GUATEMALA, 9 de marzo (PL).—
El arresto domiciliario ordenado contra el ex dictador Efraín Ríos
Montt, suscita hoy en Guatemala reacciones diversas, aunque la
mayoría converge en que esa decisión judicial constituye un gran
paso en el combate a la impunidad.
El lunes 8 de marzo fue fatal para
Ríos Montt, quien fue citado al juzgado quinto de primera instancia
penal para ser interrogado por su presunta responsabilidad en los
disturbios violentos protagonizados por seguidores suyos en esta
capital en julio de 2003, y que le costó la vida a un periodista.
El hombre que encabezó un golpe de
Estado en 1982 y gobernó con mano de hierro hasta 1983 se vio
sometido al imperio de la ley, luego de haber gozado durante los
últimos cuatro años de inmunidad como presidente del Congreso
(2000-2004).
Pese a la escasez de datos aportados
por las investigaciones del Ministerio Público, lo que impidió que
se adoptaran medidas más drásticas, el juez Víctor Hugo Herrera
ligó a Ríos Montt al caso y le dictó arresto domiciliario, para
que responda por los delitos de homicidio preterintencional,
coacción y amenaza.
Los días 24 y 25 de julio de 2003,
bautizados aquí como Jueves Negro y Viernes de Luto, miles de
correligionarios del entonces gobernante Frente Republicano
Guatemalteco (FRG, partido del que el ex dictador es secretario
general) sitiaron las principales calles y edificios de la capital.
La protesta, en la que muchos iban
encapuchados y armados con revólver, palos y machetes, buscaba
forzar la inscripción de Ríos Montt como candidato presidencial
del FRG, y en los desórdenes el periodista Héctor Rodríguez
murió de un infarto cuando corría para evitar ser vapuleado por
una turba de eferregistas.
Junto al militar retirado fueron
citados a declarar esta semana otros miembros del FRG y algunos ex
funcionarios del anterior gobierno, como el ex ministro de
Gobernación Adolfo Reyes y el ex director de la Policía Nacional
Civil Raúl Manchamé, a quienes se acusa de incumplimiento de
deberes por no detener los disturbios.
Agrupaciones pro justicia y de
derechos humanos encomiaron la resolución judicial que ordenó
arresto domiciliario para Ríos Montt, al considerar que lo
interesante de que hayan comenzado las diligencias es que existe la
posibilidad de identificar a los autores materiales e intelectuales
de los hechos.
Carmen Aída Ibarra, de la Fundación
Myrna Mack, cree conveniente y provechoso para el Estado de Derecho
en Guatemala que la Fiscalía pueda esclarecer "los vínculos
entre el FRG, el Congreso, la Presidencia y las otras dependencias
estatales que permitieron que las turbas actuaran de esa
forma".
Según Ibarra, es necesario que los
tribunales deduzcan responsabilidades a los funcionarios que
respaldaron la manifestación, e incluso habría que investigar si
intervinieron elementos del ejército.
Por su lado, Orlando Blanco, de la
Comisión Nacional de Derechos Humanos, indicó que el citado
tribunal sentó un precedente positivo para el sistema judicial
guatemalteco. "Ojalá otros jueces puedan actuar de esta forma
en casos no sólo vinculados a violaciones a los derechos humanos,
sino también a corrupción", dijo.
"Es positivo que el sistema de
justicia trabaje, no importa quién sea el señalado ni el delito,
pues esta es una muestra de que todos somos iguales ante la
ley", opinó Ana María de Klein, de la asociación Madres
Angustiadas.
Mario Polanco, dirigente del Grupo de
Apoyo Mutuo (GAM), pidió que las acusaciones contra el caudillo del
FRG no queden sólo en el caso de Jueves Negro. "Esperamos que
también sea condenado a prisión por los crímenes que cometió
durante los 15 meses que hizo gobierno de facto", apuntó.
Otro eferregista allegado a Ríos
Montt citado por la justicia fue su nieto Juan Pablo Ríos Ramírez,
para que responda por los supuestos delitos de detención ilegal
agravada, desorden público, discriminación, agresión, coacción y
amenazas, cometidos en contra de la Premio Nobel de la Paz 1992,
Rigoberta Menchú.
Menchú fue acosada por activistas
del FRG durante una vista pública en la Corte de Constitucionalidad
cuando ese ente escuchaba los argumentos de una impugnación por la
inscripción del ex golpista como candidato presidencial
oficialista.