Tercera edad, la mejor

IRIS ARMAS PADRINO
Servicio Especial de la AIN

José Martí dedicó sus palabras más bellas a los dos extremos de la vida, pues si escribió para los niños La Edad de Oro, también lo hizo, y de modo singular, para los ancianos.

El Maestro convocó a estos últimos a vivir de forma plena dentro de la sociedad y puntualizó el lugar que ocupan en ella, considerándolos como los patriarcas del mundo.

Vital para ese grupo etario es la lectura de las reflexiones martianas sobre la ancianidad, si se tiene en cuenta que la población mundial envejece a pasos acelerados, y particularmente América Latina con señales muy notables.

En ese proceso natural sobresalen Argentina, Uruguay y Cuba, esta con más del 14 por ciento de su población mayor de 60 años de edad.

El hecho de que la Mayor de las Antillas posea un alto índice de envejecimiento entre sus habitantes, comparable con las naciones más desarrolladas, obligó a poner en práctica acciones en aras de prolongar la vida y darle más calidad.

La atención al adulto mayor es prioridad del Ministerio de Salud Pública, debido a los cambios demográficos de estos tiempos por la disminución de la natalidad y de la mortalidad y la extensión de la expectativa de vida a 76 años.

Ello significa un reto para Cuba, por lo que se amplía la preparación de personal especializado en gerontología y geriatría.

Algo que no se adquiere en las farmacias, aunque sea recetado por el mejor médico, es lo que podemos brindar a quienes tienen juventud acumulada: caricias, besos, sonrisas, buen trato y tiempo compartido.

Muchos sufren dos males muy comunes en esta época: amnesia del pasado y, lo más grave, amnesia futura.

Con la primera se olvida que fueron los más viejos quienes educaron y ayudaron a convertirse en hombres y mujeres a los ciudadanos de hoy, los que compartieron las buenas y malas, y están siempre listos para cuidar a los pequeños.

Es por esa razón que cuando no son cuidados y atendidos, en realidad nos estamos faltando el respeto a nosotros mismos.

Atacados de esa suerte de amnesia, hipotecamos el porvenir afectivo, porque si bien los hijos no siempre escuchan a sus padres es absolutamente seguro que siguen su ejemplo o actuaciones.

Debemos estar prevenidos frente a tales olvidos, pues mañana seremos adultos mayores, y curados de la amnesia del pasado desearíamos compartir con ellos un presente donde, por fin, se comprenda que las caricias, sonrisas y los besos no se compran en la farmacia y sí hacen mucho bien.

Si entendemos que el amor cura una gran parte de los dolores y deviene la mejor cirugía para el corazón, entonces los profesionales de la salud comprobarían que no existe una inyección o píldora contra ese tipo de actitud. (AIN)

Creado el Club de los 120 años

 

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