La Casa de Haydée y Galich

PEDRO DE LA HOZ

Muchos testimonios gráficos los unen: conversatorios, mesas redondas, festivales, trabajos voluntarios, sesiones de planeamiento y discusión, actos oficiales y momentos informales. La memoria de quienes les acompañaron en esas jornadas de soñar y construir la utopía pasa de una a otra generación. Casa de las Américas, al cumplir ayer nueve lustros de existencia, recordó que esa es la Casa de Haydée Santamaría y Manuel Galich.

Foto:  ORLANDO CARDONA Manuel Galich.

La Heroína del Moncada siempre tuvo en Don Manuel aliento y confianza. Cuando Galich llegó a Casa era una figura intelectual prominente a escala continental —maestro, dramaturgo— y a la vez contaba con una trayectoria política revolucionaria en su país natal, Guatemala.

Allí se había destacado como luchador contra la dictadura de Ubico y por integrar el gabinete de Jacobo Arbenz, como ministro de Educación y titular de Relaciones Exteriores. El brutal golpe de Castillo Armas y la CIA lo sorprendió en Buenos Aires. Con el triunfo de la Revolución cubana se sumó, como uno más, a las tareas de la nueva sociedad en la Isla. Casa fue su hogar y trinchera, fundador de su Departamento de Teatro, del Festival Latinoamericano y la revista Conjunto, tareas que simultaneó con su cátedra de Historia de América en la Universidad de La Habana.

Como dramaturgo legó obras imprescindibles: Mi hijo el bachiller, El tren amarillo, El pescado indigesto y Pascual Abah. Y un testimonio ejemplar: Del pánico al ataque. Ayer mismo, los asistentes al acto en Casa pudieron acceder a otro de sus textos fundamentales: Nuestros primeros padres, lección de rigor y amenidad en la difusión de la historia.

Fue una jornada de recuerdos vivos la de ayer en Casa. El historiador Sergio Guerra evocó al doctor Galich, piedra sillar de los estudios latinoamericanistas en la Universidad de La Habana y formador de nuevos cuadros docentes, de lo cual dio testimonio la profesora Digna Castañeda.

Lilliam de la Fuente, una de sus más cercanas discípulas, nos regaló la dimensión humana de un guatemalteco todo humor y nobleza, rasgos que se complementaron, al decir de Marcia Leiseca, con su sentido del compañerismo en la gestión de la institución.

Luego de que el teatrista Ignacio Gutiérrez contara la memoria de la puesta en escena, hace 42 años en la propia Casa, de El pescado indigesto, Roberto Fernández Retamar cerró el panel con una sentida semblanza del amigo y maestro, que culminó con un soneto que en su día ponderó la meridianidad del ensayo Mapa hablado de América Latina en el año del Moncada.

 

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