Los
meteorólogos cubanos reciben con expectativa y recelo la llegada de
octubre por ser el más peligroso de la temporada ciclónica, cuando
estiman que debe haber un huracán de gran intensidad.
Los especialistas del Instituto de
Meteorología no basan su pronóstico solo en que será algo activa
esta etapa de tempestades hasta el 30 de noviembre, sino también en
la serie de datos históricos que señalan al décimo mes del año
como catastrófico.
El hecho es que desde 1800 hasta la
actualidad, Cuba padeció en ese período el azote directo de 37
huracanes, a diferencia de los 24 que la han azotado en septiembre,
el segundo más convulso de la temporada, que se inicia cada primero
de junio.
Llama la atención que la mayoría de
los ciclones intensos también ocurrieron en octubre, tras su
formación en el Mar Caribe occidental y sus trayectorias en
dirección al archipiélago cubano.
Por eso, casi siempre constituyen una
amenaza para las provincias occidentales y centrales, incluida la
Isla de la Juventud.
La lista de fenómenos atmosféricos
la encabeza el huracán que cruzó sobre La Habana el 10 y 11 de
octubre de 1846, bajo el sugestivo nombre de Tormenta de San
Francisco de Borjas, que llegó a registrar una presión mínima
atmosférica de 916 hectopascales, la más baja hasta la fecha.
Sobresalen también el ciclón del 20
de octubre de 1926 que, con vientos estimados de 230 a 250
kilómetros por hora, atravesó la entonces Isla de Pinos y La
Habana, y el del día 18, en 1944, que provocó daños considerables
en la capital, con vientos en racha de hasta 262 kilómetros por
hora.
En ese mes les siguen los de 1810,
1844, 1876, 1906, 1909, 1924, 1948 y 1952, y el Flora, aunque por la
fuerza de sus vientos no clasifica como huracán de gran intensidad.
Sin embargo, el lento y errático
movimiento de este último por las provincias orientales, del 4 al 8
de octubre de 1963, provocó torrenciales lluvias que
superaron los 1 400 milímetros en algunos lugares.
Si es elevada la probabilidad de que
Cuba sea alcanzada este año por un huracán de gran intensidad,
también lo es la experiencia acumulada para su enfrentamiento
mediante el Sistema Nacional de la Defensa Civil, capaz de proteger
a la población y a la economía de los embates de esos fenómenos
atmosféricos. (AIN)