Bush en La Florida

La "divina" demagogia divina

ÁNGEL RODRÍGUEZ ÁLVAREZ
Servicio Especial de la AIN

Si existieran dudas acerca de la creciente identidad ideológica del actual mandatario norteamericano con el creador del nacional-socialismo alemán en la década del 30 del pasado siglo, las últimas declaraciones formuladas en Miami, las despejarían.

Una vez más Heil Bush tomó a Dios de la mano, como antes lo hiciera Hitler, para darle un calificativo divino a su política. Ya antes había dicho, con la seguridad de los elegidos para comunicarse directamente con el más allá: "Sabemos que Dios no es neutral en esta batalla."

Ahora, en la vigésimo primera visita a La Florida desde su toma de posesión en el 2001, proclama con total desenfado: "La libertad no es un regalo de Estados Unidos al mundo, la libertad es un regalo que Dios nos ha dado."

No resulta preciso ser muy imaginativo para saber que tales pronunciamientos, formulados ante un auditorio de 600 personas, en su mayoría cubano-americanos, reunidos en el lujoso hotel Regency de Coral Gables, fue recibido por una cerrada y entusiasta ovación de casi tres minutos.

Lo más llamativo ocurrió después, a la hora de abrir el "cepillo". Nada más y nada menos que cuatro millones 400 mil dólares recaudados en poco más de seis horas, para que el enviado del Supremo creador, continúe otros cuatro años rigiendo los destinos del planeta.

Como es lógico, las generosas aportaciones no podían quedar por debajo de quien recurrió, junto a sus mejores posturas de guapo, a la verborrea demagógica de la que ha hecho todo un estilo.

Con la conocida petulancia de quienes se consideran elegidos por ley divina, dijo ante los encantados y selectos oyentes: "Creemos en la libertad no sólo en Iraq, sino también en nuestro vecindario —para luego añadir—, seguiremos con nuestra estrategia y ganaremos esta lucha contra el terrorismo."

Por supuesto, nadie tuvo la ocurrencia de mencionar los más de 700 muertos y los miles de heridos de las tropas norteamericanas en enfrentamientos con la creciente resistencia iraquí, y tampoco fue dicha una palabra sobre los 16 mil ciudadanos de ese país, víctimas de la agresión y los 660 prisioneros del campo de concentración en la Base de Guantánamo.

De haberse producido tal indiscreción, al Emperador le habría sido mucho más difícil vencer el pudor para pronunciar una "hermosa y conmovedora" frase que, en su boca, adquirió todo el encanto y credibilidad encarnadas en su mandato divino.

"Mi política exterior —dijo alucinado— insiste en la libertad en partes del mundo donde ésta es odiada...por eso continuaremos trabajando para que la paz sea el pilar de una sociedad libre."

A no dudarlo, este devino un recorrido electorero pródigo en complacencias: Los mafiosos, frotándose las manos dada la fuerte "vocación" del gran jefe por la libertad; el Presidente, por haber completado ya 184 millones de dólares, recaudados en su obsesivo intento de seguir pegado a la silla principal del salón Oval de la Casa Blanca.

 

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