Aniversario 70 de la muerte de Rubén Martínez Villena

El gigante

ANETT RÍOS JÁUREGUI

Rubén tenía 23 años y estaba insatisfecho. Escribía poemas que no estimaba bien. Poseía un título de Doctor en Derecho Civil y Público, pero no quería ser abogado. Trabajaba como secretario particular de Fernando Ortiz en su bufete (donde podía ganar prestigio y dinero), pero no le interesaban ni una cosa ni la otra. Su madre había muerto en septiembre. La vida que llevaba le parecía estéril, sin sentido.

En el primer verso de su poema El gigante se preguntaba: "¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada grande que hacer?" En otra estrofa escribía: "Hay una fuerza/ concentrada, colérica, expectante/ en el fondo sereno/ de mi organismo; hay algo,/ hay algo que reclama/ una función oscura y formidable". Esa pasión contenida lo estaba consumiendo. Transcurría el año 1923.

Ocurrió entonces que el Gobierno de Alfredo Zayas compró el Convento de Santa Clara en otra maniobra corrupta que todos conocieron. Un mediodía se celebraba un acto público en la Academia de Ciencias en honor de una escritora uruguaya, y entró Rubén junto a 14 muchachos al salón de la Academia. El Secretario de Justicia del Gobierno cubano no solo estaba presente en el acto, sino que pronunciaría unas palabras. Y se levantaron los 15, Rubén habló y protestó contra la presencia del funcionario, su discurso desconcertó al Secretario de Justicia, la sala quedó perpleja. Luego se marcharon, según Raúl Roa, "altivos y pálidos". De Rubén podemos imaginar el fervor del tono, las manos con sudor, porque seguro estaba nervioso.

En un café escribe el manifiesto conocido por la Protesta de los Trece (del grupo hay dos que no firman). La protesta sacude a la opinión pública cubana, y restituye simbólicamente el derecho que tiene la acción civil de juzgar a los gobiernos y sus representantes. Rubén pasa en la cárcel una noche. Ha realizado su primera obra de importancia política, su nombre aparece en los periódicos, siente fuerzas extrañas en el pecho y tiene ideas que no lo dejan dormir. Excitado, el joven se enfrenta al nacimiento de la heroicidad.

Lo que sucedió e hizo Villena después de la histórica Protesta de los Trece, ha sido recogido, en cierta medida, en nuestros libros de Historia. Una larguísima e importante lista de acciones, proyectos, tiene que ver con su nombre: Falange de Acción Cubana, Grupo Minorista, Movimiento de Veteranos y Patriotas, Universidad Popular José Martí, Partido Comunista de Cuba, Confederación Nacional Obrera, las Huelgas Generales de marzo de 1930 y agosto de 1933.

Ciertas anécdotas —aparecidas en biografías, testimonios, y contadas por los maestros— no aparecen con frecuencia en esos libros. Por ejemplo, Rubén aprendió a pilotar un avión en los Estados Unidos para realizar acciones militares en Cuba; una vez se tuvo que disfrazar de chofer para salir de un mitin y escapar de la policía; decidió fugarse de una clínica donde iba a ser operado, casi moribundo, para organizar la Huelga General de agosto del 33. Es memorable su "falta de respeto" a Machado, cuando le gritó en la cara "animal, salvaje, bestia" y "asno con garras".

Un hermoso relato describe los juegos de pelota entre Rubén y Pablo de la Torriente Brau, en la azotea del bufete de Ortiz, durante los días en que iniciaban su amistad y la vida revolucionaria. Esas amistades, la de Pablo y Rubén (mientras hablaban de pelota y literatura), la de Rubén y Mella (para hablar de marxismo y Revolución), son verdaderamente inspiradoras.

Si Mella era físicamente vigoroso, Rubén siempre fue frágil, toda la fuerza la concentraba en la mirada. Su ardor y sacrificio, querámoslo o no, lo convierten en un personaje romántico: el poeta que abandonó sus versos para dedicarse a la Revolución; el líder que arenga a las masas obreras envuelto en el sopor de fiebre; el revolucionario que dirige desde la cama, postrado por la tuberculosis, la huelga que da al traste con la feroz dictadura de Machado; el orador —casi sin aliento— que ante las cenizas de Mella daba su último discurso.

Escojamos una imagen de Rubén (¡hay tantas!). Podría ser la de su activismo político, la de su poesía (dicen fue el mejor poeta de su generación), la de su multitudinario entierro el 17 de enero de 1934, un día después de la previsible muerte. Escojamos mejor la imagen de El gigante, cuando tenía poco más de 20 años de edad, vibraba de pasión, se rebelaba contra lo falso y mediocre de su época, y perseguía "las grandes cosas". Cuando aún no sospechaba su destino de héroe, y el futuro parecía una posibilidad extraordinaria y remota.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Deportes | Cultura |
| Cartas | Comentarios | Ciencia y Tecnología | Lapizcopio| Temas |

SubirSubir