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Episodios de la Revolución Cubana, de Manuel de la Cruz
Dan deseos de besar este libro
FIDEL VASCÓS
GONZÁLEZ
El disparo que
Sebastián Amábile recibió en la cara le sacó el ojo del cóncavo
y le colgaba sobre las mejillas. Como al andar el ojo le azotaba el
rostro, se lo arrancó de un tirón y lo arrojó entre el monte.
Al ver la columna
española atravesando la sabana, el brigadier Benítez le ordenó a
Fidel Céspedes "¡Métase por la cabeza y salga por la cola!". Los
treinta jinetes atravesaron la columna por su eje, saliendo todos
ilesos por la retaguardia, sin perder un hombre, un caballo, ni una
espuela, y dejando un reguero de muertos y heridos enemigos.
Hallándose los tres
cautivos del comandante español Romaní, el sexagenario Agüero se
volvió a sus dos hijos diciéndoles de súbito: "Pronto va a
aclarar. El comandante insistirá en que cantemos. ¡Ni guías, ni
delatores, antes morir mil veces!"
Bastan estos tres
relatos para comprender la carga patriótica y de espíritu de
sacrificio que derrocharon los revolucionarios cubanos durante la
Guerra de los Diez Años por la independencia de Cuba y que tan
vivamente recogió Manuel de la Cruz en sus Episodios de la
Revolución Cubana, ahora ofrecido por la Editorial Ciencias
Sociales en su colección Literatura de Campaña.
El libro recrea uno de
los más heroicos momentos de la historia de Cuba, ocurrido el 7 de
octubre de 1871 en el potrero Consuegra, al Sur de Puerto Príncipe:
el rescate de Julio Sanguily por Ignacio Agramonte. A la vista de la
columna española de ciento veinte efectivos, Agramonte se dirigió
a sus treinta y cinco jinetes: "El brigadier Sanguily está en poder
de esos españoles. ¡Es preciso rescatarlo vivo o muerto, o perecer
todos en la demanda!." Una vez liberado Sanguily, las tropas
colonialistas dejaron once muertos sobre el campo. La pequeña
legión de Agramonte sufrió dos muertos y cinco heridos.
En la introducción de
este episodio y caracterizando al Mayor, Manuel de la Cruz relata
que en cierta ocasión, al preguntársele a Ignacio Agramonte con
cuáles elementos contaba para rechazar la capitulación que se le
proponía, el héroe camagüeyano pronunció aquella frase sublime: "¡Con
la vergüenza!."
Manuel de la Cruz (La
Habana 1861- Nueva York 1896) fue un mambí de la pluma y no del
fusil, que supo convertir la retaguardia en trinchera,
fortaleciendo, con su brillante prosa, el espíritu patriótico de
los cubanos. La primera edición de Episodios de la Revolución
Cubana coincidió oportunamente con el periodo preparatorio de
la nueva Guerra de Independencia de 1895. José Martí, al leer el
ejemplar que le remitió el autor, le escribió en su carta de
respuesta el 3 de junio de 1890: "¡Hay veces en que se desea besar
el libro!."
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