Aniversario 40 del ciclón Flora
Caprichosa ruta de un huracán equivocado
PEDRO MORA
El ciclón Flora
representó una de las duras pruebas que en el acontecer histórico
de la Patria, permitió demostrar la tenacidad, voluntad y elevada
capacidad del pueblo cubano para crecerse ante las dificultades y
vencer. A 40 años de aquella catástrofe natural, ocurrida en
octubre de 1963, la realidad evidencia las amplias posibilidades de
que disponemos y que constituyen nuestra mayor fortaleza frente a
los enemigos.
Desde el primer momento del fenómeno natural, Fidel estuvo presente en medio de vientos, lluvias e inundaciones, junto a los principales dirigentes del país.
Como llegado para
entorpecer la victoriosa trayectoria del joven proceso
revolucionario, el fenómeno trocó en luto y destrucción un amplio
territorio de 62 948 kilómetros cuadrados donde residían cerca de
tres millones de habitantes pertenecientes a las antiguas provincias
de Oriente y Camagüey. El caprichoso paso del huracán arrasó
caseríos, plantaciones y sepultó en sus aguas considerables
riquezas del pueblo trabajador.
No pocas de las personas
encerradas en aquel infierno de vientos, lluvias e inundaciones
llegaron a pensar que se trataba de una penetración del mar.
Solamente en la zona oriental, los niveles alcanzados en las cuencas
del río Cauto y sus afluentes cubrieron una longitud calculada
entre 40 y 50 kilómetros de ancho.
El Departamento de
Meteorología de la Universidad de Oriente oficializó un registro
de 1 244 milímetros de precipitaciones en cinco días, cifra
extraordinaria si se compara con los 1 038 totalizados en el país
en todo el año 1961. El tramo de la Carretera Central entre la
ciudad de Holguín y el poblado de Cauto Cristo, estuvo cubierto por
unos 20 kilómetros de agua que debieron ser vencidos en carros
anfibios por Fidel y otros compañeros del Gobierno, del Partido y
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, quienes con elevado riesgo
para sus vidas se enfrascaban en labores de salvamento.
En un comunicado oficial
el Comandante en Jefe informaba el 12 de octubre que durante los
días 4, 5, 6, 7 y 8 los vientos y las lluvias habían azotado
implacablemente al Este del país, y que la presencia de un frente
anticiclónico de altas presiones en el Norte y occidente de Cuba
determinaba el paso lento e irregular del huracán, que después de
azotar fuertemente a la provincia oriental había torcido hacia el
Suroeste y estacionado casi dos días en el Golfo de Guacanayabo y
el Sur de Camagüey.
Fue un infierno de vientos, lluvias, destrozos y muertes.
Estas circunstancias —recogía
el documento— produjeron dos consecuencias: primero, que las
lluvias torrenciales del ciclón se descargaran casi por entero en
una misma área; segundo, que las aguas recogidas por las vertientes
montañosas bajaran con fuerza y rapidez extraordinarias, inundando
los valles de los ríos, dando lugar a desbordamientos sin
precedentes que en la cuenca del Contramaestre y del Cauto fueron
agravados por el estacionamiento del ciclón en la desembocadura de
dicha vertiente, lo cual además de aumentar el volumen de las
lluvias obstaculizó el desagüe de los ríos.
En una comparecencia
ante la televisión nacional, el día 21 de octubre a las 8 y 30 de
la noche, Fidel informaba acerca del desastre originado por el Flora
en la zona oriental, en la que destacaba la pérdida de 1 126 vidas
humanas.
Las muertes pudieron
superar el número de 20 000 de no haber sido por las evacuaciones
que llegaron a 175 000 personas y la heroica labor de rescate de los
helicópteros y carros anfibios de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias, la participación de pescadores de Gibara y
Manzanillo y el pueblo agrupado en sus organizaciones de masas
dirigidas por el Partido. Muchas personas no pensaron en el peligro
y se quedaron en sus hogares, pero el nivel de las aguas llegó a
puntos insospechados.
El país perdió cientos
de millones de pesos en recursos materiales. Del fondo habitacional
quedaron destruidas 11 103 viviendas y 21 486 dañadas. La zafra
cafetalera, calculada en 850 000 quintales, perdió alrededor de 500
000, sufrieron daños cuantiosos la ganadería, las plantaciones
arroceras, el 80% de los frutos menores, y cientos de kilómetros de
carreteras, caminos y vías férreas quedaron destruidos.
