Más duros que la avalancha

PASTOR BATISTA y FRANKLIN REYES
Enviados especiales

NAIGUATÁ, Vargas.— Cuando Mairelys López, ferviente impulsora de programas educativos en el estado de Vargas, me aseguró que "pasarán los siglos y nunca se borrará de este lugar el recuerdo de los cubanos", yo no tenía idea exacta de la verdadera dimensión de aquella frase.

Y con el mismo ímpetu, miles suben la cuesta del conocimiento.

Tampoco comprendí muy bien, de inicio, por qué los habitantes de Naiguatá, y del Estado en general, reclaman con tanto orgullo el derecho a que se les considere los primeros del país en beneficiarse con lo que luego sería la Misión Barrio Adentro.

Una y otra aseveraciones, tienen su raíz en los aciagos hechos de diciembre de 1999, conocidos como La tragedia de Vargas, cuando intensas e ininterrumpidas lluvias, a lo largo de 22 días, provocaron un enorme deslave o avalancha de inmensas rocas, piedras de todos los tamaños, madera y otras materias, que al bajar desde las montañas arrasaron a su paso con todo, convirtiendo a la ciudad en un infierno de destrucción y muerte.

"Yo creo que la primera ayuda hermana que recibimos, de inmediato, fue la de Cuba —relata Mairelys— recuerdo que algunos médicos se instalaron aquí mismo, en esta Escuela Integral Bolivariana Carlos Saublett. Había que verlos; no descansaban. Solo les preocupaba salvar vidas. Yo nunca vi nada igual. Si no fuera por ellos, creo que no existiéramos."

SEMILLA MULTIPLICADA

Pero lo que más alienta a la mayoría de los habitantes de Naiguatá es que, desde entonces, no ha faltado aquí la cooperación cubana en esferas tan importantes como la propia salud, la promoción de actividades deportivas y el desarrollo de programas encaminados a alfabetizar, primero, y a garantizar la prosecución, después, hacia las distintas enseñanzas, incluida la universitaria.

El caso de Cleindys López lo demuestra. "Gracias a este excelente método de enseñanza audiovisual que nos ha facilitado Cuba ÅdiceÅ yo estoy ayudando a otras personas y superándome cada vez más, porque contribuyo como facilitadora en la Misión Robinson II, por la tarde y estudio, como alumna, en la Misión Sucre por la noche".

Vargas sigue recuperándose de los estragos de aquella tragedia.

Su testimonio, en cambio, puede ser similar al de miles de personas más en todo el país. Baste conocer que, según estadísticas, el 90% de la fuerza que en Vargas facilita el aprendizaje a pie de aula, son mujeres, como Cleindis, básicamente menores de 30 años de edad.

Pero también en los "menos jóvenes" hay amplio sustrato a ras de pupitre para que nazca la semilla.

Eugenio Pacheco hubiera podido renunciar a la idea de aprender a escribir; no por miedo a la "rigidez cerebral" de sus 79 años, sino por la inmovilidad de unos dedos que apenas podían acariciar la piel de los nietos. Y sin embargo hoy comenta, alegre como un niño, que pudo hacer sus primeras letras gracias a que Mairelys lo puso primero a tejer cadenetas de pabilo a fin de relajar las endurecidas articulaciones de sus dedos.

Y el sexagenario Cruz Urbina respira satisfecho ya, porque va a morir un día convencido de que aprendió a leer "escuchando el sonido de las letras", en tanto a Elías Angarita ya no lo pueden timar algunos clientes que se aprovechaban de su ignorancia para sacar provecho a la hora de recibir el vuelto monetario.

Por eso, y por muchas razones más, el optimismo de Maricela da Piedad no pudo ser aplastado por aquel diluvio que destruyó totalmente su hogar, ni por esa penosa enfermedad aferrada a sus senos.

Quien la observe, ufana y laboriosa día tras día, al frente de un aula en la Misión Robinson II, quizás no imagine que lleva dentro una fuerza de voluntad tan grande como la de Rosbell Fumero, otra facilitadora venezolana, quien también se sobrepone a severas afectaciones, en sus extremidades y cadera, para seguir llevando luz a los pobres...

Pensando en ellos, en los pobres de la tierra, desembarcó hace más de 120 años un cubano llamado José Martí por el puerto de La Guaira, precisamente en esta zona, para remontar las empinadas montañas y llegar, con polvo y cansancio de camino aún, hasta la estatua de El Libertador, en Caracas...

Y, pensando también en ellos, en los humildes de esta tierra, los descendientes de aquel hombre, paradigma y héroe de la dignidad cubana, siguen dejando en Naiguatá y en toda Venezuela, una huella humana, muy distinta a la que marcó a su paso la terrible avalancha natural de 1999 y a las heridas que ha dejado en este país ese otro desprendimiento, más catastrófico aún: el "deslave" de varios siglos de dependencia, atraso y oscuridad.

 

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