Sutilezas y rigores

Huellas del trío Miklin en La Habana

Pedro de la Hoz

Cuando le preguntaron al saxofonista Karlheinz Miklin si podía definir un estilo austríaco en el jazz contemporáneo, el músico se encogió de hombros: "No lo creo, es difícil que el jazz asimile los aires de nuestra tradición popular".

Tres conciertos en La Habana —uno en la Basílica Menor de San Francisco de Asís y otros dos en el club La Zorra y el Cuervo, coincidiendo con la Fiesta Nacional de Austria— demostraron que la identidad sonora del trío centroeuropeo hay que buscarla en el ejercicio de un extremo rigor interpretativo y en la sutileza que impregna a cada uno de los temas.

Veinte años de encuentros en la escena han hecho de Karlheinz Miklin, también flautista y clarinetista, el baterista Heimo Wiederhofer y el contrabajista Ewald Oberleitner, una comunidad artística de firme proyección.

Al hablar de sutileza en la ejecución, nos referimos a la manera de trabajar las frases y tejerlas entre sí: se advierte la minuciosidad de los orfebres en el empaste instrumental, con independencia del papel singular de cada intérprete.

Particularmente Miklin, autor de buena parte de los temas, se caracteriza por la amplitud de sonido en la flauta y el saxofón, puesta en función de la mayor vastedad expresiva. Su plato fuerte reside en la creación de atmósferas en las que alternan virtuosismo e inspiración.

Wiederhofer sostiene la base rítmica con discreta eficacia, aunque llegado el momento de soltar riendas puede llegar a excitantes planos de estelaridad.

La primera impresión que causa Oberleitner es la de un contrabajista clásico que presta su talento a la ejecución jazzística. Pero a medida que avanzaron los conciertos, y al tomar la alternativa, salió a relucir un espíritu minimal capaz de lograr momentos climáticos de alta tensión emotiva.

A quienes han congelado la imagen del jazz europeo actual como un fenómeno frío, académico y ritual, el trío Miklin los reubicó. Estos austríacos, aplaudidos en el 100 Club, de Londres, y el One Step Down, de Washington, saben sazonar el género con equilibradas y buenas dosis de pasión.

 

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