La SIP en sus 60

No engaña a nadie

Desde su fundación en 1943, la Sociedad Interamericana de Prensa sostiene una filosofía eminentemente cínica. El calificativo no resulta gratuito, pues supuestamente surgió para defender la libertad de prensa y el derecho de los periodistas al libre y democrático ejercicio profesional, pero su historia revela todo lo contrario

ÁNGEL RODRÍGUEZ ÁLVAREZ
Servicio Especial de la AIN

Desde su fundación en 1943, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) sostiene una filosofía eminentemente cínica. El calificativo no resulta gratuito, pues supuestamente surgió para defender la libertad de prensa y el derecho de los periodistas al libre y democrático ejercicio profesional, pero su historia revela todo lo contrario.

Lo primero es saber quiénes son sus dirigentes y qué intereses representan, porque entre sus miembros no hay un solo periodista cuyos ingresos provengan del ejercicio del oficio. Sí existe alguno no figura con tal condición dado que ella agrupa a empresarios, dueños de los medios y muchos de ellos jamás han redactado una información.

Lo anterior marca las diferencias entre empleados y empleadores. Unos buscan y hacen las noticias, mientras los segundos deciden qué, cuándo y cómo se publican. Ninguno de estos propietarios vive de un salario y sus millonarias entradas provienen de la publicidad comercial, la venta de influencias y la defensa de intereses económicos y políticos en nada relacionados con la labor mediática.

La SIP pervive con la finalidad de usurpar la representación de los periodistas, cuyos derechos gremiales y profesionales son comúnmente desconocidos y pisoteados cuando estos hacen peligrar la facultad de los dueños de los medios para hacer el juego a los grandes grupos de poder económico.

El asesinato, encarcelamiento, persecución o el despido de decenas de trabajadores de la prensa en la "muy democrática" sociedad norteamericana y en otros muchos países, parecen no tener ninguna prioridad en los "desvelos" de la SIP. Ello se comprende cuando se sabe que la organización está muy ocupada con dos "graves casos".

Uno de ellos es la medida adoptada recientemente por el Gobierno venezolano contra Globovisión, por no poseer la debida licencia para el empleo de determinados medios; el otro, la situación del propalado encarcelamiento en Cuba de 26 autotitulados periodistas independientes.

Ambos asuntos, que tan inquietos tienen a los dirigentes de la SIP, han sido distorsionados, primero, y sobredimensionados después, tras el marcado fin de dañar la imagen de los gobiernos de Cuba y Venezuela, los que "casualmente", no se encuentran dentro de los agraciados con las simpatías y el apoyo del señor presidente imperial, George W. Bush.

Aquí valdría parodiar la conocida advertencia y decir: "cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia." Para la SIP, Globovisión y las tres restantes jineteras, instrumentos de quienes protagonizaron el golpe fascista del 11 de abril del pasado año y empecinadas violadoras diarias de la ley y el orden, deben gozar de impunidad para conspirar contra un gobernante electo según las reglas de ellos mismos.

Todo indica que Danilo Arbilla, colaborador de la última dictadura paraguaya y actual presidente de la SIP, ve como algo normal que 25, de los 26 encarcelados en Cuba ejerzan el periodismo sin serlo y bajo esa fachada, al igual que el único con esa condición, trabajen a sueldo de una potencia extranjera hostil como Estados Unidos y empleen el "oficio" para conspirar, promover la intervención militar y llamar a la desobediencia civil, utilizando, además, calumnias y mentiras.

Ese señor debe saber que los actos señalados constituyen delitos en cualquier país del mundo. En este caso, los cargos imputados fueron todos amplia y documentalmente probados ante los tribunales. Si tiene dudas, se le puede recomendar la lectura del libro "Los Disidentes", editado hace unas semanas en La Habana.

Muchas cuartillas pueden llenarse con el abultado expediente de la SIP, enriquecido con las más peregrinas y sucias maniobras de los últimos meses, realizadas contra los movimientos populares. Por fortuna los pueblos han aprendido a leer entre líneas y cada vez son menos a quienes la Sociedad Interamericana de Prensa y sus gerentes pueden engañar. (AIN)

 

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