WASHINGTON, 30 de septiembre (PL).—
El gobierno de Estados Unidos se niega a que un equipo independiente
al ejecutivo investigue si algún funcionario de la Casa Blanca
filtró información sobre una oficial de la CIA, implicada en
desmentidos al presidente George W. Bush.
Según comenta hoy el diario The New
York Times, de iniciarse la pesquisa para determinar quién o
quiénes revelaron la identidad de Valerie Plame, la oficina
gubernamental prefiere que sea el Departamento de Justicia el
encargado y no expertos al margen de la Administración, como
sugieren miembros del Partido Demócrata.
El escándalo se incentivó la
víspera, luego de que el ex diplomático Joseph Wilson, esposo de
la oficial de la CIA desenmascarada, acusara públicamente a Karl
Rove, principal asesor de Bush, de ser el origen de la filtración
del secreto.
La revelación ha sido interpretada
por analistas y medios de prensa como un pase de cuenta de la Casa
Blanca a Plame y Wilson, ya que este último desmintió, un año y
medio atrás, las alegaciones de Estados Unidos sobre el supuesto
interés del derrocado líder iraquí Saddam Hussein, de adquirir
uranio en Níger.
Pese a la campaña del presidente
Bush por asociar al entonces régimen de Bagdad con la adquisición
de armas de destrucción masiva, el ex funcionario del Departamento
de Estado, en un informe a la CIA, aseveró que no existía
evidencia alguna de gestiones de Hussein en el país africano.
Wilson había sido recomendado
precisamente por su esposa para que lo designaran diplomático en
Gabón y como tal hiciera el pesquisaje sobre el supuesto vínculo
Iraq-Níger; sin embargo, echó por tierra la credibilidad del
presidente Bush, quien en su discurso sobre el estado de la Nación
acusó a Bagdad de tales intenciones.
Congresistas demócratas sostienen
que la divulgación de que la esposa de Wilson era oficial
encubierta de la CIA es un delito federal, no solo porque salga a
la luz el nombre de Plame, sino porque ello conduciría al
desenmascaramiento de sus fuentes de información, catalogadas en el
lenguaje del espionaje de vínculos secretos.
En una carta al fiscal general, John
Aschroft, el líder de la minoría, Tom Daschle, dice "no creer
que esta investigación sobre altos funcionarios de la
administración Bush, que posiblemente incluya a la jerarquía del
personal de la Casa Blanca, deba ser conducida por el Departamento
de Justicia".
Según la misiva, que también
rubrican otros tres legisladores de oposición, es obvio que esa
secretaría se vería envuelta en un conflicto de intereses
políticos, de ahí que no sería imparcial su desenvolvimiento.
De acuerdo con el senador Joseph
Lieberman, las acusaciones que recaen sobre el gobierno son razón
suficiente para reactivar un equipo legal independiente como el que
investigó el escándalo Watergate, del cual fue centro el ex
presidente republicano Richard Nixon.
La posibilidad de realizar una
pesquisa de esta naturaleza fue abolida en 1999, tras el caso
Whitewater, que atañó a la administración de William Clinton.
El nuevo escándalo en el que se
halla inmersa la Casa Blanca aflora también luego de hacerse
pública una carta del Comité de Inteligencia de la Cámara de
Representantes, en la cual se asegura que el presidente Bush
utilizó información desacertada para justificar la invasión a
Iraq.
La misiva, dirigida al director de la
CIA, George Tenet, señala que el gobierno empleó datos
"circunstanciales, fragmentarios y cosas inciertas".