En la Sierra Maestra el
deslizamiento de una gran parte de la loma conocida como Guineíta
sepultó al poblado de Pinalito, del actual municipio de Guisa; hubo
además grandes crecidas de arroyos, y el río Guamá cambió su
curso. Numerosas personas salvaron sus vidas por la colaboración de
trabajadores de la construcción de La Habana, quienes participaban
como recogedores de café en la zona. Allí murió heroicamente uno
de ellos, Pedro Rafael Camejo.
Entre los hechos
heroicos resaltados por el Jefe de la Revolución en su información
al pueblo, estaba el de Juan Betancourt Pacheco, de la 42 División
del Ejército Rebelde, quien pereció al tratar de establecer
comunicaciones entre Camagüey y Nuevitas; Arístides Guerra, de 70
años de edad, salvó a 11 niños y cuatro mujeres; Pedro Núñez,
ferrocarrilero que entre Bayamo y Río Cauto consiguió a nado una
lancha y socorrió a 82 personas; y Beauside Céspedes, de Río
Cauto, salvó a numerosas personas conduciéndolas con un cable.
Inmediatamente que se
conoció el peligro del fenómeno, llegaron a la zona oriental
Fidel, Raúl, Almeida, José Ramón Machado Ventura, Carlos Rafael
Rodríguez, y otros muchos dirigentes del Gobierno, del Partido y
oficiales y combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias,
quienes arriesgando sus vidas participaron en las labores de
salvamento.
Como ha ocurrido
después ante fenómenos naturales nadie quedó sin protección.
Para determinar el número de damnificados fue realizado un censo, y
a los campesinos que perdieron las cosechas les fueron canceladas
las deudas con el Banco, recibieron materiales, ropas, zapatos,
créditos, animales para reponer lo perdido y dinero, con el
objetivo de construir o reparar sus viviendas. Hubo participación
de todo el país en la ayuda para la recuperación. De pueblos
hermanos y amigos también llegó la ayuda solidaria.
El propio 21 de octubre
nuestro Comandante en Jefe reafirmaba ante las cámaras de la
televisión: Y entonces, ya haremos algo más que compensar las
pérdidas, ayudar a las familias, libraremos una verdadera batalla
con la naturaleza, protegeremos al país de estas miserias y
dolores, y convertiremos lo que es hoy centro de desolación,
devastación y de muerte en centro de incalculable riqueza para el
país.
Con la voluntad y el
optimismo que caracterizan al pueblo cubano, la nación emergió de
aquel doloroso revés, y hoy, en el área azotada por el Flora
crecen las riquezas, el pueblo avanza inspirado en un futuro mejor y
germinan los nuevos programas de la Revolución.
En la misma década de
1960 surgió allí el plan arrocero del oriente cubano, en los
llanos del Cauto; miles de viviendas fueron construidas en Oriente y
Camagüey. Así fue edificado el poblado de Vado del Yeso, en Río
Cauto, y fructificaron importantes planes alimentarios. La Voluntad
Hidráulica erigió solo en la provincia de Granma, 10 embalses que
almacenan 935 millones de metros cúbicos de agua y neutralizan la
ira de los ríos en épocas de abundantes lluvias y ciclones.
Gracias al programa de
la voluntad hidráulica orientado por Fidel, el país cuenta hoy con
241 embalses administrados por el Instituto Nacional de Recursos
Hidráulicos, con capacidad para almacenar unos 9 000 millones de
metros cúbicos, y con posibilidades de entregar anualmente 7 000
millones. Además existen 60 derivadoras, 730 micropresas, más de
750 kilómetros de canales magistrales, estaciones de bombeo y unos
1 300 kilómetros de diques.
Como dijera el
Comandante en Jefe el 21 de octubre de 1963: "Tenemos fuerzas
para luchar contra 10 Floras y contra 50 invasiones de
mercenarios''. La realidad lo ha demostrado y esa conciencia,
voluntad y creatividad de los cubanos ahora se multiplican varias
veces con el crecimiento de su preparación cultural,
político-científico-técnica: una verdadera coraza frente a la
naturaleza y al enemigo. |