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Lenin siempre
RAÚL VALDÉS VIVÓ
El
hombre excepcional, sabio, valiente y bueno, que físicamente murió
un día como hoy hace 80 años es, ante todo, un revolucionario. De
Lenin dijo Gramsci que se había rebelado contra la principal obra
teórica de Marx, El Capital, por haber concebido y dirigido
la revolución proletaria en un país que de acuerdo con su letra
era inconcebible que fuera el primer lugar en que ocurriera. En
efecto, Rusia no tenía suficiente desarrollo capitalista y más
bien padecía por su insuficiente desarrollo. Lo dijo el propio
Lenin en un trabajo juvenil que es la continuación de esa
monumental obra de Marx, sin la cual es imposible comprender el
mundo actual.
Fidel, antidogmático
por genuino marxista-leninista, jefe de una revolución todavía
menos previsible a la luz de la teoría tal como la dejaron Marx y
Engels, ha dicho que el fundador del Partido de nuevo tipo
sustituyó el esquema concebido por sus geniales maestros y, cuando
comprobó que no era hacedera la revolución socialista mundial, a
comenzar simultáneamente en los países más avanzados, para de
ahí abarcar todo el planeta, elaboró la teoría de que la
revolución debía comenzar por los eslabones más débiles en la
cadena de opresión del imperialismo. De esa forma volcó la lucha
de los pueblos de los países subdesarrollados en el torrente al que
también pertenecen los pueblos de los países desarrollados. Por
similares caminos para las naciones coloniales anduvieron Simón
Bolívar y José Martí.
Mejor que nadie, Lenin
analizó el imperialismo como fase última y final del capitalismo,
y defendió la posibilidad de construir el socialismo en un solo
país, una vez triunfante en aquella sexta parte del planeta dos
revoluciones, que se volvieron una sola por la participación de los
trabajadores a la vanguardia: la revolución que echó abajo al zar
feudal y la que, de inmediato, derrocó al capitalismo. En Rusia,
que en su seno unía el Tercer Mundo, sobre todo en la periferia del
imperio zarista, y bastiones del desarrollo capitalista en su
capital, Petrogrado, se llevó a cabo la insurrección proletaria el
7 de noviembre de 1917.
Lenin dirigió al primer
Estado obrero y campesino de la historia en la Guerra Civil contra
las clases explotadoras internas y bajo la intervención de 14
países extranjeros, entre ellos Estados Unidos, y antes de morir
pudo decir con orgullo que todos sus enemigos habían sido
derrotados.
Pensó ir a toda marcha
al socialismo, pero como ningún otro pueblo europeo logró que
triunfara la revolución socialista, no vaciló en sustituir el
comunismo de guerra por la NEP, que mantenía rasgos capitalistas
dentro del país amenazado de perecer por el hambre, la incultura y
la miseria.
Al cerrar Lenin sus
pupilas, insomnes de tanto buscar lo que fuera nuevo en la vida y la
ciencia, en 1924, a los 54 años, los soviéticos siguieron
adelante, construyeron el socialismo y supieron defenderlo de la
agresión de la Alemania nazi, que había fácilmente ocupado casi
toda Europa y era aliada de Japón, que le había arrebatado a
Francia y Gran Bretaña sus colonias en Asia y poseía parte de
China. A la vez, no faltaron errores graves y hasta crímenes, que
hacían notar la ausencia del Marx del siglo XX.
El error más grave
consistió en que el Partido, renegando en los hechos de los
principios leninistas que se repetían hasta el cansancio, devino su
propio contrario, una organización burocrática y corrompida, lo
mismo que el Estado, que el Partido dirigía con métodos de ordeno
y mando y suplantaba a la sociedad civil. Esas tendencias negativas
hicieron que el Partido fuera perdiendo terreno en la lucha
ideológica. Y un día, sin dispararse un solo tiro, la URSS
desapareció y, con ella, el campo socialista europeo, revelando el
fracaso de un modelo y la labor de zapa de adversarios implacables.
El imperialismo creyó
entonces que de veras estaba Lenin históricamente muerto. Uno de
sus corifeos llegó a proclamar el fin de la historia, la
eternización del imperialismo neoliberal. En esas condiciones,
acicateados por la crisis integral que Lenin precisó y el fantasma
de la Gran Depresión de 1929, su prepotencia y desprecio a los
demás, su racismo y xenofobia, una parte de la oligarquía
financiera yanki y sus compinches en la extrema derecha del Partido
Republicano y la mafia fascista de Miami, llevaron al poder a la
camarilla de Bush, violentando el resultado de las elecciones
presidenciales. El objetivo es doble: en política exterior aplicar
las recetas nazis de las guerras preventivas, y tener de reserva el
uso de la mano dura contra el pueblo, de volver este a imponer su
voluntad de paz, como durante la guerra de Viet Nam, y acercarse a
cambios sociales profundos.
Ignorante es el que no
lea a Lenin, les dijo Fidel a los verdugos, ya manchados de sangre
joven, que se ufanaron de haber descubierto que los moncadistas
tenían libros suyos. Y al triunfar la Revolución apareció él en
los millones de cubanas y cubanos que a nada temen, con su Partido
martiano y leninista al frente, mientras perfeccionan su obra
creadora y se aprestan a la defensa de la revolución con todo el
pueblo, siguiendo el principio leninista que tampoco ha perecido.
En la lucha por una
cultura general integral, en la Batalla de Ideas, en los niños que
juegan en el parque que lleva su nombre, Lenin vive. Está en el
recuerdo del Che, que encarna el hombre nuevo que también es Lenin.
En los Cinco Héroes, que adelantan el temple y el valor de todo el
pueblo. En nuestros ya legendarios médicos internacionalistas,
marcha Lenin, como también en las legiones de maestros,
combatientes y trabajadores del deporte que han seguido fieles a sus
enseñanzas.
Las lecciones de Lenin
de que las revoluciones tienen que surgir de las realidades de cada
país y que la teoría es solo la luz para encontrar los caminos, se
confirman en el despertar colérico de nuestros pueblos, de la
Venezuela bolivariana a la Argentina que se yergue, del Brasil que
se dignifica a la Bolivia que lucha por su gas y su perdido mar, de
Centroamérica sembrada de mártires al Uruguay cuyo pueblo se
levanta, dondequiera que se lucha contra los secuaces del ALCA
anexionista.
La resistencia del
pueblo de Palestina contra los ocupantes israelitas y de los
iraquíes contra los invasores, no son ajenas al espíritu
leninista. Igual ocurre en África irredenta. En los avances de
China, Viet Nam, Laos, y la defensa de Corea de su derecho a
reunificarse, está Lenin, dentro de las particularidades en las que
insistía como reflejo vivo del proceso histórico general único.
En el Foro Social Mundial que sesiona en la India, Lenin grita:
¡Otro mundo es posible!
Por ser padre e hijo de
la Revolución, y puesto que nada ni nadie puede detener las
revoluciones sociales que salven al género humano de la
desaparición que lo amenaza, en nuestra consigna de: ¡Hasta la
victoria siempre!, está la convicción de Lenin siempre. |