Renace un museo querido

MARÍA JULIA MAYORAL
FOTOS: ALDO MEDEROS

Hay cientos de mariposas vestidas con los colores de la noche o la policromía del arco iris, venidas de todas partes. Parece que pudieran volar, abriéndose paso frente a la hermeticidad de las vitrinas donde reposan. Están las conchas y caracoles, reunidos por decenas de miles, como si la tierra, las aguas dulces y los mares distintos que un día habitaron, no hubiesen sido distantes en espacio y tiempo. No faltan las monedas de siglos pasados para hilvanar historias del imperio romano, del mundo egipcio, de Cartago, Fenicia...

El museo fue declarado en
 el año 2000 Monumento Nacional.
La restauración recién concluida
 le devuelve su esplendor.

Puede verse una pareja de pulgas arrancada quizás al lomo del perro andariego, que, vestidas con trajes nupciales, juegan a ser novio y novia debajo de una lupa en vela. Sobresalen amatistas, zafiros, esmeraldas, frascos con el petróleo extraído de las entrañas de la tierra cardenense, el numen taíno llamado Caracote, símbolo de estabilidad en las parejas, amor y fertilidad; la calavera de un aborigen cubano, cuya antigüedad se calcula en 5 790 años, y numerosas piezas que atestiguan la valía de las culturas precolombinas en Cuba y el resto de América.

En una sala cercana, fragmentos de madera del primer ataúd que custodió el descanso final del cuerpo del Apóstol en 1895. Objetos personales de Martí. La tribuna que sigue guardando los ecos de sus palabras llenas de amor a la Patria, entregadas al corazón y a la mente de los emigrados cubanos reunidos en el club San Carlos de Cayo Hueso, mientras preparaban la guerra necesaria.

Están el rótulo que identificó a la oficina del periódico Patria en Nueva York, la mesa escritorio usada allí por Martí, armas y uniformes de campaña de los mambises, objetos personales de 41 generales de las guerras por la independencia, un reloj de oro dado en gesto de generosidad y patriotismo porque hacía falta recaudar fondos para la Guerra de 1895, sables y puñales de samuráis japoneses del siglo XVIII...

Es el museo municipal de Cárdenas, recién abierto a un pueblo orgulloso de su institución cultural que desde 1922 lleva el nombre de uno de los hijos ilustres de esa ciudad: el intelectual y revolucionario Oscar María de Rojas, quien no solo promovió la creación del museo con pasión y total entrega. Él fue su director desde el inicio, el hombre que establecía relaciones en el exterior para enriquecer el patrimonio, colocando su dinero al servicio del noble empeño, que solo abandonó tras su muerte en 1921.

Y hay más; una historia de identidad y de amor a Cárdenas, a Cuba, a su Revolución, que trasciende el valor de las piezas expuestas en las 13 salas del museo, cinco de ellas nacidas ahora, cuando se reabren sus puertas, tras 14 meses de ardua reconstrucción realizada por los hombres del contingente Esteban Hernández, a partir del minucioso estudio acometido por el arquitecto Augusto José Bueno, quien elaboró los planos de la restauración.

Ubicado al pie de la segunda plaza de armas que tuvo la ciudad de Cárdenas, en un edificio levantado en 1871 para servir de sede a la casa consistorial y dar alojamiento al teniente gobernador de entonces, Don Domingo Verdugo, esposo de la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, el museo de esta localidad matancera es, por diferentes razones, síntesis y conjugación de elevados sentimientos de cubanía.

Nació en el inmueble que ocupa actualmente, el 19 de marzo de 1900, pero circunscrito cuando aquello a un reducido espacio (usado antes como habitación de la Avellaneda), pues el edificio seguía siendo casa del Ayuntamiento, que había decidido el 20 de diciembre de 1899 dar cabida a la noble idea de que Cárdenas tuviera museo propio.

Todo comenzó el 30 de abril de 1895, cuando 105 vecinos se reunieron en comisión promotora. Entre ellos Oscar María de Rojas, quien fungía como secretario del grupo. Un año más tarde, en la misma fecha, volvieron a encontrarse para seguir en el intento, pero en esa ocasión solo 15 de los más de cien pudieron darse cita. El resto estaba peleando en las maniguas por la libertad de Cuba, guardaba prisión o había sufrido el camino del exilio. Ninguno era ajeno al afán de cambiar los destinos de la Patria.

Desde esta tribuna les habló
Martí a los emigrados cubanos,
que se reunían en el club San
Carlos en Cayo Hueso.

Lázaro Miranda Chirino, quien desde hace 30 años dirige la institución cultural, cuenta ese y otros relatos con vehemencia y orgullo. Así narra la reacción del pueblo de Cárdenas en el periodo de la segunda intervención yanki en nuestro país. En aquel momento, el museo, trasladado de su sitio original porque resultaba pequeño para el patrimonio recopilado, funcionaba en un antiguo cuartel de infantería española; y, sin miramiento alguno, las fuerzas usurpadoras norteamericanas decidieron radicarse en el lugar, desalojando así al museo.

Allá a La Habana fueron los cardenenses a protestar ante el máximo re-presentante del Gobierno interventor, Charles Magoon, y ante la negativa de devolución del inmueble, los agrupados en la comisión promotora deciden cambiarle el nombre: se identificarían en lo adelante como comité protector del museo.

Empiezan entonces a promover la recogida de fondos en el pueblo, querían levantar una edificación propia de donde nunca más pudieran ser desterrados tantos símbolos de la cultura mundial, del patriotismo y la rebeldía nacionales.

Dicen que hasta los niños dieron monedas. A falta de dinero, la ejecución iniciada en 1907 solo pudo terminarse en 1918. Durante ese tiempo muchos guardaron las piezas museables hasta en sus propias casas. Quiso el deterioro que el inmueble de dos plantas no tuviera larga vida, y en 1968 las autoridades del Gobierno Revolucionario en Cárdenas, le entregaron al pueblo el edificio donde había nacido el museo: su sede actual, restaurada ahora con esmero al igual que sus tres salas anexas en el Centro de Veteranos General Máximo Gómez, ubicado en las proximidades.

Sucede el rescate, reconocen los hijos de esta ciudad matancera, en un año en que los cubanos celebramos el aniversario 150 del nacimiento de nuestro Héroe Nacional José Martí y nos aproximamos a los 45 años de la Revolución, empeñada en no darse "ni una hora de descanso en la tarea de fomentar Patria", como pensaba el Apóstol.

No podría un museo correr mejor suerte que ser parte de los amores verdaderos de un pueblo, así le ocurre al Oscar María de Rojas, y a su joven y cercano similar dedicado a la Batalla de Ideas, inaugurado por Fidel en julio del 2001, cuyos recintos han sido visitados ya por casi 105 600 personas, incluidos más de 7 300 extranjeros.

Y hay más para apreciar en Cárdenas. Lo dice su gente. Las puertas están abiertas.

 

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