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Nueva York
Decenas de miles de
sindicalistas exigen
derechos por los inmigrantes
Jon
Hillson
QUEENS,
Nueva York.— Decenas de miles de sindicalistas llenaron el parque
Flushing Meadows Corona, en Queens, un municipio de la ciudad de
Nueva York, exigiendo derechos civiles para los trabajadores
inmigrantes, que se calcula llegan a 10 millones sin documentos. Sin
duda, esta fue la manifestación más diversa, multi-étnica y
multirracial patrocinada por amplios sectores del movimiento
sindical en su historia. Demandan amnistía para los obreros sin
documentos, un "camino" a la ciudadanía y "reunificación familiar".
En "gran encuentro y
festival" culminó las actividades de la Caravana de la Libertad,
que empezó con autobuses que transportaron a 900 sindicalistas y
trabajadores inmigrantes —de 50 países de origen— y sus
partidarios, casi hace dos semanas desde Los Ángeles, San Francisco
y Seattle.
En total, participaron
18 autobuses en la Caravana que cruzaron el país, fueron acogidos
con acciones y mítines en 103 ciudades antes de llegar a Nueva
York. Más de 5 000 personas saludaron a los caravanistas en
Washington DC, el 2 de octubre.
La jornada fue inspirada
directamente de las "caravanas de la libertad" organizadas en 1961
por los luchadores del movimiento por derechos civiles por los
afronorteamericanos del Sur, contra la violencia estatal y del Ku
Klux Klan.
Según el diario La
Opinión, de Los Ángeles, "algunos agentes de la policía de Nueva
York estimaron que unas 125 mil personas asistieron al evento" en el
parque. Los organizadores, según NBC estimaron la asistencia de 100
000.
La manifestación en
defensa de los derechos de los inmigrantes fue más grande que nunca
y a la vez la más grande del movimiento sindical en muchos años.
La Caravana y la
concentración fueron patrocinadas por cientos de organizaciones:
sindicatos, grupos comunitarios y religiosos, de niveles nacionales,
regionales y locales, mostrando el rostro cambiado del pueblo
trabajador estadounidense: trabajadores de todas partes del mundo,
con banderas de sus países natales, y pancartas en sus propias
lenguas e ingles. Trabajadores desde Ecuador, Brasil, Colombia y
México hasta África, el mundo Árabe, Etiopía, Irlanda, Corea del
Sur, y muchos más, incluyendo sindicalistas afronorteamericanos,
chicanos y blancos, trabajadores del campo, jornaleros, contingentes
estudiantiles de varias universidades en la costa Este, y jóvenes
de escuelas secundarias de Nueva York, especialmente de la comunidad
dominicana.
Hablaron desde la
tribuna una gran cantidad de oradores elegidos, incluyendo un
dirigente del concejo municipal de Nueva York, Gifford Miller; el
congresista Charles Rangel; presidentes y altos oficiales de
numerosos sindicatos, incluyendo al presidente de la AFL-CIO, John
Sweeney; y figuras religiosas, como el cardenal del Nueva York,
Edward Eagan; un obispo católico, un reverendo protestante, un
rabino y un líder musulmán.
María Elena Durazo,
presidenta del sindicato de trabajadores de hoteles en Los Ángeles
y jefa del comité nacional de la Caravana, dijo en inglés y
español a la multitud que la recibió con una ovación: "Decimos no
tenemos temor, decimos no nos esconderemos".
Muchos oradores
terminaron sus discursos con una consigna ahora universal en las
luchas progresistas, "sí se puede, sí se puede" que hizo suya la
multitud.
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