Bellas cubanas

PEDRO DE LA HOZ

Cuando Bellita Expósito y Miguel Miranda arman su tinglado, es casi seguro observar, en quienes no los conozcan, una mirada de asombro que equivale a una interrogación: ¿serán capaces de articular de manera coherente, ellos dos solos, piano, bajo, timbales, voz y percusión menor?

Una vez más la respuesta vino redonda en la clausura del V Encuentro Mujeres en el Jazz, con el que La Zorra y El Cuervo pretende potenciar el protagonismo femenino en el género. Bellita y El Pulpo Miranda conforman el 80 por ciento del proyecto Jazztumbatá. Y créanme que no desmerezco a los otros dos elementos del conjunto, sino que pongo por delante algo más que las aptitudes de dos virtuosos en toda la línea: la identidad con una estética que entiende el jazz como expresión multicultural rigurosa y profunda.

Bellita, el alma de la pequeña gran banda, es un ejemplo vivo de información críticamente asimilada y creación imaginativa e incombustible. Los caminos que se plantea en cada pieza, para sí y para los demás, transitan por la concatenación de una y otra sorpresa, bien sea en el plano tímbrico, o en la consecutividad de cambios rítmicos, o en la resolución de juegos dinámicos internos.

En el centro de todo se halla una concepción del jazz latino que pasa por la decantación de los códigos al uso: allí se advierte un guiño a la corriente brasileña, aquí una voluntad de recrear la herencia yorubá; un momento para evocar el espíritu del bebop; otra para airear la memoria de las fusiones más recientes.

A fin de cuentas, como todo ello se ha hecho desde una perspectiva conceptual e interpretativa muy sólida, el resultado es auténtico y convincente: Bellita y Jazztumbatá (que, por cierto, harán un concierto el próximo sábado a las 8:30 p.m. en la sala del Palacio de Bellas Artes) merecen un asterisco de calidad en el intenso panorama del jazz cubano contemporáneo.

En la jornada final también asistimos a una experiencia interesante, la que llevan a cabo la pianista Alejandrina Reyna, de formación clásica, el trombonista Álvaro Collado, de la orquesta Los Van Van y tres maestros bataleros. Es música desnuda y esencial, matizada por un pianismo discreto de profundas resonancias y el discurso áspero e impactante del trombón, que exige del intérprete el despliegue de su maestría. Lo mejor del proyecto pasa por la desprejuiciada conjunción tímbrico-rítmica.

 

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