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             El hombre... el mejor amigo del perro 
            ANETT RÍOS JÁUREGUI 
             El
            martes, en la clínica veterinaria de Carlos III y Ayestarán, en La
            Habana, la mañana fue casi antiperiodística. Pocos pacientes,
            diagnósticos leves, suficientes sueros. Todo en orden. A Rayo, un
            sato castaño que viajaba envuelto en pañales y en brazos, como un
            niño, le acababan de poner el cuarto suero. "Tiene gastroenteritis... solo lleva cuatro meses conmigo, pero me he
            encariñado tanto que me tiene enferma este problema", afirmaba su
            dueña. Canela, una pequeña "salchicha" también arropada en
            pañales, esperaba con dos acompañantes la vacuna de rutina. Un
            anciano de Centro Habana, Manuel Martínez, hacía la cola de los
            análisis y afirmaba que el "animalito", si pudiese hablar, le
            diría "gracias" a todo el personal. 
            Pero esta fue tan solo una mañana
            tranquila. Muchos días en la Clínica de Animales Afectivos José
            L. Callejas, Centro de Referencia Nacional, transcurren entre
            escenas desgarradoras: animales que mueren irremediablemente, otros
            a los que hay que sacrificar, perros destrozados por la violencia de
            las peleas (también algunos mortalmente heridos por la agresividad
            de canes de pelea que escapan y se "tiran" sobre cualquier otro
            animal indefenso), personas que aman profundamente a sus mascotas y
            no aceptan recibir malas noticias. 
            Aquí todos los días fallecen
            perros, y todos los días hay dueños llorándolos como a
            familiares, cuenta Cosme Zulueta Montero, director del centro. "Hemos
            tenido situaciones traumáticas, gente que ha llegado a dañarse a
            sí misma, pero nosotros no hemos visto nada más triste que a un
            niño llorar cuando se le muere su animal". 
            En los últimos dos años el aumento
            de los índices de necesidad y consumo de vacunas antirrábicas
            (aún sin estadísticas precisas) evidencia un gran incremento en la
            tenencia de animales afectivos, según asegura Nora García,
            presidenta de la Asociación Cubana de Protección de Animales y
            Plantas. Cada vez son más los cubanos que llevan un animal afectivo
            a su casa, y en consecuencia crece la demanda de servicios
            veterinarios, incluso comerciales, para mascotas domésticas. 
            Cuando hablamos de animales afectivos
            casi siempre se piensa en felinos y canes, aunque también se
            incluyen aves, quelonios, hamsters (la clínica Callejas ha recibido
            hasta cerdos y caballos, pero cerca del 95% de sus casos son gatos y
            perros), y en general cualquier ejemplar que, sin importar la
            especie, sea acogido en el hogar para fines no productivos. Los
            perros, quizás por costumbre o por la naturaleza de su relación
            con el hombre, son los preferidos. 
            En los últimos 15 años han crecido
            los programas sobre estos animales en el país, se incrementó la
            respuesta de los cubanos al llamado de tener mascotas. En cada
            municipio de la capital funciona al menos un consultorio, aunque
            solo la clínica Callejas brinda servicios durante las 24 horas,
            todo el año, por lo cual recibe cerca de 200 pacientes diarios. 
            Sin embargo, el gran salto en
            cantidad no incluye necesariamente una mayor calidad. Nora García
            piensa que los consultorios no están cumpliendo totalmente su
            cometido, y el doctor Zulueta Montero, a la cabeza de un grupo de 26
            médicos y técnicos, confirma afectaciones provocadas por la
            variabilidad de recursos necesarios y no siempre disponibles (placas
            de rayos X, anestesia, medicamentos...) y como resultado, la
            ausencia de servicios muy demandados por la población
            (histerectomías, operaciones estéticas: corte de rabo y orejas) y
            dificultades para establecer diagnósticos certeros. Por ello no
            siempre es posible satisfacer necesidades que en varios casos no son
            precisamente del animal, sino de sus dueños. 
            Aquella frase tristísima (Ah... el
            perro, el único, el mejor amigo del hombre) podría expresarse al
            revés. Habría que pensar en "el perro" como el arquetipo de todas
            las mascotas que dan y reciben cariño, las cuales a veces salvan de
            la soledad. Habría que reunir experiencias de amor, indolencia,
            esfuerzos insuficientes, y la clásica imagen del hombre que carga a
            su animal enfermo, como a un niño, a las puertas de una clínica
            veterinaria. ¡Qué bien sonaría esta otra frase (ya no tan triste)
            alguna vez: Ah... el hombre, el mejor amigo del perro!  |