Dos noticias de primera plana en
estos días contrastan tan violentamente que su publicación simultánea
en la misma página llevaría al más indiferente de los lectores a
abrir los ojos, enarcar las cejas y rascarse la cabeza.
Una de ellas señala las presiones de
la Casa Blanca para lograr la aprobación por el Congreso de la
solicitud de 87 mil millones de dólares, con el fin de mantener la
ocupación militar de Iraq y Afganistán.
La otra, aparecida en la portada de
la edición digital del libelo de la mafia anticubana, el Nuevo
Herald, es mucho menos conocida y por ello merece ser reproducida
textualmente:
"Los recortes en el presupuesto
educativo amenazan con dejar fuera del sistema público a miles de
alumnos de Miami-Dade, coartar su futuro laboral y deteriorar la
economía y la cultura del condado, por la imposibilidad de las
universidades y colleges de compensar el bache financiero mayor en décadas,
afirmaron autoridades educativas."
Firmado por Graciela Mrad, el artículo
abunda en elementos y datos demostrativos del proceso de deterioro
de estos fondos desde hace algunos años, y que han alcanzado su
nivel más bajo en el presente, hasta el punto de situar a las
universidades ante una difícil disyuntiva: o limitan la entrada de
nuevos ingresos o resignan el nivel de la educación.
La autora cita declaraciones de
Modesto Maidiqui, presidente de la Universidad Internacional de la
Florida (FIU), quien enfático señala: "Estos recortes son
gravísimos. Estamos ante la peor crisis de la educación
superior."
Las autoridades universitarias
estudian en estos momentos la posibilidad de dejar fuera a unos 2 000
alumnos en cada nivel de las carreras. En los últimos cinco años
el Estado no ha financiado los fondos para los 16 247 nuevos
estudiantes, como resultado de un déficit de 64 millones de dólares.
La fuente citada entrevistó también
a Eduardo V. Padrón, presidente del Miami-Dade College, quien
alarmado muestra preocupación por el futuro de un país con gastos
superiores a los 40 000 dólares al año, para mantener a cada
preso en pésimas condiciones y al mismo tiempo solo invierte 3 000
por alumno, en la institución bajo su dirección.
Con el fin de enfrentar el último
recorte de 23 millones, la FIU aumentó el costo de la matrícula en
un 15 por ciento, pero el 60 por ciento de los educandos proceden de
familias trabajadoras y la mayor parte de ellos no pueden pagarla.
Los efectos de esta situación ya se
hacen sentir y no solo en la disminución de los ingresos. También
está presente en la reducción del número de clases, la cancelación
de asignaturas clave que afectan la calificación profesional, la
fuga de los mejores profesores hacía universidades privadas y la
frustración y deserción de alumnos.
Una pregunta podría hacerse el
indiferente lector después de expulsar el aire: ¿Cuántas
universidades y colleges en toda la Unión pudieran mantenerse con
87 mil millones, la misma cantidad solicitada ahora para garantizar
la presencia yanki en Iraq y Afganistán? (AIN)