El
mundo la conoció y aprendió a quererla con el nombre de Madre
Teresa, aunque su verdadera identidad fue Agnes Gonsche Bojaxhiv,
natural de Skopje, en Macedonia.
La extraordinaria religiosa,
fallecida el 5 de septiembre de 1997, dedicó todas sus
energías a lo largo de varios decenios a brindar apoyo espiritual y
material a los más pobres de los barrios marginales de Calcuta, en
la India, país donde permaneció la mayor parte de su octogenaria
existencia.
Ella se convirtió en símbolo de
entrega y solidaridad humana, y se destacó, entre otras muchas
virtudes, por la nobleza, austeridad y vida discreta, ajena y
enemiga de la publicidad y las lentejuelas.
Desde hace algunas semanas la ilustre
monja vuelve a ser noticia, debido al anuncio del Vaticano sobre su
próxima beatificación el 19 de octubre, en un proceso inusualmente
acelerado sin precedente en las rígidas normas eclesiales
establecidas para conceder la santidad.
Nada tiene de extraño esta
decisión, dadas las poco comunes virtudes de la religiosa, quien
será honrada adicionalmente al ser incluida la ceremonia entre las
programadas con motivo del aniversario 25 del papado de Juan XXIII,
honor reservado para alguien muy querido.
Lo que sí llama la atención, es la
forma oportunista en que los promotores de la libre empresa y la
sociedad de consumo han desarrollado una vertiginosa mercadotecnia
alrededor de la respetable figura religiosa, para lucrar
escandalosamente con su imagen.
Solo unos días después de tal
anuncio han aparecido en Estados Unidos y Europa estampillas, obras
musicales, dibujos animados, rosarios, crucifijos, llaveros
alegóricos y camisetas, entre otros objetos de amplia circulación
comercial, cuyas fabulosas ganancias no serán destinadas
precisamente para mejorar las condiciones de vida de aquellos a
quienes la Madre Teresa dedicó su conocida obra de amor.
Pero el mercado libre, haciendo honor
a su nombre, es tan libre que ignora los límites de lo racional y
transgrede el buen gusto, el sentido común y el debido respeto a la
memoria de quien merece otro recuerdo.
Aunque parezca increíble, por estos
días aparecen en los anaqueles de las boutiques, junto a los
artículos mencionados, ¡muestras de sangre de la religiosa!
Lo peor resulta que nadie se ha
escandalizado por ello y el libelo de la mafia de Miami, el Nuevo
Herald, ofrece la información con la misma naturalidad con que lo
haría si se tratara de la venta de finas confituras a la entrada de
un parque de diversiones.
Valga como ejemplo demostrativo de
hasta dónde pueden llegar, bajo la égida del libre mercado, los
emprendedores hombres de negocio en algunos países autoproclamados
paradigmas democráticos. (AIN)