzadas, y entonces cinco soldados se me sentaban encima. A causa de eso tengo un desgarramiento en el ano que aún me causa dolor. También me rompieron algunas costillas".

Como todos los demás testigos, la víctima de mayor edad, Satter Skukri Abdulla, de 51 años, refiere haber escuchado los golpes que le propinaban a Baha Mousa y los gritos que daba: "En el segundo día lo llevaron al baño. Yo lo oía gritar. Lo último que le oí decir fue: `Me muero, sangre'. Me enteré de su muerte en el campo (de detención de) Qasar (...) Me soltaron 55 días después. Me rompieron algunas costillas durante la tortura y aún sufro de dolor en el pecho".

Se prevé que los seis hombres demandarán al Ministerio de la Defensa por daños a causa de lesiones que dicen haber sufrido.

(Fragmentos tomados de The Independent)

 

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